No cabía ni una sola duda de que la llegada de 'Avatar: El sentido del agua' a las salas de cine de todo el mundo iba a caldear los muchos debates que se abrieron tras el anuncio de su producción. Además de la cuestión de la taquilla, en la que las cifras ya han quitado cualquier atisbo de razón a los agoreros que pronosticaban un fracaso estrepitoso, uno de los temas más controvertidos ha girado en torno a los efectos visuales del largometraje.
Desde que se hizo público su teaser, fueron muchas las voces que pusieron en duda el acabado de la película, afirmando que la secuela lucía exactamente igual que la primera parte y quitando mérito al equipo de VFX al mando; sentencias que puedo tildar de auténticos disparates después de haber podido disfrutar en 3D-HFR de un espectáculo difícil de igualar.
No obstante, bajo mi punto de vista, es necesario mirar más allá de las oficinas y empleados de Weta Digital para comprender el éxito artístico —en cuanto a plástica se refiere— de 'Avatar 2'. Y es que, para dar forma a un hito de estas dimensiones se necesita mucho más que un dominio absoluto sobre píxeles, partículas, texturas, shaders, unos y ceros.
El triángulo del éxito
Para hacer honor a la verdad debo subrayar que, pese a tener nociones básicas, los entresijos del complejo mundo de los VFX continúan siendo un misterio para mí —soy de esas personas que colapsan cuando las sacas de lo tangible—, pero tengo la suficiente experiencia en temas audiovisuales y, sobre todo, lidiando con clientes para saber que lo que diferencia 'El sentido del agua' de algunos trabajos recientes de Weta se esconde en lo que me gusta etiquetar como "triángulo del éxito".
Siempre que se trabaja en un proyecto para clientes "complicados", es conveniente sacar a relucir esta santísima trinidad de la productividad. Para crear una pieza existen tres variables: tiempo, dinero y calidad. Si el cliente quiere una obra de calidad y económica, se necesita tiempo. Si, por el contrario, necesita algo rápido y barato, es imposible que tenga calidad. James Cameron, en este caso, lo ha tenido todo.
Para comenzar, el cineasta ha contado con el factor temporal a su favor. Cameron confirmó el desarrollo de 'Avatar 2' —y su continuación— en el año 2010, lo cual se traduce en un proceso de desarrollo, preproducción, fotografía principal y postproducción de doce años; tiempo más que suficiente para, ciñéndonos a lo técnico, depurar hasta el milímetro workflows y pipelines para obtener los mejores resultados posibles.
Por otro lado está el aspecto crematístico, en el que el largometraje también ha contado con una gran ventaja. Oficialmente, 'El sentido del agua' está presupuestada en 250 millones de dólares, aunque según informaron medios como The Hollywood Reporter, insiders de la producción afirmaron que el montante real estaría en torno a los 350 y los 400 millones, llegando a barajarse un máximo de 480 millones de dólares; poco más del doble que la 'Avatar' original, cuyo presupuesto fue de 237 millones.
Pero tener tiempo, dinero y a la que, probablemente, sea la compañía de efectos visuales más prestigiosa de la industria sobre la mesa no asegura calidad de forma instantánea; entrando en juego los cimientos creativos y artísticos sobre los que edificar el milagro digital. Estos tienen nombres propios y empiezan por el del veterano director de fotografía Russell Carpenter; ganador del Óscar por Titanic y responsable de títulos como 'Mentiras arriesgadas', 'Jobs' o 'Ant-Man'.
Además, las cabezas del departamento de diseño de producción se antojan esenciales para dar forma a un universo atractivo y rico en matices, y Cameron ha contado con el dúo compuesto por Dylan Cole y Ben Procter, quienes ya trabajaron en la primera 'Avatar' y que tienen en su haber créditos —en calidad de artistas visuales o como directores de arte— en cintas como 'Matrix Reloaded' y 'Revolutions', las últimas entregas de 'Transformers', 'The Road' o 'Speed Racer'.
Todo lo expuesto hasta el momento puede explicar cómo pueden existir resultados tan dispares dentro de la filmografía reciente de Weta. Los neozelandeses, recordemos, son colaboradores habitual de Marvel Studios, y han trabajado en productos tan criticados como 'She-Hulk: Abogada Hulka'; serie que, por otro lado, aireó los trapos sucios del estudio en lo que respecta a condiciones laborales, jornadas maratonianas y un crunch que está a la orden del día.
Como hemos visto, la clave del éxito no es otra que la combinación de tiempo, dinero y un equipo a la altura de las circunstancias; y de todo esto, 'Avatar: El sentido del agua', ha estado más que sobrada.
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