El comisario Kurt Wallander, salido de la pluma del escritor sueco Henning Mankell y del que se han rodado bastantes películas para televisión en su país, tiene su nueva encarnación en una miniserie de tres capítulos que la BBC emitió el pasado mes de noviembre. El encargado de darle vida es Kenneth Branagh, un actor a veces muy dado al histrionismo que, sin embargo, aquí está contenido y sutil, y que lleva sin esfuerzo todo el peso de la producción.
Wallander son, en realidad, tres películas de una hora y media que adaptan tres de las novelas de Mankell, La falsa pista, Cortafuegos, y Pisando los talones. Los misterios nunca tienen una solución tan fácil como puede parecer, y los policías, la mitad del tiempo, no saben por dónde tirar para desenredar la madeja. La serie hace un buen trabajo caracterizando al comisario, un hombre reservado y que lo da todo por resolver cada caso, sin poder evitar que éstos acaben pasándole factura, y sintiendo cada vez más que el mundo va demasiado rápido y a él lo ha dejado atrás. Este retrato hace que el resto de su equipo y su hija Linda queden en un segundo plano demasiado superficial, sobre todo Linda, que acaba teniendo gran relevancia en los libros de Mankell.
En bastantes de ellos, además, se muestra el lado más sórdido de una sociedad tan ideal en apariencia como la sueca, y en la serie se juega con esa idea del orden y la organización que tenemos de Suecia con planos con una composición muy simétrica, una fotografía en tonos fríos y unos decorados muy Ikea. Es una interesante muestra del género policíaco que se hace en Europa, más en la línea de Principal sospechoso que de la franquicia de CSI.
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