Parece que había cierto sentimiento compartido en masa tras el final de la primera parte de la segunda temporada de ‘The Walking Dead’, aquél que se emitió a finales de noviembre y que nos dejó un extraño sentimiento con respecto a lo que estábamos asistiendo. Tal y como comentó mi compañero Albertini, esa primera parte se podría haber resumido como un largo y soporífero sendero para llegar a disfrutar de una escena que todos los amantes de la serie recordamos como una de las mejores que ha tenido en su corta historia. Pero solo se trataba de eso, una escena.
Fuimos conscientes de que habíamos pagado un alto precio para llegar hasta allí, algo que no todos supieron perdonar. Los nuevos capítulos de ‘The Walking Dead‘ no estaban manteniendo el nivel que había conseguido con su primera temporada y comenzábamos a pensar que el castillo de arena se iba desmoronando. Nos quedaba mantener la esperanza de que el equipo de la serie se diera cuenta de que el buque navegaba a la deriva y actuara en consecuencia, utilizando la segunda parte de la temporada para devolver la grandeza que la ficción había conseguido el año pasado.
En estos nuevos capítulos no hemos salido de la odiosa granja. Nos han mostrado la intención de que el grupo se mantega en un mismo lugar durante toda una temporada, pese a que para ello tengan que alargar la trama y consigan aburrir a la audiencia. Ésta ha sido la temporada de la granja, y la última imagen de la segunda temporada nos hace pensar que la tercera será la de la cárcel, siguiendo las líneas marcadas por el cómic de Robert Kirkman, algo que sé de oídas, ya que nunca he seguido el cómic y no pretendo analizar la serie basándome en una comparación con lo que encontramos en él.
El problema que creo que ha tenido ‘The Walking Dead’ este año es la decisión de alargar la temporada a 13 episodios. Fui el primero que se alegró de que esto ocurriera, (al igual que me alegré de que la tercera temporada vaya a tener un total de 16 capítulos), pero después de reflexionar sobre lo que ha ocurrido con esta temporada, creo que esta decisión se puede convertir de nuevo en un arma de doble filo. Por un lado, tendremos más capítulos para seguir disfrutando de los zombies y compañía, pero por otro correremos el riesgo de volver a atascarnos, precisamente por el empeño de los guionistas de que cada temporada deba centrarse en un lugar concreto.
Desconozco cómo es el ritmo del cómic, pero una serie de televisión debe avanzar mucho más rápido que lo que vimos en los primeros capítulos de la segunda temporada, y si algo demostraron estos episodios es que la fórmula de alargar una trama indefinidamente no se sostiene por sí sola, ya que en la actualidad, con lo que nos han ofrecido durante 13 episodios, no parece que sea un reto complicado tener que resumir toda la temporada en tan solo seis capítulos, los mismos que formaron la primera temporada de ‘The Walking Dead’.
Una vez que se cicratizaron las heridas dejadas por la polémica primera parte, y después de tener tiempo suficiente para recuperar el aliento tras comprobar cuál había sido el destino de la pequeña Sophia, nos dispusimos a disfrutar de la segunda mitad con las mismas ganas de siempre, como si nos encontráramos con un buen amigo al que se le llegan a perdonar todos sus errores.
La muerte acecha en cada esquina
Los seís últimos capítulos emitidos de la segunda temporada han sido un exitoso intento de mejorar lo mostrado hasta la fecha. Se ha logrado no solo gracias al considerable aumento de la amenaza zombie, sino también mostrando la evolución que esperábamos en algunos personajes. Los protagonistas debían pasar a la acción, tanto con los conflictos que se estaban generando entre ellos como con las situaciones a las que tarde o temprano debían enfrentarse, muchas de ellas planteadas como dilemas morales a los que debían hacer frente. No todos los personajes lograron avanzar, dando lugar a unos suculentos secundarios que podrían ser devorados en cualquier momento, pero los que lo hicieron consiguieron aumentar la tensión de lo que habíamos visto hasta la fecha.
El líder de este cambio ha sido Shane, uno de los personajes que más ha evolucionado esta temporada y que se dirigía a un destino que podíamos oler a distancia. Capítulo tras capítulo iba abrazando la locura, colocando a todo el grupo frente a situaciones difíciles y haciendo que Rick se planteara su lealtad. Su muerte era una de las más necesarias, sobre todo para que Rick pudiera avanzar hacia ese personaje autoritario en el que parece que se ha convertido al final de esta temporada. Lo que tenemos que esperar de él debería ser tan bueno como lo que hemos visto de Shane, sobre todo porque su actitud hará que el resto del grupo actúe en consecuencia, y a partir de aquí podemos esperar grandes conflictos en el futuro.
Con la muerte de Shane quedaba en evidencia que los vivos también podían ser una amenaza, algo que ya vimos en la primera temporada y volvimos a comprobar en esos capítulos en el que Rick, Hershel y Glenn quedaban atrapados en el bar del pueblo. Este hecho hace que aumente las dosis de tensión que podremos encontrar próximamente, sobre todo cuando los personajes se vuelvan más oscuros y el ambiente apocalíptico sea aún mayor. No podía olvidar la muerte de Dale, una de las más innecesarias de las vistas esta temporada, y que solo se explica como un intento de hacer desaparecer esa cordura que aportaba su personaje. Los protagonistas quedan más abandonados que nunca, estableciéndose un vacío de moral con el que deberán enfrentarse a lo que les depare el futuro.
De esta temporada me ha preocupado lo insulso que se han vuelto algunos personajes, que no han evolucionado más allá de la preocupación y el miedo que sienten ante el mundo que les rodea. Esto me ha llamado la atención, sobre todo si tenemos en cuenta que con esta segunda temporada se nos presentaban gran cantidad de personajes nuevos, aunque todo indica que solo se trataba de un recurso para que los zombies pudieran atrapar a alguno de ellos cuando los guionistas estimaran oportuno, algo que en el último capítulo de esta temporada hemos confirmado. De entre los nuevos, solo Hershel ha conseguido por méritos propios situarse dentro de la lista de esos personajes imprescindibles con la que cuenta toda serie de televisión, por lo que es una buena noticia que sigamos contando con él de momento.
Un final de infarto
Después de que los protagonistas demostraran que no se irían de la granja bajo ningún concepto, se sabía que solo una cosa podría conseguir el ansiado abandono. Esa horda de zombies con la que ha finalizado la temporada, que llevábamos algún tiempo esperando, terminó por aparecer, aunque lo hizo dejando algunas carencias en torno al supuesto comportamiento que siguen los zombies, que al parecer comienzan a andar sin descanso con cualquier cosa que les distraiga a su alrededor. Esta aparición nos ha hecho revolvernos en nuestros asientos, dándonos veinte minutos con los que disfrutar de nuevo de la acción en estado puro.
Hay que decir que para mejorar la primera parte de la temporada no era necesaria una horda de zombies, ni tampoco la muerte de personajes importantes, pero la combinación que se ha dado ha sido la idónea para sanar las heridas que quedaron abiertas, aunque por ello la serie haya tenido que avanzar a zancadas mientras que anteriormente lo hizo a paso de tortuga. Quizá lo idóneo se encuentre en el medio, aunque yo prefiero indudablemente lo que hemos visto en la última parte que lo que se emitió en otoño.
El capítulo final también sirvió para desvelar el secreto pendiente de la anterior temporada. Por fin sabemos que todos están infectados con el virus que convierte a los humanos en zombies, algo que también pudimos intuir por lo visto anteriormente. Y, con nuestros protagonistas en mitad del bosque y Andrea salvada por un misterioso encapuchado acompañado de dos zombies sin brazos (que no se les vaya la olla con este personaje, por favor), se despidió ‘The Walking Dead’, con la promesa de que volverá en otoño, qué larga se vuelve la espera de nuevo. Esa tercera temporada será la más larga de la serie y ante esto solo podremos cruzar los dedos. ‘The Walking Dead’ nos ha dejado claro cuáles son sus puntos fuertes, pero también nos ha demostrado este año que puede desarrollar sombras más que preocupantes. De momento, sigue entre mis series imprescindibles, ésas que tengo que ver obligatoriamente nada más emitirse un capítulo de estreno.
En ¡Vaya tele! | ‘The Walking Dead’ progresa adecuadamente
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