Es habitual que una serie adolescente sea tratada con condescendencia; los dramas y conflictos que suelen mover a los personajes con frecuencia son desdeñados desde la mirada adulta. Los mismos que aplauden el enésimo drama indie de treintañeros en fase de madurez menosprecian esa larga fase vital que nos lleva desde la infancia y la inocencia por un proceso de identificación de uno mismo y el lugar que quiere ocupar y ocupa en el mundo. ¿Cómo es posible que la adolescencia no resulte fascinante a más gente?
Cierto es que el tono de una ficción adolescente lo es todo. El lenguaje e intenciones argumentales determinan la accesibilidad que puede tener a ojos de diferentes tipos de espectadores, algo que en ‘Por trece razones’ –nueva producción original de Netflix que estrena mañana 31 de marzo en su plataforma- han sabido equilibrar.
’Por trece razones’ (’13 Reasons Why’) cuenta la historia de Hannah Baker, una adolescente que se suicidó dos semanas antes del arranque de la serie. Antes irse grabó 13 cintas (¿¡de dónde sacas cassettes vírgenes en 2017!?) donde relata todos los hechos que le empujaron a decidir acabar con su vida, centrados en todas las personas que han tenido algo que ver en su extrema decisión.
Ella es la protagonista absoluta. Es su verdad, sus sentimientos, su percepción de la vida y de los hechos. Todo esto está contado a través de los ojos de Clay, un compañero de case que encuentra las cintas en el portal de su casa y que, una tras otra, va influyendo en su opinión (y la del espectador) sobre todo lo que le rodea.
Retomando las reflexiones iniciales sobre las historias adolescentes, ‘Por Trece Razones’ es una propuesta con potencial para atraer a un público muy variado. Por una parte, su relato de ese universo que es el instituto se siente muy real y actual. No sólo entra de lleno en el bullying, la cultura de la violación y dinámicas similares, sino que introduce elementos de relevancia actual como el papel que juegan las redes sociales en todo esto.
Una lección de empatía
El hecho de que la historia parta de algo tan trágico como un suicidio tiñe todo con una oscuridad que abre la puerta a un desarrollo más directo y profundo, además de melancólico. Es una serie muy elocuente en lo que respecta a la importancia de lo personal, del punto de vista; de cómo vivimos lo que nos ocurre de forma individual.
Hannah pasa por situaciones que a algunos les parecerán niñerías de amigas que se pelean por un chico y por otras que son inequívocamente graves. Y lo mismo ocurre con el resto de personajes, entre los que hay acosos de diferentes tipos, ostracismos, presiones sociales y, en definitiva, fenómenos que ocurren constantemente y en todas las edades pero que vividas en el instituto se vuelven más intensas y más confusas.
En esto es en lo que más acierta ‘Por Trece Razones’, en mostrarnos todas las facetas de Hannah y ponernos en la piel de cómo otra persona vive sus problemas. Si de algo hace mucha falta en este mundo a la hora de resolver conflictos humanos esenciales es empatía, y el relato de Hannah es una lección significativa en esa área.
El misterio como falso motor
Todo ese universo vital de Hannah se traslada a los capítulos gracias a cada una de las cintas y el personaje en las que están centradas en cada momento. Un elemento que nunca acaba de encajar es el hecho de que Clay, visiblemente confundido, disperse tanto su escucha. La serie lo justifica argumentando que para él es doloroso enfrentarse a eso pero con frecuencia se antoja incongruente con su angustia constante de saber si lo que cuenta Hannah es verdad o no (y con saber de qué le culpa a él).
Esto llega a ser muy frustrante en ocasiones, pero está suficientemente justificado para dejarlo pasar. Sin embargo, la narración sí fomenta un misterio principal que –al menos tras los cuatro capítulos que Netflix ha facilitado a la prensa- no acaba de encajar. El resto de implicados en las cintas (y por extensión en la muerte de Hannah) están notablemente inquietos. Traman algo pero son tan crípticos hablando entre ellos que resulta poco verosímil. Sobre todo hay un personaje que claramente sabe más que nadie y cuyo comportamiento dudo que llegue a cobrar sentido en los próximos episodios.
Con todo, e irónicamente, ese misterio es parte del magnetismo de la serie. Combina ese núcleo central que es Hannah con el misterio de saber qué traman (y qué llevó a Hannah en última instancia a ese abismo) y un tratamiento de narrativa visual de estética cuidada y atractiva, no en vano tiene una ficha técnica estupenda.
El resultado es una historia que engancha e interesa y se antoja relevante aunque visite lugares comunes en este tipo de relatos. Para un adolescente sin tanto bagaje audiovisual se puede convertir en esa serie que marque una era (como las hemos tenido todos) y para cualquier espectador puede destacar como una mirada sugestiva a la necesidad de comprender la verdad y la psicología de otra persona.
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