Dentro de la desmesurada propuesta del Atlántida Film Fest 2019, llama la atención la primera película del italiano Francesco Rizzi, 'Cronofobia', un elegante y sofisticado ejercicio de suspense alrededor de dos personajes mucho más perdidos de lo que su miserable día a día les ha hado a entender.
La vida de los otros
La compleja historia de 'Cronofobia' nace de la experiencia personal de su director, cuando en sus días de estudiante de cine en Cinecittà, ejerció de "comprador misterioso" para una agencia de comunicación. Y eso es exactamente el trabajo que desempeña el enigmático y camaleónico protagonista masculino de la historia.
Michael es un hombre solitario en constante movimiento, en una huida constante de su verdadero yo. Durante el día recorre las carreteras de Suiza, creando nuevas identidades y evaluando la calidad del servicio al cliente en tiendas y habitaciones de hotel, mientras que por la noche, se dedica a observar en secreto la vida de otra persona solitaria y segundo personaje protagonista de la función.
Anna es una mujer rebelde que lucha con el dolor lo mejor que puede. En el momento en que ambos junten sus caminos un oscuro secreto comienza a florecer, y sus ramificaciones llegarán más lejos de lo que ninguno de ambos podría haber imaginado.
Tic, tac
La cronofobia es el temor al paso del tiempo, a ver cómo los acontecimientos de nuestras vidas pasan volando y no podemos exprimirlos al máximo. Es una sensación de inquietud e impotencia que afecta a aquellos que se enfrentan a largos períodos de inmovilidad, o en espacios confinados: un largo período de convalecencia después de un accidente o, más concretamente, a los reclusos.
'Cronofobia' es precisamente eso mismo, la historia de dos reclusos de su pasado que no soportan ver cómo el reloj sigue añadiendo horas a su miseria. Durante los últimos tiempos hemos sido testigos de muchas propuestas cinematográficas que ahondan en la profunda deshumanización de la era que vivimos, donde los grandes espacios díafanos más pulcros contrastan con la estrechez interior de quienes llenan esos espacios. La visión de Rizzi y de su co-guionista, Daniela Gambaro, no resulta mucho más optimista.
El resultado es una suerte de thriller falsamente optimista y doblemente cruel por esa misma razón. Sus personajes solo buscan cerrar para siempre una herida, aunque la solución sea utilizar unos puntos de sutura tan falsos como los bigotes postizos de un espía en horas bajas. Una propuesta hipnótica, elegante y sobrecogedora por momentos, donde la aportación fotográfica de Simon Guy Fässler y la música de Zeno Gabaglio amplifican su espectro.
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