Conscientes quizá de que tener un montón de series de inmenso legado no es suficiente para retener suscriptores, estamos viendo como Warner Bros Discovery ha roto la exclusividad de algunas series de HBO para licenciarlas a la competencia del streaming. Una aproximación a una nueva normalidad de la que, por el momento, se libran fenómenos perennes como 'Juego de Tronos', 'Los Soprano' o 'Sexo en Nueva York'.
Que esas de momento sigan intocables muestra el enorme interés que siguen suscitando, y es el verdadero activo del que mejor no desprenderse. Las series que están saltando, aunque imprescindibles, son más reliquias de un momento muy concreto donde HBO (ahora Max) se volvió una cadena imprescindible. El hogar de las producciones más importantes, capaces de sobresalir emocionalmente y tonalmente en el panorama seriéfilo. 'A dos metros bajo tierra' forma parte de esa generación de series.
Una familia enterrada en emociones
Sin embargo, la distancia temporal está haciendo que la serie de Alan Ball (creador también de 'True Blood' y oscarizado guionista de 'American Beauty') quede más como un distante recuerdo. Probablemente debido a ello estemos viendo intentos de volverla a hacer relevante, primero con su llegada a Netflix (sigue disponible en Max) y segundo con rumores de un posible retorno que trastocaría uno de los mejores finales que ha vivido la televisión.
La serie se centra en una familia californiana que es propietaria de una funeraria. El hijo mayor (Peter Krause) regresa de su periodo como oveja descarriada después de que su padre muera (Richard Jenkins) por un accidente, haciéndose cargo del negocio junto a su hermano (Michael C. Hall) y retomando relación con su angustiada madre (Frances Conroy) y su problemática hermana adolescente (Lauren Ambrose).
El negocio familiar implica estar estrechamente relacionado con la muerte, algo para lo que la serie nos prepara empezando los episodios con el fallecimiento de alguna persona de una manera que puede orbitar entre lo trágico y lo cómico (a veces los dos a la vez). Esta manera de introducirnos en la temática muestra la sana relación con la muerte que la serie trata de tener, empleando un tono de comedia amarga pero muy pertinente, en ocasiones casi de chiste de funeral, intentando encontrar vías catárticas para una experiencia traumática que es inevitable en la vida.
'A dos metros bajo tierra', relaciones y muerte
Ball consigue vendernos la naturalidad con la que se tiene que afrontar un proceso por el que todos acabamos pasando en un momento u otro. Lo hace a través de una serie de personajes que intentan descifrar su propia relación con la muerte y con las personas que le rodean, manteniendo ese tono tragicómico tan exquisito. Con infinidad de aristas y un reparto increíble, consigue meternos en su complejidad y en sus viajes emocionales.
Con estos personajes Ball también trata de plasmar un nuevo tipo de familia cotidiana, desmontando los pilares del clásico modelo americano medio de una manera similar a lo que lo hizo en 'American Beauty'. Su sátira es fina, aunque su emoción es genuina por cada uno de estos protagonistas. Por eso su final, un huracán emocional, consigue ser absolutamente devastador, doloroso y hermoso, consiguiendo ese extraño consenso entre el público de ser un cierre perfecto que no debería ser tocado.
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