Muchos no lo han vivido, pero hace 30 años en España se veía mucho cine europeo de género, e incluso había algunos éxitos inesperados como ‘El vigilante nocturno’, un fenómeno procedente de Dinamarca de 1994 que nos descubrió al director Ole Bornedal, quien ahora nos lleva tres décadas en el futuro desde los acontecimientos de la original en una inesperada secuela de aquella, la estupenda ‘El vigilante nocturno: demonios heredados’ (NightWatch: Demons are Forever), un ejemplo de cómo ofrecer algo muy diferente manteniendo la misma identidad.
En los 90, los éxitos permanecían como éxitos o se creaban dentro de los videoclubs y el cine independiente tenía una vida de boca oreja y fanzines, aunque el terror se mezclaba sin problemas con el thriller o las películas de suspense, que tenían en aquella época un añadido extra perverso porque se empezaban a descubrir fenómenos como los asesinos en serie o el cine snuff, dejando que la ingenuidad previa dejara entrar historias sórdidas, leyendas urbanas que podían o no tener una base real, como aquella historia de un joven acechado por un asesino entre cámaras mortuorias, que introducía conceptos como la necrofilia como algo que podía existir a 30 metros de tu casa.
También la idea de un vigilante nocturno en un depósito de cadáveres era un material salido de cualquier historia de miedo contada de boca a boca, planteando esa textura de una niñera sola en casa, o cualquier situación análoga en la que un tarado peligroso merodea una sola localización. La trama ahora gira en torno a Emma, la hija del protagonista de la primera película, Martin, que está interpretada por Fanny Leander Bornedal, una estudiante de medicina que quiere trabajar en el mismo lugar donde su padre se encontró con el asesino en serie Wörmer.
Secuelas que saben ir por libre
Esto le lleva a embarcarse en un escalofriante viaje para comprender los traumáticos sucesos que atormentaron a sus padres décadas atrás. La historia da un giro inesperado cuando Emma decide visitar al propio Wörmer, quien se encuentra encerrado en un hospital psiquiátrico. Sin embargo, su intención de grabar al asesino para ayudar a su padre se vuelve en su contra, desencadenando una serie de fatídicos acontecimientos. La idea podría encajar en un tipo de “secuela legado” como las que estamos viendo desde ‘El despertar de la fuerza’, pero logra diferenciarse de las que vemos en Hollywood.
En primer lugar, evita ser ‘Scream 5’, una copia paso por paso de la primera, con un desparpajo poco común para evitar calcar la estructura a la hora de integrar la historia de la hija del protagonista. Una fórmula que funciona gracias a un reparto de talento, que incluye a Nikolaj Coster-Waldau como Martin y a Ulf Pilgaard como Wörmer, que son la raíz del original sobre la que se enarbolan elementos nuevos, que no traicionan el espíritu original a pesar de ir más allá del punto de partida de “un vigilante novato encerrado en una morgue” descendiente de una larga tradición de películas.
Recientemente hemos visto casos como ‘Cadáver’ que incorporaban un elemento sobrenatural, pero en su esqueleto no eran significativamente diferentes a la idea de poner a un personaje solo, de noche, en un emplazamiento desangelado y lleno de recodos siniestros. Sin embargo, los momentos en el depósito de cadáveres son puntuales, y en su lugar la secuela vuelve a un tono que recuerda a otras películas de la época en la que apareció la original, como ‘Tesis’ o ‘Testigo mudo’ donde el elemento de la psicopatía era un tema prohibido, todavía demasiado oscuro para el gran público.
El trauma del superviviente
Pero más allá de recuperar momentos turbios, ‘Demonios heredados’ recuerda a ese tipo de cine de horror y thriller que se tomaba su tiempo y va poco a poco construyendo su situación sin ser necesariamente escabrosa, aunque puede ser bastante sangrienta en ocasiones. Sin embargo, su planteamiento básico es de misterio clásico, que es lo que acaba llevando y narrando el film, siendo un tira y afloja de quién es realmente quién y “dónde está el asesino” que funciona en todo momento, jugando incluso con la sospecha de cualquier personaje, un poco a la manera de la excepcional ‘Psicosis II’.
La intriga lleva el peso principal hasta que llega un momento en el que todo explota y se convierte en una película de terror más tradicional, aunque por el camino nos ha divertido con un suspense regado de algunos saltos cronológicos y volantazos de expectativas. Sorprendentemente bien dirigida, la película ahonda en las secuelas psicológicas del trauma del superviviente, como buscaba hacer ‘Halloween II’ de Rob Zombie, la nueva ‘La noche de Halloween’, o la reciente ‘Terrifier 3’, con la diferencia de que aquí realmente sientes la afectación somática del miedo y la tensión del protagonista.
La sensación de alerta es mucho más creíble, el estudio psicológico es más profundo y juega con ello para dar oxígeno a las vueltas y giros del guion. ‘El vigilante nocturno: demonios heredados’ no ha perdido ese punto siniestro de la original y, sin ser la mejor película de terror del año hace que nos preguntemos si estamos mirando hacia el mercado correcto o dándole suficientemente importancia a estas propuestas de género europeas firmes que nos muestran que hay vida más allá de Hollywood.
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