La momia: La tumba del emperador dragón... y del público

La momia: La tumba del emperador dragón... y del público
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A la hora de confeccionar una lista con las mejores y las peores películas del año, es conveniente y necesario echar un vistazo a un registro con los títulos de los estrenos, para refrescar la memoria y no dejarse influir por lo más reciente. Sin embargo, hay unos títulos que jamás se van a olvidar, para bien o para mal. En este sentido, no creo posible olvidar jamás lo que sentí en la butaca de un cine de Cartagena mientras veía ‘La momia: La tumba del emperador dragón’.

No viene al caso el porqué, pero soy de los que, por muy mala que sea la película, aguanto hasta el final. De hecho, rara, muy rara, ha sido la vez que una película ha conseguido que me replanteara esta arraigada costumbre. Hacía años que no me pasaba, pero ‘La momia: La tumba del emperador dragón’, lo logró. A los pocos minutos de empezar ya estuve tentado de marcharme en varias ocasiones; me sentía idiota allí sentado, tragándome semejante producto. Si al final me quedé fue también porque la sala estaba llena y con tan poco espacio habría molestado a demasiada gente. No sé qué pensaréis vosotros, pero para mí es la peor película que he visto en un cine en mucho tiempo, por tanto, la peor que se ha estrenado en este país durante 2008 (que yo haya sufrido, claro está).

Rob Cohen. Ése es el principal responsable de este desastre. A él señalo en primer lugar, a él hay que responsabilizar de que esta “película” se haya estrenado a bombo y platillo, engañando a todo aquel que esperase encontrar un digno producto de entretenimiento, cine de palomitas que nos gusta llamarlo. Subcine de palomitas rancias en este caso. Verdaderamente lamentable que se levante un proyecto de esta envergadura y que alguien que se hace pasar por director de cine trate al público de esta manera, ofreciendo un producto que sin estos actores y un gran estudio detrás, no se estrenaría ni en el festival friki más pobre del mundo civilizado. Porque el guión provoca vergüenza ajena y la forma de realizarlo aún más. ¿Alguien sabía que pasaba en las escenas de acción? ROB COHEN. Ni una más.

Para mí esto es un engaño. Una estafa. Quizá no en el sentido literal, correcto incluso, del término. Pero cuando uno paga por un espectáculo de calidad y le ofrecen algo así, creo que debería ocurrir algo. El tiempo ya se ha perdido, no hay remedio, por desgracia, pero, ¿qué hay del dinero? Lo dije en otra ocasión, en casos como éste se debería poder exigir la devolución del precio de la entrada. Es que ya está bien, por favor, que vale que no se pretende hacer un cine maravilloso, una obra maestra, o una película de culto para el sector más elitista; pero qué menos que mantener el nivel del cine de entretenimiento que tenemos por “estándar”, eso que, sin ir más lejos, representaba la primera parte, ‘La momia’ de Stephen Sommers.

Lo cierto es que Sommers ya empezó a forzar la frágil pero eficaz fórmula que hizo que esa primera película funcionara con una segunda parte, ‘El regreso de la momia’, que se derrumbaba por completo en su acto final, con unos horrorosos efectos especiales. La simplificación de los personajes, la acción “más imposible todavía” y el olvido de los referentes del cine de aventuras, para primar el uso del ordenador, fue lo que le llevó a las puertas de la mediocridad, donde caería sin remedio cuando se encargó de la absurda ‘Van Helsing’ (siempre me preguntaré porqué narices tenía que haber ahí tantas cuerdas y saltos imposibles). No dirigió la tercera, pero no penséis que para replantearse su carrera como cineasta: ‘G.I. Joe: Rise of Cobra’ llevará su firma.

Pero volvamos a ‘La momia 3’, ¿qué podemos decir de los protagonistas? En primer lugar, destaca la nueva Evelyn, que en las dos primeras tuvo el rostro y la energía de Rachel Weisz (de lo mejor de ambos films), es ahora encarnado por una Maria Bello que ofrece su peor versión; el personaje no es que sea físicamente diferente, es que no es el mismo, ahora es una mujer tonta (o falta de inteligencia, como quieran ponerlo), superficial y carente de cualquier atractivo. Poco podía empeorar su compañero, Rick, pero Brendan Fraser es capaz de ello, sólo hay que decirle que sea gracioso y dejarlo libre. El que llegara a ser una buena parodia de Indiana Jones (por cierto, nadie como Harrison Ford en ese papel) se vuelve también más simple y tontorrón, soltando frases tan trilladas que duele oírlas (ejemplo: cuando compara armas con su hijo, refiriéndose a sí mismo).

Pero, aunque parezca imposible, no son Fraser y Bello los peores del reparto. Noooo. Sólo son los que ocupan más tiempo la pantalla. Para desgracia de los aficionados al cine asiático, ahí tenemos a tres pesos pesados como Jet Li, Michelle Yeoh y Anthony Wong, auténticas estrellas, realizando un trabajo penoso por un (supongo) estupendo salario. Vendidos. Pero tampoco son los peores. De hecho, si no fuera por lo que sabemos de ellos, si no lo hubiéramos visto antes, podríamos decir que están correctos. Los realmente malos de esta película son John Hannah y, con diferencia, Luke Ford. Hannah hace lo mismo que Fraser, idiotizar aún más a su personaje, llegando a límites insoportables. Pero lo del chaval no tiene nombre; sencillamente, por el bien de los demás, debería considerar seriamente no volver a protagonizar una película, hasta que no haya pasado años observando a actores de verdad. Vale, muy severo, pero por lo menos que no haga más de “joven y guapo héroe de acción”, por favor, que eso sí que es cruel para el público.

yeti

Dejando a un lado el lamentable trabajo del reparto, la realización desastrosa de Rob Cohen y el timo de vender humo tóxico como si fuera cine, vamos a pararnos un momento para revisar algunos momentos de la trama, de ese guión tan fantástico escrito (¿no debería usar otra palabra?) por Alfred Gough y Miles Millar. ‘La momia: La tumba del emperador dragón’ es un cúmulo de escenas increíblemente patéticas (yo no dejaba de sorprenderme), pero mis favoritas son las de los yetis. En primer lugar, su llegada, gracias a un grito milenario, y su comportamiento, casi clones de los osos de ‘La brújula dorada’; y en segundo lugar, el experto conocimiento que demuestran poseer sobre las reglas del fútbol americano, realmente para morirse de pena.

Quizá lo otro más destacable es todo lo que gira en torno a los poderes de la momia china que “interpreta” Jet Li. Una momia realmente poderosa que puede hacer cosas terribles… pero que se pone a luchar cuerpo a cuerpo, por ejemplo. O se transforma en cosas como dragones de varias cabezas o peluches gigantes con cuernos para recorrer más distancia (por buscar un motivo a semejante estupidez). En fin, también podríamos hablar de la aburrida batalla entre ejércitos de muertos, un corta-pega de lo más descarado, pero… ¿para qué? Si eso intentad recordar algún momento “momiesco” y nos reímos un poco. Es lo único que podemos hacer ante este tipo de timo-blockbusters.

A estas alturas ya es difícil que me sorprendan los gustos de los demás, pero cuando alguien defiende esta cosa, no puedo sino echarme las manos a la cabeza. Por ahí leí que el producto daba justo lo que prometía: una momia, una tumba, un emperador y un dragón. Exacto. También da otras cosas: efectos especiales que han sido superados hasta en la India, protagonistas idiotas, frases aún más idiotas y una sensación de vergüenza ajena insuperable. Creo que un título más apropiado para esto habría sido: ‘La momia 3: La vergüenza del cine comercial’.

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‘La momia: La tumba del emperador dragón’: ¡Qué paren ya!, por favor

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