Tres años después de la muy correcta ‘Buenas noches y buena suerte’, George Clooney vuelve a dirigir y protagonizar una película en este caso menos comprometida y más comercial. Se trata de ‘Leatherheads’, absurdamente traducida como ‘Ella es el partido’, para hacer creer al futuro espectador que el film tiene un eje central que no es tal. Seguramente son los mismos que tradujeron ‘Eternal Sunshine of the Spotless Mind’ como ‘¡Olvídate de Mí!’ porque el protagonista es Jim Carrey. Así que, para qué seguir lamentándose… ‘Ella es el partido’ se estrenará el 6 de junio tras varios retrasos.
En fin, que es 1925, y con unos créditos iniciales estupendos a cargo de la música del especialista Randy Newman, nos damos cuenta de que estamos ante una película puramente deportiva. Dodge Connelly (George Clooney) es el maduro capitán del modesto equipo de fútbol americano de Duluth, un pueblo de Minnesotta. Patrocinados por una productora de almidón, se ven obligados a disolver el club por dificultades económicas. No obstante, Connelly ve en un universitario llamado Carter Rutherford (John Krasinski) la oportunidad para poner a Duluth en la categoría de club de élite y convertirlo en un fenómeno mediático.
Con una dirección que se debate entre el clasicismo más conservador (cinematográficamente hablando) y una extraña modernidad, Clooney realiza sin rastro de parsimonia un intento de comedia con grandes tintes nostálgicos. La primera media hora está francamente bien, cuando arranca la premisa argumental y se dejan claras todas las intenciones. El hecho de que Clooney sea director y protagonista se nota quizás en demasía, ya que se lleva más planos de lo que posiblemente requeriría su personaje dentro de la trama. Pero no molesta, puesto que su carisma es tan demoledor que sólo podemos verlo como un acierto del film. De hecho, la situación inversa me pareció un defecto en ‘Confesiones de una mente peligrosa’, el debut de Clooney en la dirección, ya que sólo se reservó un papel secundario, y se echó en falta una mayor química entre Sam Rockwell y él.
En la segunda hora, hay un declive importante, sobretodo porque ‘Ella es el partido’ baja notablemente sus dosis de comedia, y tiende más a explicar el drama en torno al personaje de Carter Rutherford y su abstracta, pero evidente, rivalidad con Connelly. Por supuesto, esto provoca esa sensación en el espectador de que “no pasa nada” y sólo en el final se remonta hasta volver a subir el nivel impuesto por la primera mitad.
Está demasiado centrada a veces en retratar fielmente la ambientación de la época, por encima de confeccionar una buena historia. Una fotografía condicionada por continuos tonos sepia, y la atmósfera sucia, impregnan la película de forma que algunas escenas parecen colocadas sólo para justificar el buen trabajo de vestuario y recreación de los felices años 20. En este sentido, se desvela un buen reflejo de lo excesivo y banal de la sociedad estadounidense, justo antes del crac del 29. Para ayudar a esto, da la impresión de que no estamos ante una película de Clooney dirigido por él mismo, sino ante Cary Grant dirigido por Howard Hawks, o Jack Lemmon dirigido por Billy Wilder… Las influencias son innegables, y de hecho, la pelea central entre los dos protagonistas parece extraída de alguna secuencia de ‘El Hombre Tranquilo’ de John Ford. La omnipresencia de la música de Randy Newman es un punto a favor, ya que permite grandes licencias en cuanto a la tendencia puramente cómica del film.
Y es que eso es probablemente lo mejor de ‘Ella es el partido’: su aura desternillante, su visión humorística de la trama, que en un guión retocado por el propio Clooney y su colega Steven Soderbergh sobresale por su frescura y buen hacer. La cantidad de miradas, gags, desproporciones y tremendismos de la película sirven de homenaje no sólo al cine mudo, sino a la comercialidad de aquella época del cine en el que los mamporros eran casi exclusivamente un motivo para reírse, y la consciencia de que hay que divertir al espectador, absoluta.
Lo que impide a ‘Ella es el partido’ considerarse una gran película es que su mezcla de géneros no termina de cuajar en ningún momento. Si Clooney se hubiera dispuesto a hacer una película deportiva, o una comedia romántica, habría cosechado mejor resultado. Pero la irregularidad que supone combinar ambas, es un vaivén que la película ha de soportar. Además, SPOILER en los minutos finales, tiene que satisfacer las dos características con un final previsible y chapado a la antigua FIN SPOILER.
George Clooney construye con Dodge Connelly (curioso que los nombres se parezcan tanto, al menos fonéticamente) un personaje logrado, entrañable, el típico simpaticón del cine de antaño. Renée Zellweger tiene en sus manos el contrapunto femenino, una periodista que ha de entrevistar a Carter mientras coquetea con Dodge, ese “ella” al que se refiere el título, evocando un triángulo amoroso que funciona con graves intermitencias. Zellweger pone muecas, miradas que evocan inaccesibilidad, y su papel es calcadito, en todos los aspectos, al de ‘Abajo el Amor’. John Krasinski regular, ya que un ídolo de las masas debería, por lo menos, tener una personalidad más fuerte y trabajada. Clooney se lo come cada vez que salen juntos. Por último, Jonathan Pryce, como el mánager de Carter, aporta solvencia con su elegancia, su seguridad en sí mismo y su acento británico.
Podría considerarse, por tanto, que ‘Ella es el partido’ es un proyecto arriesgado, pero no en vano es la tercera película ambientada en otra época que dirige, escribe y protagoniza George Clooney. Aunque algunos le achacarán un paso atrás respecto a ‘Buenas noches, buena suerte’, con la conclusión que cabe quedarse en con que es un título muy entretenido, gracioso y simpático, sin mayores virtudes que las de evitar a toda costa que pensemos que perdemos el tiempo durante las casi dos horas que dura. No se le pueden pedir peras al olmo.
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