Mitchell Leisen es asignatura obligada para todo amante del cine. La comedia y el drama, sobre todo la mezcla de ambos géneros, no sería lo mismo sin él. Ahí están clásicos como 'La Muerte de Vacaciones', 'Medianoche' o 'Una Chica Afortunada', o muchas más, claros ejemplos de la maestría de este señor. Billy Wilder, que hizo algunos guiones para él, siempre renegó de Leisen, porque decía que estropeaba sus historias, debido a su puesta en escena. Tal afirmación daría para toda una discusión interminable, ya que, sin menospreciar al maestro Wilder, Leisen le superaba en lo que a puesta en escena se refiere. Pero no se trata de compararlos, eran dos genios con distintas visiones a la hora de hacer cine.
Siguiendo con mi tónica de las útlimas semanas, en las que no doy visto una película realmente buena, no he vuelto a tener suerte, y encima me ha pasado con Leisen. 'Candidata a Millonaria', cuyo título original es 'Hands Across the Table' (sin comentarios) es uno de sus films menores. Ahora bien, hablar de un Leisen menor sería hablar, hoy día, de las mejores películas de muchos directores actuales.
Narra la historia de una chica que trabaja haciendo la manicura en un hotel, y que sólo piensa en cazar a un hombre rico para poder tener dinero sin preocuparse de nada. Pero claro, la vida y el destino, jugando una vez más a capricho propio, pondrán en escena a un tipo que está comprometido con una millonaria, pero que queda prendado de la chica de la manicura, a la que, por cierto, otro hombre, forrado de dinero, y bueno de corazón, tratará de conquistar. Ahora ella tendrá que decidir (ley de vida), ¿dinero o amor? ¿amor o dinero?, ay, qué difícil lo tiene.
Nos encontramos ante una de esas comedias románticas que a Leisen le gustaban tanto hacer, y que sirven de inspiración para muchas comedias románticas realizadas en los últimos 20 años. Leisen demuestra que era un género que se movía como pez en el agua, aunque ésta no sea una de sus mejores demostraciones. De hecho, el film peca de ser demasiado rápido, de contar las cosas muy pronto. De acuerdo, era algo que se solía hacer mucho en aquellos años, pero hay una difereencia entre contar una historia perfectamente en apenas hora y media, y contar una historia en el mismo tiempo, pero que algunos de sus elementos estén metidos casi a calzador, dando la sensación de que algunas de sus cosas ocurran por que sí, sin algo que lo justifique en el guión. Un poco de esto le ocurre a esta película.
No obstante, Leisen consigue, gracias a su ya nombrada puesta en escena, escenas memorables, las cuales destacan muy por encima de la "normalidad" del conjunto. Escenas que demuestran su mano maestra pra hacer reir, gracias a la mezcla de gag visual más diálogo delirante, algo realmente difícil de hacer, ya que a Leisen le quedaban enormemente naturales, como si hubieran sido improvisados, como si determinada escena hubiera sido creada en aquel mismo momento. Además, una de las virtudes de esta pequeña película, es su total falta de pretensiones. Algo que le hace ser fresca, y hasta cierto punto, original.
Evidentemente, no podemos olvidarnos de las interpretaciones. Carole Lombard es la potagonista absoluta, y que aquí además sale guapísima. Lombard, malograda esposa de Clark Gable, hace toda una demostración de su valía para la comedia, su soltura en pantalla es impresionante, y se come al resto del reparto. Fred MacMurray, uno de los actores que mas usó Leisen, está simplemente correcto, y Ralph Bellamy, el tercero en discordia, un actor que nunca destacó por su calidad, aunque intervino en infinidad de películas.
Un film correcto, entretenido, gracioso por momentos, romántico en otros. No es uno de los grandes títulos que Leisen costumbraba a hacer, pero sirve perfectamente para pasar una buena tarde, o noche, o mañana (depende de cuando veais vosotros las películas), sin tener la sensación de que se pierde el tiempo.