¿Quién querría ver a unos judíos neuróticos deambulando por Nueva York? Eso se preguntaba el entonces presidente de NBC, Brendan Tartikoff, a propósito del nuevo show que tenían a punto de sacar a la luz. Lo cierto es que no era el único que no tenía muy claro que lo que se traían entre manos era una de las mejores comedias televisivas de todos los tiempos: 'Seinfeld'.
Gente hablando
Larry David y Jerry Seinfeld eran viejos conocidos del humor neoyorquino desde finales de los setenta, donde coincidían en el bar del club de comedia Catch a Rising Star. Criados en en Nueva York, de origen judío y con el mismo gusto por la comedia observacional, estaban condenados a entenderse.
Una tarde de noviembre de 1988, en un restaurante coreano, ambos comenzaron a charlar sobre gelatina y terminaron llegando a la conclusión de que, a lo mejor, tenían entre manos una serie en potencia. Una serie en potencia sobre "gente hablando". A pesar de que la cadena había sugerido un especial de comedia de noventa minutos, 'Seinefld's Stand-Up Diary', Larry y Jerry tenían un guión de media hora sobre "dos tipos hablando".
Para no dejar todo el peso de la historia sobre sus hombros, llegaron a la conclusión de que haría falta un "vecino", un tercer personaje que, además, Larry David ya tenía fichado. Kenny Kramer, el desastroso vecino real de la futura estrella de 'Larry David', sería el tercero en discordia. Fueron muchas las peleas entre la cadena y el propio Kramer real (quería interpretarse a sí mismo), hasta llegar a un acuerdo.
NBC quería pasar del tema y cambiar el nombre del personaje: Bender. Hoffman, Kessler... pero a Seinfeld y a David el único nombre que les hacía reír era "Kramer". El papel recaería en Michael Richards, una fuerza de la naturaleza del humor físico. Algo así como la mezcla imposible de Jacques Tati y Pepe Viyuela.
A pesar de que David escribía la serie, jamás se vio protagonizándola. De hecho. "¿Cómo voy a escribir y actuar a la vez?", se preguntaba, a pesar de que la intención de su colega era exactamente esa misma. Nunca sabremos cómo habría sido tener a David en la serie, pero, amigos, debido a su reticencia a aparecer en la misma, nos regaló a uno de los personajes más apasionantes, miserables, divertidos y entrañables de la historia de la pequeña pantalla. Para no salir en su serie, Larry David creó a George Costanza.
El nombre venía de un viejo amigo de Jerry, Mike Costanza, y era un nombre que, como Kramer, les parecía divertido. El personaje estaba diseñado, en parte, como alter ego de David, pero sobre todo como punto de apoyo al protagonista de la función.
El casting para el papel fue de aúpa: Nathan Lane, Danny DeVito, Steve Buscemi o Anthony Edwards auditaron para el papel que terminaría en las manos de Jason Alexander, un tipo al que veían como un "joven Belushi" y que acababa de ganar un Tony por 'Jerome Robbins' Broadway'. La química entre ellos fue tal que durante la lectura, el resto de aspirantes que aguardaban en el set, como Tony Shalhoub, poco podían hacer.
Para el último gran papel de la serie estaba claro que necesitaban una mujer, aunque en el episodio piloto ese papel se limitaría a ser la camarera del bar donde los dos personajes hablaban de sus movidas. La elegida para ese papel fue Lee Garlington, veterana actriz con un buen puñado de créditos de todo tipo.
Para el siguiente episodio, la magia de Julia Louis-Dreyfus ya sería parte de la serie. Larry David y ella se conocían de haber coincidido en 'Saturday Night Live' en 1982, así que la invitó a una lectura donde Jerry estaba comiendo cereales. Al igual que Alexander, Louis-Dreyfus no tenía muy claro el futuro de la serie, pero aceptó el contrato. Su llegada al set con botas de cowboy hicieron que Michael Richards dejase claro, y en voz alta, que "esa era la chica de la serie que buscaban".
El plan estaba en marcha.
La esperanza es lo primero que se pierde
"Es imposible. Ahora mismo la serie número 1 es 'Alf', ¿quién demonios va a ver la nuestra? El público para esta serie soy yo, un tío blanco, italo-judío de la gran ciudad de entre 18 y 32 años. Y yo no veo la tele".
Esa hilarante sentencia, que podría pertenecer a cualquiera de los 173 episodios que duró 'Seinfeld', era la opinión de Jason Alexander al respecto del futuro de la serie. Pero la cadena confió y les dio la oportunidad de grabar cuatro episodios más.
La cosa funcionó, y de los cuatro episodios pasaron a los 12 de la siguiente temporada. Eso sí, siempre con algún componente trágico sobrevolando en el horizonte. La emisión del primero de los episodios de la siguiente temporada se retrasó una semana porque coincidía con el bombardeo estadounidense de Baghdad durante la Guerra del Golfo.
Algo de lo que carecía 'The Seinfeld Chronicles', como se conoce al episodio piloto de la serie, era música. Y la serie necesitaba música, una sintonía, algo propio. Jonathan Wolff, que había compuesto música para infinidad de series y programas, como 'Matrimonio con hijos'.
La serie era compleja, porque no tenia una cabecera al uso, ya que siempre era un monólogo de su protagonista: si ponías música encima, no se escucharían las gracietas. Wolff supo esquivar a la perfección ese obstáculo y se encargaría de dar caña al bajo más reconocible de la televisión con una sintonía que sabía esconderse cuando hacía falta y volver para rematar el chiste.
Como siempre suele pasar por aquí, la serie más exitosa de la televisión norteamericana llegaría más tarde de lo deseado a España. A mediados de los años noventa, y a medianoche, el bueno de Jerry se plantaba en Antena 3 en un horario, claro está, condenado al fracaso. Sería tres años más tarde cuando la creación de David y Seinfeld se consolidase en Canal + y en abierto, justo tras la finalización de su emisión en Estados Unidos.
Pero 'Seinfeld' fue mucho más. Fue la creación de un nuevo fenómeno fan de la televisión, una historia de luchas de poder en el set, de cuatro compañeros de trabajo con sus particularidades y métodos, de idas y venidas, abandonos y contratos astronómicos. También de coches, de importaciones y exportaciones. De mopos. Pero sobre todo fue una serie por la que no ha pasado el tiempo, que gracias a su forma natural de no hablar de nada, cala hondo. Podrías ser tú o podría ser George. Vida eterna a la reina de las comedias.
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