La vida no es ni bella, ni sueño, ni carnaval ni una canción. La vida es tan impredecible que un día, después de interminables noches de estudio o turnos eternos como residente en un hospital, decides arriesgar tu carrera y saltarte todas las reglas para salvar una vida. ¿Y cómo te lo pagan? Desterrándote a un pueblucho en mitad de la nada, obligándote a tratar a bichos raros. ¡O peor!, forzándote a volver a tu ciudad natal a justificarte ante todos los paletos de tu pasado por tu fracaso en La Gran Manzana.
No me he vuelto loca. Es que esto del verano aplatana de tal forma que lo que apetece es dejar a un lado tanta teoría y tumbarse en el sofá a pensar en la vuelta al cole seriéfila y en cuántos clichés narrativos veremos en las nuevas propuestas de las cadenas yanquis.
La ficción televisiva es un poco como la canción del Pirata Cojo de Sabina: negros en Nueva Orleans, detectives en apuros, boxeadores en Detroit, suicidas en viaductos (jijiji), dueños de cabaret… Y es que a veces da la impresión de que existe una batidora milenaria de planteamientos argumentales y un libro de recetas del buen creador televisivo. Como un Plot Device televisivo.
El pez fuera del agua, el héroe en territorio hostil, es uno de los detonantes más recurrentes. Es un punto de partida jugoso que abre varias tramas instantáneas y que ha dado grandes series como ‘Doctor en Alaska‘ o ‘Life on Mars‘. En la buena televisión high concept, una abogada cuasi white trash educada en la calle jamás acabaría de secretaria de Saul Goodman, qué va. Su trabajo duro inspirará al socio de una prestigiosa firma de abogados, que sabrá que sus conocimientos de manicura y la fortaleza adquirida por ser pobre son grandes valores para su buffete.
Que yo no juzgo, que Reese Witherspoon ya nos enseñó que ser abogada choni es muy duro y los pijos de Harvard se ríen de tu portátil rosa, pero el límite de demandas que pueden ganarse gracias a tus conocimientos sobre hacerse la permanente va de cero a uno, a no ser que seas Jane Binghum o que lleves uno de los casos marcianos de Ally McBeal, caso que, me temo, no es el de ‘Made in Jersey’.
Hablando de comedias chorra, bien nos han enseñado que de caquitas de bebé y polvos de talco las mujeres sabemos un rato (a no ser que seas una ejecutiva adicta al trabajo), pero dale un bebé a un treintañero en una sitcom americana y aquí que no acabe la guasa. Ya sabéis, usarlos para ligar, meadas en la cara, que desaparezcan en su primer gateo mientras papi liga con una moza… ¿Y si hacemos el juego de beber “clichés en pañales” para cuando se estrene ‘Guys with Kids’?
Es lo que tienen estas familias modernas tan de moda, que son desestructuradas y están superpobladas de Peter Panes. Ya sabéis, esos adultos jóvenes que a pesar de un desliz consiguieron sacar adelante a una criatura, pero llegado a un punto involucionan y su retoño preadolescente acaba siendo el maduro de la familia. Entendámoslo, es más divertido ver a una madre soltera volver al mundo de las citas empujada y ayudada por las ocurrencias su hermano irresponsable y su hija de once años.
El mundo de las citas es una jungla y no hay cita de sitcom sin mentiras, equívocos (léase título de la entrada) o exparejas entrometidas. Pero ¿qué otra queda? ¿Qué los treintañeros de las comedias no dediquen su existencia a encontrar pareja? ¿¡Estáis locos!? Si la felicidad de Meredith Grey se encuentra en un six-pack con cara, ¿por qué iba Mindy a ser menos?
Qué lástima. Pobrecitas todas esas mujeres que basan su felicidad en tener un novio rico, guapo y que adore a sus madres. Qué antiguas ¿no? Lo realmente progre es no necesitar ningún hombre en tu vida, vivir a base de arreos esporádicos con machos casados. Las Mistresses lo tienen clarísimo, y ojo como sus amiguitos se atrevan sugerir que dejan a sus esposas. ¡Qué insulto a la imagen de mujer independiente y moderna!
Bah, ¿qué más da todo? Si el mundo se va a acabar. Eventos, invasiones alienígenas, desmayos universales que hacen a la gente asumir instantáneamente que han tenido una visión del futuro… Las catástrofes grandilocuentes también están muy de moda y este otoño resulta que nos vamos a quedar sin luz.
Siglos de avance científico para que se fundan los plomos y volvamos al trueque, a los terratenientes y al derecho de pernada. Y claro, los robustos edificios de hormigón no pegan con este nuevo modo de vida medieval, así que mejor dejamos que todo se cubra de hiedras y volvemos a casuchas construidas con guano mientras rezamos que ese USB del que depende la civilización fuese extraído correctamente del equipo.
No me lo tengáis en cuenta, no es que tenga el día criticón, es que hace poco que me he mudado a la casa de mis sueños, para rehacer mi vida y eso. Todo parecía perfecto pero de repente ha empezado a morir gente. Se los tragan las puertas y aparecen fantasmas suicidas. No quiero precipitarme tampoco, seguro que es el estrés de lo nuevo y desconocido lo que me tiene desconcertada. No hay motivos para salir por patas.
Pero si la semana que viene venís a buscarme porque no he escrito artículo nuevo, preguntad a la vecina de en frente. Seguro que sabrá algo y os lo dirá sin reparos, que no os engañe su aspecto oscuro y escurridizo. Es de fiar.
En ¡Vaya Tele! | Upfronts 2012
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