Este pasado jueves regresó a laSexta ‘Pesadilla en la cocina’, un programa que con tan sólo una tanda de episodios ya se ha convertido en uno de los grandes emblemas de la cadena –sin llegar a los niveles de ‘Salvados’, eso sí-. Sin embargo, al final de su primera temporada ya se notaban ciertos síntomas de agotamiento en su fórmula, por lo que el descanso era imprescindible para no acabar saturando a sus seguidores. Y es que la estructura del programa tiene unos límites tan claros que el espacio para la innovación brilla por su ausencia.
Sin embargo, el capítulo de esta semana ambientado en el restaurante sevillano Katay ha tenido un especial interés, ya que ha demostrado que ciertos tópicos asociados a la nacionalidad de las personas pueden ser ciertos en algunos casos. En el episodio teníamos a un español sinvergüenza que faltaba a su palabra, un atractivo pero algo atontado italiano y un par de chinos que no se enteraban de prácticamente nada de lo que pasaba –grandioso el momento en el que Chicote “hablaba” sobre sus jefes con uno de ellos-.
Lo más habitual es que los dueños descalifiquen a Alberto Chicote cuando éste saca a relucir todos los problemas de su negocio, pero eso es algo que en este caso apenas tuvo trascendencia al haber ya casi una guerra abierta entre Baldo y Giovanni. Por una vez, la calidad de la comida, que tampoco era precisamente para echar cohetes, era un problema secundario comparado con la inexistencia de comunicación y la vagancia del caradura de Baldo.
Fue especialmente alucinante ver cómo un negocio de adultos se convertía en una especie de discusión de patio de colegio entre los dueños y sus respectivas parejas. La visita de la novia de Baldo con la aparente intención de hacer sabotaje al Katay —¿a qué clase de mente enferma se le puede ocurrir que es buena idea atacar la imagen de su propio local?— hubiera sido la cima del episodio en condiciones normales, pero todo alcanzó límites casi irreales durante y, sobre todo, tras la charla a solas de Chicote con Baldo y Giovanni.
Siempre habrá personas que crean que lo que vemos en ‘Pesadilla en la cocina’ no solamente está manipulado, sino que quizá sean actores lo que veamos en pantalla –una tesis un tanto absurda si tenemos en cuenta que esos restaurantes existen y uno puede ir a visitarlos-, pero sólo el momento de la explosión de Giovanni, donde casi llega a las manos con Baldo y empieza a amenazarle en italiano –es lógico el cambio a tu idioma materno cuando uno pierde los papeles- fue el punto en el que las cosas difícilmente podrían ir a peor. Vimos así otra cara diferente a ‘Pesadilla en la cocina’, ya que, como decía, el problema de la comida palidecía en comparación.
De hecho, ni siquiera Chicote prestó especial atención al tema culinario en los cambios que llevó a cabo, pues las cualidades que pudimos ver al nuevo cocinero estuvieron muy lejos de poder deslumbrarnos. Y es que no es la primera vez que el auténtico problema de un restaurante de ‘Pesadilla en la cocina’ no es la comida, sino la inutilidad de alguien que trabaje allí. Me fastidió que Chicote no tuviera las narices de decir que echasen a Baldo en lugar de recurrir a ese giro dramático que fue aconsejarles que vendieran el local, pero Giovanni lo tuvo muy claro y a partir de ahí el episodio acabó recuperando su toque característico.
Parece que por ahora todo ha tenido final feliz –podéis comprobarlo entrando a la página de facebook del Katay-, pero yo estoy deseando que algún día llegue el episodio en el que Chicote regrese a los locales que ya ha visitado para ver cómo les van las cosas. ¿EL motivo? Es obvio que llegara el momento en el que Baldo se crea tan imprescindible –lamentable por su parte el momento en el que ha de matizarse a sí mismo sobre que el Katay sea su vida- que visite de nuevo el restaurante y monte alguna. Y es que me gustaría pensar que Baldo habrá aprendido la lección, pero mucho me temo que no va a ser así, y si ve que el negocio remonta, querrá sacar tajada.
El futuro
Tengo bastante claro que, una vez perdida la novedad, el interés de ‘Pesadilla en la cocina’ va a depender sobremanera de la personalidad de los jefes de los negocios que Chicote visite. En el avance que tenéis un poco más arriba podemos ver varias perlas, en especial la de ese lunático –no merece otro calificativo- que dice que su escuela de cocina fue ver la película ‘Ratatouille’ (id, Brad Bird, 2007), con lo que no pude descojonarme vivo más cuando lo escuchaba.
Eso sí, la semana que viene nos toca visitar el local de un amigo personal de Chicote —aquí podéis ver varias imágenes del episodio de la próxima semana junto a otras del que ya pudimos ver ésta—, con lo que espero algún tipo de novedad para combatir los peligros del desgaste, y es que hasta de empresarios increíblemente inútiles o de empleados que parecen salidos de un manicomio se cansa uno. Por ahora, el regreso me va convencido no sólo para seguir viendo ‘Pesadilla en la cocina’, sino también para recuperar esa casi necesidad de verlo durante su emisión en laSexta y de que esperarme a verlo más tarde en su web no sea una opción.
En ¡Vaya tele! | 'Pesadilla en la cocina' se despide mostrando señales de desgaste
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