Ha llegado un punto en el que todos los que seguimos viendo ‘Glee’, que somos una clara minoría en comparación a los que lo hacían en su momento, tenemos muy claro lo que podemos esperar de la serie: Una historia orientada a los mensajes de integración y superación personal en la que el humor tan alabado por muchos durante sus inicios hace acto de aparición de forma ocasional. Además, el diseño de las tramas y la evolución de las mismas presentan una clara tendencia al caos y a obligarnos a aceptar cosas difícilmente justificables desde un punto lógico. Para lo bueno y para lo malo, ‘Glee’ es ahora eso.
Teniendo eso en cuenta, me cuesta entender el bajón de audiencia que ‘Glee’ sufrió durante su cuarta temporada –aunque fue en la tercera donde mucha más gente decidió abandonarla-, ya que el nivel global mejoró y se convirtió en un pasatiempo agradable que sólo desbarró más de la cuenta en el episodio del tiroteo. La muerte de Cory Monteith ha obligado a sus responsables a reelaborar las tramas de esta quinta temporada, pero con tres episodios ya emitidos va siendo hora de hacer un primer balance sobre un arranque algo desigual.
El ansiado homenaje a Los Beatles
Ryan Murphy llevaba muchos años queriendo hacer un homenaje a Los Beatles en ‘Glee’, pero no consiguió hacerse con los derechos de las canciones hasta hace unos meses. Tal fue su entusiasmo ante la posibilidad de cumplir ese sueño personal que decidió que dedicarle un episodio doble era una gran idea. Son además los únicos capítulos que no han sufrido alteración alguna por la forzada desaparición de Finn Hudson de la serie y la verdad es que no han sido nada del otro mundo.
Dejando de lado la intrascendente queja de que no hayan incluido mi tema favorito del célebre grupo británico —por si alguien siente curiosidad os diré que me refiero a ‘If I Fell’—, ‘Glee’ ha querido jugar la carta del enésimo nuevo comienzo para sus personajes. Se ha completado la algo errática evolución de algunos personajes –Kitty empezando a salir con Artie-, han aparecido sustitutos –tengo que reconocer que el diálogo del antiguo director sobre la antigua y la nueva Santana tuvo su punto- y se han creado ciertas tramas –Sue Sylvester como nueva directora- en las que uno ha de dar un salto de fe tan grande que en poco se diferencia del necesario para ser fiel de alguno de las numerosas religiones existentes.
También en Nueva York ha habido tiempo para un nuevo comienzo y habrá que ver como lidia Rachel con haber conseguido el papel de sus sueños… para poco después enterarse de la muerte de su amado Finn. ¿Sabrán explotarlo o el amor de su vida pasará a ser totalmente inexistente para ella durante la mayor parte de la temporada? A su alrededor habrá tramas orientadas a la necesidad de la plena libertad sexual con Santana abrazando definitivamente el lesbianismo y seguro que algún altibajo habrá en el camino de Kurt hacia su boda con Blaine. Me hizo hasta gracia el compromiso a estar dos años más allí sin posibilidad de irse, ¿una forma de decir que pese a la decadencia de sus audiencias nada va a impedir que veamos esta temporada y otra adicional? Confirmadas ya están, así que a ver con qué nos sorprenden, que hay material más prometedor en la gran manzana que en McKinley, donde parece inevitable repetir una y otra vez las mismas tramas.
El sentido adiós a Finn
No son pocas las veces que ‘Glee’ ha recurrido a ciertas sobrecargas dramáticas que no terminaron de funcionar demasiado bien –me viene sobre todo a la mente el sufrimiento de Kurt durante la segunda temporada- y además la tentación de echar mano a la sensiblería barata para decir el último adiós a Finn, pero ‘The Quaterback’ ha sido, pese a la ausencia de personajes como Brittany o, sobre todo, Quinn, uno de los mejores episodios de toda la serie.
No voy a ser uno de esos chaqueteros que cantan las alabanzas de alguien cuando ya no está y decir que Finn era un personaje que adoraba, ya que nunca sentí especial aprecio hacia él y en el pasado había episodios en los que hasta me alegraba de que ni hiciera acto de presencia. Eso no ha sido obstáculo para que ‘Glee’ haya vuelto a emocionarme con un delicado homenaje a su memoria y a lo que él representaba para los protagonistas de la serie. El detalle de utilizar su chaqueta como uno de los ejes –era bastante obvio quién se había quedado con ella, pero obvio porque era lo que hacía falta hacer- y la renuncia a explotar su memoria con fines comerciales o sentimentaloides ha sido también determinante.
Ya he comentado que es una pena que algunos personajes no estuvieran presentes, pero eso no quita ni ápice de mérito a un episodio en el que se nota el amor y las ganas de honrar la memoria de Finn Hudson y Cory Monteith. Hasta se evitó mencionar el motivo de la muerte de Finn porque sencillamente no era importante, pero sí el desnudar las emociones de los protagonistas, incluida una Sue Sylvester que no resultó para nada forzada cuando hasta entonces había recuperado su vena más hijoputesca –digno de mención el momento en el que asciende a su nueva aliada en el equipo de animadoras-. Un éxito de audiencia muy merecido, ya que el morbo fue algo que se esquivó en todo momento.
El futuro
Lo más normal es que la serie recupere su tono habitual a partir de ahora, en especial si nos fiamos del avance del próximo episodio que no se emitirá hasta el próximo 7 de noviembre. Sin embargo, ‘Glee’ no está muerta, aún puede ofrecernos grandes momentos de vez en cuando –esperemos que la próxima vez sea por algo menos dramático que la muerte en la vida real de uno de sus protagonistas- y sigue funcionando moderadamente bien como entretenimiento si aceptamos sus alocadas reglas en las que parece que vale todo. Yo seguiré viéndola.
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