En un momento de ‘L.A. Noire’, juego de detectives ambientado en 1947, llegamos durante una trepidante misión a unos abandonados decorados de ‘Intolerancia’ (‘Intolerance’ 1916), mas concretamente a los utilizados para el capítulo de Babilonia. Una vez resuelto el caso vuelvo para pasearme tranquilamente por ellos. Los observo desde abajo, con sus imponentes columnas y sus míticos elefantes blancos, subo por una escalera ubicada en la parte trasera, donde la realidad deja ver su mentira en forma de falsas estructuras y cartón piedra, y me deleito con una maravillosa vista de Los Ángeles de los 40 fielmente recreada (según dicen, un 90% de ella, a base de toneladas de fotografías y documentación de la época). Recuerdo cuando importé de Inglaterra hace una eternidad una copia de la película de Griffith en VHS porque era imposible conseguirla en España, también viene a mi mente la creación de aquellos escenarios a través de la mirada de los hermanos Taviani y claro, los dos tomos del ‘Hollywood Babilonia’ de Kenneth Anger, cuyas páginas entroncan de forma directa y sangrienta con la basura que esconden las rutilantes calles que aparecen en ese momento ante mis ojos.
Casi un siglo separan aquellos elefantes blancos de cartón piedra de los actuales realizados digitalmente, y en ambos ruge la misma pasión por el cine. ‘L.A. Noire’ es fruto de siete años de duro trabajo por parte de cientos de personas que han tenido que sufrir en algunos casos leoninas jornadas de entre 12 y 16 horas seis días a la semana. Cuenta con 400 actores cuyos rostros fueron grabados con un innovador sistema de 32 cámaras simultáneas que recogían hasta el más mínimo detalle de la expresión humana, todo en favor del jugador, para que este pudiera captar cada mirada evasiva, cada mueca de desaprobación en los múltiples interrogatorios. Ya está bien de observar esta postal, me digo. Bajo del andamiaje, subo a mi Buick Business Coupe y emprendo un paseo de ida y vuelta rumbo a Sunset Bulevar, Ella Fitzgerald y Louis Jordan empiezan a entonar ‘Stone Cold Dead in the Market’.
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Resulta sorprendente cómo no hace demasiado tiempo teníamos que suplir con imaginación la falta de credibilidad en los juegos. Una tecnología justita nos obligaba a rellenar mentalmente el hueco que había entre aquel conjunto de pixeles y la representación real de un coche. Ahora epopeyas espaciales como ‘Mass Effect’ nos llevan hasta las estrellas en flamantes naves espaciales y nosotros participamos gozosamente de ello, Peter Jackson se desvive por llevar el consistente universo de ‘Halo’ al cine y John Hillcoat dirige un mediometraje tomando como base 'Red Dead Redemption', juego que aúna los épicos entornos de los western de John Ford con los personajes insanos de Sergio Leone. Paso junto al cine RKO, parece ser que acaban de estrenar esa nueva película de Carol Reed, ‘Larga es la noche’ (‘Odd Man Out’ 1947).
Cine y videojuegos van hoy más de la mano que nunca, no se entorpecen, por el contrario, se enriquecen mutuamente, y las lineas que unen ambas artes son cada vez más visibles. Me viene a la mente esa escena de ‘Oldboy’ en la que Park Chan-wook introducía de forma premeditada un homenaje a aquellos clásicos arcade de yo contra el barrio en los que avanzábamos de forma lateral, repartiendo violencia a derecha e izquierda, en una eterna orgía de golpes. Llego a Sunset Boulevar, me pregunto si mi próximo caso tendrá que ver con un cadaver flotando en una piscina y una estrella del cine mudo venida a menos.
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De ‘Matrix’ a ‘Origen’, el cine ha mostrado ese mundo paralelo de los videojuegos en el que las leyes del tiempo y el espacio se pueden torcer hasta romperse. Un mundo en el que puedes saltar de un edificio a otro sin matarte, en el que si te matan despiertas porque se termina la partida. Emprendo la ruta de regreso justo cuando estoy debajo de ese cartel publicitario que la industria cinematográfica norteamericana ha acogido como símbolo, ‘HOLLYWOODLAND’. Se rumorea que quieren retirar las tres últimas letras, se ha convertido en una fea costumbre lanzarse desde la D final cuando en la ciudad de los sueños no encuentras el tuyo. Además, ‘HOLLYWOODLAND’ suma 13 letras, y eso, como todo el mundo sabe, no es nada bueno.
No vi el nacimiento del cine, y más de una vez pienso cómo hubiera sido vivir en primera persona la evolución de ese arte desde el principio, pero sí tengo la suerte de haber visto nacer los videojuegos, y en verdad resulta fascinante participar de su desarrollo, de sus pasos en falso y de sus hallazgos. Es excitante presenciar cómo un arte pelea por ser reconocido como tal, cómo busca su lenguaje y su identidad. El sol empieza a caer sobre Los Ángeles de 1947 cuando llego de nuevo al escenario de Babilonia. Bajo del coche y me quedo observando esa ciudad que no existe. Detrás de mí están los elefantes blancos, punta digital de un enorme iceberg. Sin duda, me siento un privilegiado por estar aquí y ahora.
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