A alguien le ha dado un mal aire en Cuatro, si no no entiendo cómo han sido capaces de bombardearnos todo el fin de semana con 'Bodas cruzadas', un concurso reality que se limita a explotar la lucha de sexos más vista que el TBO. ¿A alguien le quedan ganas de casarse después de ver lo más abyecto de la condición humana reconcentrado en una visión tan poco amable de las cosas?
Que no sé de qué me extraño, la verdad. Lo que más me llamó la atención fue el perfil de las parejas, tan uniforme. ¿No podrían haber seleccionado una muestra más extensa para darle algo de variedad al asunto? Y luego están los condicionantes: la separación forzosa y dejar la organización de la boda al novio respondiendo a uno de los tópicos más universales. Claro, con cuatro parejas iguales, los resultados en todos los casos fueron muy similares y el programa se limitaba a redundar una y otra vez en lo mismo. Por su parte, la vuelta de Patricia Gaztañaga, como siempre, ligada al de la presentadora que mete cizaña y que da en la diana en el momento más inoportuno.
A 'Bodas cruzadas' le falta mucho humor, pero mucho. Ver a gente sufriendo por algo tan irrelevante como una boda resulta soso si no se adorna un poco más, a lo 'Granjero busca esposa'. La desesperación, los nervios, el estrés o las discusiones son materia viva de la televisión, eso es cierto nos guste o no, pero mostrarlos con tan poca gracia le quita la chicha a toda velocidad y siempre, siempre, hay que ofrecer algo de contraste porque si no el espectador se aburre. Yo por lo menos me aburrí como una ostra.
En ¡Vaya Tele! | Patricia Gaztañaga será la casamentera de Cuatro
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