La película ganadora de Sitges 2024 es una de las mejores del cine de terror de este año y se estrena en cines en España tras ser seleccionada por Austria como candidata a los Óscar. ‘El baño del diablo’ es una cruda representación de las inquietantes historias reales que inspiraron a Veronika Franz y Severin Fiala para pasar de la pura ficción a convertir en ficción sucesos históricos aterradores, algunos que superan los límites de la imaginación de Ari Aster.
Un pasado entrelazado con la desesperación provocada por el fervor religioso y la búsqueda de la salvación que desembocó en un fenómeno escalofriante: el suicidio por terceros. La película tiene como protagonista a Anja Plaschg como una joven recién casada llamada Agnes. Parece feliz, al igual que su nuevo novio, Wolf (David Scheid), pero también es el principio del fin de sus esperanzas y sueños de una vida romántica. Sus ideales se desvanecen rápidamente cuando Wolf la muda a una nueva casa que no le había consultado, lejos de su familia.
Además, aunque es un hombre agradable, no muestra ningún interés sexual por Agnes, y los días que pasa con él se convierten en duras jornadas de trabajo, y cuando vuelve a casa su obligación es cocinar, todo para volver a la misma rueda el día siguiente. No tarda mucho en caer en una profunda depresión que nadie entiende, así que, desesperada por morir, pero incapaz de suicidarse por temor a ir al infierno, recurre a la solución más extraña, cometer un crimen innombrable para ser condenada a muerte, pero al menos morir en paz, porque sabe que irá al Cielo.
En los siglos XVII y XVIII, una oleada de suicidios por terceros se extendió por las regiones de habla alemana de Europa, incluida Austria. Esta práctica nació de la creencia de que el suicidio era un pecado imperdonable que condenaba el alma a la condenación eterna. Para evitarlo, los individuos, predominantemente mujeres, cometían actos atroces, normalmente el asesinato de niños, para asegurarse su ejecución por el Estado. Esto les permitía confesarse y recibir la absolución antes de morir, con lo que salvaban sus almas y evitaban el estigma del suicidio para sus familias.
Depresión y suicidio a través del estado
‘El baño del diablo’ es una exploración cinematográfica de este oscuro capítulo de la historia que teje toda la información en torno a Agnes, que está inspirada en figuras reales como Eva Lizlfellnerin, una campesina de la Alta Austria que tenía 25 años en 1761, acababa de casarse con un hombre al que sólo conocía de unos días y se había trasladado a su granja a veintiséis kilómetros de distancia de su casa, que en el siglo XVIII era como estar en otro país, con lo que se vio en una tierra extranjera que no comprendía, dominada por una suegra controladora que trataba horriblemente a los trabajadores del campo, a los que alimentaba mal.
Eva pidió ayuda a su marido y a su familia, pero nadie la escuchó, no era época de preocupaciones por la salud mental o los terapeutas, así que la receta era que trabajara y rezara, por lo que, desesperanzada, decidió terminar con su vida. Al principio, Eva razonó que si podía suicidarse lentamente con veneno, podría engañar a los sacerdotes y al propio Dios, quienes pensarían que había muerto por causas naturales. Cuando eso no funcionó, fue entonces cuando pensó en la escapatoria del suicidio por terceros matando a un niño, una práctica de la que había oído hablar de otros que habían hecho lo mismo.
El primer niño que Eva intentó matar consiguió huir, así que. Para hacerlo más fácil, en su siguiente intento, secuestró a un bebé y lo arrojó al río, algo que en la película pertenece al prólogo, de otra mujer. Las presiones sociales y religiosas de la época hacen del trasfondo histórico de ‘El baño del diablo’ es tan trágico como real que los directores escucharon en 2017, en un episodio del podcast ‘This American Life’, en el que el presentador Ira Glass habló con la historiadora Kathy Stuart sobre el fenómeno del suicidio por terceros que arrasó Europa en los siglos XVII y XVIII.
Una epidemia de malinterpretación
Llegó a haber tantos asesinatos, que el gobierno empezó a darse cuenta, así que Franz y Fiala se dedicaron a profundizar en el tema y encontraron que Stuart había descubierto unos 400 casos de suicidio por terceros entre 1580 y 1839. Sólo en Viena se registraron 95 casos entre 1668 y 1783. El fenómeno no se limitaba a un solo grupo religioso, sino que afectaba tanto a protestantes como a católicos. Los niños eran las víctimas más comunes porque los “pecadores” estaban convencidos de que eran inocentes y ascenderían al cielo sin necesidad de confesión.
Una situación escalofriante en la que todos salían “ganando”. No sólo el asesino recibiría la salvación, sino que la víctima, siendo un niño inocente, también iría al cielo. Se pensaba que era como hacerle un favor al pequeño, algo imposible de comprender, pero que dentro de las estrictas convicciones de la zona era algo más o menos ideal, dada la mala solución en cualquier caso. En 1702, en Nuremberg se plantearon ejecuciones más dolorosas para disuadir el suicidio por terceros, pero las nuevas normas fracasaron, así que en 1767, el gobierno decidió definitivamente dejar de ejecutar a los asesinos para frenar la epidemia, pero tampoco funcionó.
Aunque la epidemia acabaría dispersándose, los casos siguieron sucediendo hasta las primeras décadas del siglo XIX. La película busca entender la complejidad detrás de los siniestros relatos históricos, haciendo palanca en el pasado para hacer eco en el presente, las tragedias reales que una vez se desarrollaron en el corazón de Europa tienen un recado atemporal sobre la psique humana, el impacto sobre nuestra conciencia colectiva y cómo afectan los dogmas sobre el pecado o la salvación al sufrimiento y el peligro de la frivolización sobre la salud mental, especial en mujeres.
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