'Un lugar tranquilo: Día 1' es una de las grandes sorpresas del año. Michael Sarnoski equilibra las invasiones a gran escala con el cariz intimista de la saga en su entrega más emocional

'Un lugar tranquilo: Día 1' es una de las grandes sorpresas del año. Michael Sarnoski equilibra las invasiones a gran escala con el cariz intimista de la saga en su entrega más emocional

Michael Sarnoski deja a los monstruos y la supervivencia en un segundo plano para dar al conflicto interno toda la importancia que merece

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Cuando se anunció que la saga 'Un lugar tranquilo' tendría una tercera entrega, mi primera reacción fue inicialmente positiva. Los dos primeros largometrajes —especialmente el primero— fueron ejercicios más que notables que, a pesar de sus carencias y de llevar al límite la suspensión de la incredulidad, hicieron gala de unas narrativas precisas y de una relación causa-efecto en su tratamiento de la acción dignas de estudio.

No obstante, los primeros detalles sobre la producción transformaron la curiosidad esperanzada en una desconfianza absoluta, apuntando a un caldo de cultivo para el desastre. El proyecto no sólo sería una precuela, lo cual, según los estándares a los que nos tiene acostumbrados Hollywood, no suele augurar nada bueno; además, prescindiría de John Krasinski en las labores de dirección, limitándose únicamente a producir y perfilar la historia.

Por suerte, parece que aún hay cabida para la esperanza y los pequeños milagros en este mundo, porque 'Un lugar tranquilo: Día 1' ha terminado convirtiéndose no sólo en mi cinta predilecta de la saga, sino en una de mis favoritas de este curso cinematográfico 2024, y el motivo principal no es otro que el modo en que su director proyecta su mirada —y dirige la nuestra— hacia el lugar más oportuno sin permitir que el espectáculo fagocite el conjunto.

La emoción por encima del espectáculo

El caso de 'Día 1' es uno de esos en los que es ya no imposible, sino injusto, intentar contestar a la pregunta de si está por encima o por debajo del nivel de sus predecesoras debido a lo diferentes que son sus naturalezas, conceptos y estilos. En esta ocasión, el director Michael Sarnoski, que debutó con la interesantísima 'Pig' junto a Nicolas Cage, se ha distanciado de las dos obras de Krasinski, en primera instancia, a través de su inteligente aproximación a la escala.

Huelga decir que la nueva 'A Quiet Place' ha ampliado el scope a un nivel mucho mayor, mostrándonos una invasión alienígena a la ciudad de Nueva York que puede evocar a lo visto en obras, hasta cierto punto, congéneres como 'Cloverfield' o 'La guerra de los mundos' de Steven Spielberg, con la que rivaliza al mostrar marabuntas de seres humanos huyendo de la amenaza extraterrestre con unos niveles de espectacularidad sobrecogedores y un imaginario que evoca directamente a los ataques del 11-S.

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Pero, al mismo tiempo, y aquí es donde se crea la magia, Sarnoski ha logrado mantener intacto el espíritu intimista que ha caracterizado a la saga. Aunque las set pieces, la acción y los pasajes enfocados al terror estén resueltos con un gran pulso y dominio de la técnica y con unos efectos visuales y, especialmente, sonoros fantásticos, es cuando desviamos la cámara del caos cuando el largo se eleva para alcanzar un nuevo nivel.

En medio de hordas de criaturas, de edificios colapsando y de vidas corriendo peligro, 'Un lugar tranquilo: Día 1' da una importancia mucho mayor a unos conflictos internos con un peso y un calado emocional muchísimo mayores que, en última instancia, se revelan como el atajo perfecto hacia el corazón del espectador. El filme es una nueva muestra de que los personajes redondos, con problemas y objetivos terrenales y con los que es fácil empatizar, son mucho más importantes que cualquier efectismo de blockbuster estival contemporáneo al uso.

No cabe duda de que todo aquél que se sumerja en su propuesta con un mínimo de cinismo, se percatará de sus trucos para manipularnos y sus costuras sin demasiados problemas. Pero todo aquél que opte se deje llevar, con suerte de forma inconsciente —como me ocurrió a mí—, puede que termine acurrucado en la butaca mientras se seca las lágrimas tras proyectarse sobre un relato en el que los monstruos y la supervivencia quedan en un segundo plano, eclipsados por su emotiva búsqueda de la paz en los momentos más oscuros.

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