‘The Big Bang Theory’ está a años luz de ser una de las series que se mencionan cuando toca hablar de las mejores sitcoms en emisión. Cierto es que supera con holgura a ‘Modern Family’ en cuando a audiencia se refiere –y además ha marcado sus mejores datos en su recién concluida sexta temporada-, pero su reconocimiento artístico jamás ha ido más allá de valorar el gran trabajo de Jim Parsons dando vida al inefable Sheldon Cooper. El hecho de haber sido creada por Chuck Lorre, artífice también de la tan deficiente como exitosa ‘Dos hombres y medio’, siempre ha jugado en su contra en este apartado.
Muchos seriéfilos ya echaban pestes sobre ‘The Big Bang Theory’ cuando aún era esa reluciente nueva comedia que no tenía como protagonistas a la típica gente guapa, sino a personajes con claras limitaciones sociales, entre los que destacaban las excentricidades de Sheldon. La serie no tuvo reparos en abusar de la popularidad de dicho personaje hasta acabar quemándolo antes de tiempo, por lo que las críticas hacia la serie se recrudecieron. Lorre apostó entonces por hacer lo inconcebible en sus inicios y convirtió a ‘The Big Bang Theory’ en una comedia de parejas, minimizando de paso las peculiaridades del cuarteto protagonista. El resultado de esto ha sido que ‘The Big Bang Theory’ ha alcanzado en esta sexta temporada una especie rutina en la que se siente bastante cómoda, pero sus opciones de arrancar carcajadas al espectador han quedado definitivamente desterradas.
El año de Raj
Hacía ya tiempo que quedaron formadas las parejas formadas por Penny y Leonard, Amy y Sheldon y Bernadette y Wolowitz, quedando Raj como un convidado de piedra que no iba mucho más allá de ser el mejor amigo de Wolovitz y alguien extremadamente tímido a la hora de tratar con las mujeres. Sin embargo, esta temporada sí que han intentado darle algo más de peso en la serie, algo especialmente evidente en los últimos episodios de la sexta temporada, pero que ya hizo acto de aparición en los inicios de ésta.
Ya antes del estreno de esta temporada se anunció que el personaje de Stuart iba a convertirse en regular, algo que se notó durante varios episodios, pero parece que se quedaron sin planes para el pobre Kevin Sussman en cuanto su línea argumental como pareja de Raj sin serlo realmente y sin que este último se coscase de ello se agotó. Eso sí, no se abusó de ella y funcionó con moderada corrección, un aspecto en el que la serie ha sabido manejarse bien tras los excesos parejiles del año pasado a los que aludía mi compañero Alberto en sus valoraciones sobre la quinta temporada.
Este año no sólo no ha habido grandes excesos en las relaciones de pareja –varios episodios han girado alrededor de que los chicos hacían una cosa y ellas otra totalmente diferente-, sino que han dejado que sea Raj quien lleve el peso amoroso de la serie en su tramo final. Los intentos cómicos de la misma no han terminado de cuajar, pero sí que han logrado la empatía del espectador. Hace ya tiempo que su nulidad sentimental ha convertido a Raj en una especie de amigo que el espectador está deseando que sea feliz de una vez porque sencillamente se lo ha ganado. El fichaje de Kate Micucci ha sido otro gran acierto, ya que han explotado su peculiar expresión facial para crear a alguien aún más insegura que el propio Raj, allanando así la transición de éste para poder hablar delante de una mujer sin la necesidad de ingerir ingentes cantidades de alcohol.
Los vaivenes sentimentales de Penny, Leonard, Sheldon y Amy
Ya he señalado que esta temporada se ha relajado un poco la tiranía de las parejas, siendo de agradecer que Wolowitz y Bernadette hayan perdido ese excesivo protagonismo que ganaron en el tramo final de la quinta temporada. Una vez superada la necesidad de irse a vivir juntos, han quedado relegados con acierto a un segundo plano que, contra pronóstico, también ha pesado más de lo previsto en el caso de Penny y Leonard. Me temía lo peor cuando ella dudaba sobre sus sentimientos hacia él al principio de temporada, cosa que fue aclarándose en los sucesivos episodios hasta que ella manifestaba por primera vez en público sus sentimientos en ‘The 43 Peculiarity’.
Esta escalada emocional se desarrolló de forma inesperadamente eficaz y desde entonces ha habido cierta calma al respecto, cosa que espero que se mantenga tras la separación temporal de final de temporada —¿a qué se debe esa manía de Chuck Lorre de cerrar las temporadas de la serie mandando lo más lejos posible a uno o varios de los protagonistas?—. Sí que ha habido, aunque haya sido desplegándolo a lo largo de toda la temporada y no comprimido en varios episodios consecutivos, más relevancia en los progresos de la relación entre Sheldon y Amy, una pareja que siempre me pareció relativamente razonable, pero que nunca conseguía disociar de unas declaraciones de hace mucho tiempo de los responsables de la serie diciendo que sólo buscarían novia a Sheldon cuando se hubiesen quedado sin ideas.
Es aquí donde ha habido grandes aciertos cómicos –Amy haciéndose la enferma para disfrutar de las atenciones de un siempre esquivo Sheldon es una de las mejores tramas de la temporada-, pero también situaciones que muestra una evolución en Sheldon –admitir que tener una relación física con Amy es una posibilidad o el vídeo que podéis ver justo encima de este párrafo- difícil de asimilar si recordamos cómo era hace no tanto su personaje, aunque, justo es reconocerlo, aún más ha cambiado Barney Stinson en ‘Cómo conocí a vuestra madre’ y no parece haber tantos problemas con ello. Son cambios que se están manejando con calma, pero aún así siguen resultando extraños.
Otros detalles
La serie ha terminado esta temporada su transición de sitcom presuntamente hilarante a digno entretenimiento que te saca sonrisas con relativa frecuencia y risas de forma esporádica. Posiblemente ‘The Bakersfield Expedition’ haya sido el episodio más llamativo de esta temporada —con razón se convirtió en el más visto de la serie con 20 millones de espectadores—, ya que permitía a los chicos sacar a relucir su frikismo por ‘Star Trek’ y a ellas protagonizar una divertida trama en la que acababan discutiendo sobre superhéroes, aunque también ha habido otros aciertos ocasionales —Wolowitz ejerciendo como máster en una partida de ‘Dragones y mazmorras’— que han elevado esta sexta temporada claramente por encima de la quinta, seguramente la peor de lo que llevamos de serie.
Puede que sea que ya no tengo expectativa alguna cuando veo ‘The Big Bang Theory’ o el simple hecho de que haya quedado relegada a la condición de serie que únicamente veo mientras como con mi novia, pero esta temporada me ha ofrecido un entretenimiento sencillo y nada memorable idóneo para disfrutar durante 20 minutos y poco después olvidarme prácticamente de todo –hay multitud de tramas de las que ya no recuerdo nada- lo que había sucedido en el episodio. Lo ideal sería alimentarse siempre de comida de alta calidad, pero ‘The Big Bang Theory’ se ha convertido en el equivalente a esas gominolas que siempre apetecen de vez en cuando. Sabemos de sobra lo que van a darnos y que esto nunca va a ser genial, pero según el momento lo disfrutaremos más o menos.
En ¡Vaya tele! | https://www.espinof.com/ficcion-internacional/the-big-bang-theory-un-te-quiero-sin-gracias
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