Edward Jay Epstein escribe una interesante columna de cine en Slate, The Hollywood economist, que abunda más en el negocio del cine y en la industria, metiendo el dedo en la llaga de por qué el cine está donde está. En la gran mayoría de las columnas hila muy fino, pero en esta que os recomiendo, The popcorn palace economy (La economía del palacio de las palomitas), muestra en tres pinceladas de donde sacan el dinero ahora los cines: venta de palomitas, exhibición de películas y los anuncios publicitarios.
Estas lecturas recomendadas vienen motivadas por lo que iba escuchando esta mañana en la radio. En ella, un joven cineasta se quejaba, y no si razón, de que los cortometrajistas que están comenzando no tienen salas donde poder exhibir sus trabajos, ya que la mayoría de los exhibicidores prefieren llenar los tiempos de espera antes de la película con anuncios y promos con los trailers de los próximos estrenos, no dejándoles huecos.
Esto tiene una fácil explicación, y en parte viene comentado en el artículo que os indicaba antes. Las salas necesitan generar ingresos, y la publicidad que emiten antes de las películas está muy bien pagada y a ellos apenas le genera gastos. Además, dados los contratos leoninos con las productores, se ven obligados a poner un montón de trailers que inciten al público a ver los próximos estrenos (como si esto no fuera ya posible hacerlo en Internet, es seguir viviendo anclado en el pasado, pero eso de la industria cinematográfica no nos sorprende). Incluso, si emiten esos cortometrajes, en cierta forma, parte de la taquilla tendría que ir para la productora del mismo, porque digo yo que gratis no se emitirían, pero dado lo poco acostumbrados que estamos a ver cortos en España, creo que no tendrían otra salida que programarlos sin coste para la sala. Como podemos ver, las salas lo único que buscan es generar, pese a quien le pese, los mayores ingresos, lo cual es comprensible. Pero de ahí, a convertirse en le negocio de la restauración, media un buen paso. Y es que son las palomitas la principal fuente de ingresos de las salas y el motivo, mal pensado, de interrumpir la sesión en todas aquellas películas cuya duración esté por encima de las dos horas y media, como nos ha ocurrido viendo King Kong y Harry Potter y el cáliz de oro, ni que fuese la televisión, y Fellini removiéndose en su tumba. ¿Para tener un descanso? No señor. Para vender más palomitas y para rentabilizar el hecho de tener una sesión menos, lo que significa menos entradas vendidas (esto me cuesta creerlo, el número de espectadores a la larga será el mismo), puede que menor número de palomitas vendidas, pero sobre todo menos publicidad vendida (lo cual sí tiene cierta lógica).
Es decir, la experiencia de ir al cine ha variado completamente, ahora nos encontramos en el mundo del palacio de las palomitas, y no sólo eso, sino que también esta situación ha llegado a las salas en V.O. Pero como se comenta en la columna de Epstein: ¿Saben cuál es la más importante innovación tecnológica después del sonido? Es difícil... El posavasos que tenemos en cada butaca para dejar la bebida. Hasta donde hemos llegado. Ahora comprendo por qué Cabrera Infante dejó de ir al cine, aunque él dijese con su fino humor, que había descubierto el vídeo.
En Amazon | The Big Picture: The New Logic of Money and Power in Hollywood Más información | Slate: The Hollywood economist