Esta noche la academia entrega sus premios anuales, y os recordamos que aún podéis participar en la quiniela de los oscars y llevaros un lote de películas. Hay auténticos fanáticos de los oscars que con total seguridad aguantarán despiertos hasta altas horas de la madrugada (en el caso de España) para saciar el interés por conocer quienes serán los ganadores.
Sin embargo, la ceremonia viene precedida de una pequeña polémica que ha enrarecido el ambiente, enfriando si cabe el interés por la ceremonia, y simplemente porque las películas nominadas este año no gustan a los americanos. Elsa Fernández Santos, que está escribiendo unas interesantísimas crónicas en El País, lo explica perfectamente:
En una nación en la que la autoprotección de su industria cinematográfica ha sido una cuestión de estado ahora no cesan las críticas a Hollywood. La vieja norma (impulsada en los años setenta por la Motion Pictures Association of America) de que nada es más dañino para la industria que airear sus malas cifras se pasa por alto y se recuerda constantemente que los números de los últimos meses son los peores en década y media. Mientras la crítica europea (y la más seria de Estados Unidos) califica la cosecha artística de este año como una de las mejores de los últimos tiempos, un encendido tertuliano grita en una televisión indignado: "¡Esto no es cine americano!". Con las cifras en la mano añade: "¡Está claro que a los americanos no nos gustan estas películas!".
Recordar que desde siempre Hollywood, a la hora de estos premios, ha estado dominado por dos tendencias: la de las grandes superproducciones y las películas políticamente correctas preocupadas por temas serios. Cada año las nominaciones pivotan sobre estos dos polos, predominando la idea industrial sobre las tesis. Así, el precedente del año pasado con Million dollar baby, la tesis frente a la industria, se ha repetido agigantado este año, incluido el oscar honorífico a Robert Altman, que conviene recordar fue alguien que se enfrentó por completo a la industria. Uno que le empieza a dar vueltas al asunto se pregunta que podrá suceder el año que viene, y si los estudios no harán valer su fuerza para cambiar el sino de las nominaciones. Lo que importa de verdad es que luchen por los premios las que sean las mejores, y lo bueno es que han sido los propios académicos los que se han rebelado... por el bien del cine. Y estos oscars son un golpe duro al sistema.
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