Como ya sabéis de otras ocasiones, la Disney tiene en cuenta a Blogdecine, y la semana pasada nos invitó a presenciar y comentar dos actos relacionados con dos de sus productos; primero, el estreno mundial de ‘Cuento de navidad’, lo nuevo de Robert Zemeckis, que estará en nuestros cines el próximo viernes, y segundo, la salida del Blu-ray y el DVD de ‘Up’ (cosa de la que no puedo hablar por el momento, si no quiero que me visite el escuadrón ninja de John Lasseter). Normalmente, esto va por turnos, pero por diferentes razones que no debo desvelar, me tocó a mí cubrir las dos actividades, de ahí mi ausencia desde el día uno de este mes hasta ayer. Quiero pensar que algún lector se dio cuenta.
Londres era el primer destino. El domingo 1 de noviembre subí a un avión con destino a la capital británica, para asistir a la premiere mundial de ‘Disney´s A Christmas Carol’, o como se titula aquí, ‘Cuento de navidad’. Como sabéis, se trata de una nueva versión del clásico de Charles Dickens realizada por Robert Zemeckis utilizando la más avanzada tecnología de la captura del movimiento, ofreciendo, en teoría, un gran espectáculo en 3D para todos los públicos. Jim Carrey, Colin Firth, Bob Hoskins, Gary Oldman y Robin Wright Penn prestan sus voces y sus actuaciones a los personajes animados que vemos en la película, en la línea de ‘Polar Express’ y ‘Beowulf’, los dos anteriores trabajos del director de ‘Regreso al futuro’ y ‘Forrest Gump’.
Tras un cómodo viaje de dos horas (y antes otro de una hora desde Murcia a Madrid), aterrizo en Londres en torno a las once de la noche. En el aeropuerto tengo la suerte de conocer a Gonzalo, de Antena 3, y Chusa, de Colpisa, fantásticos profesionales que me ayudaron desde el primer momento. Gracias a que sus respectivos medios les costean el transporte, me ahorro tener que abonar el dineral (55 libras) que iba a costarme el taxi, porque el viaje de Heathrow al hotel no estaba pagado por Disney (es una de esas cosas que uno no entiende de este tipo de organizaciones, pagar un vuelo en business pero no un transporte desde el aeropuerto).
Aproximadamente una hora después, entro en mi habitación del Royal Garden Hotel. Vale, está muy bien, pero, ¡qué poco espacio! Oye, se supone que es uno de los mejores hoteles de Londres, no me entiendas mal, yo con un hotelillo de dos o tres estrellas ya estoy más que contento, pero… En fin, al margen del espacio, la “room” es una pasada y aunque tardo un poco en dormir, me levanto descansado y con energía, el lunes 5. Por la ventana entra mucha luz y descubro que hace un Sol fantástico. ¿Sigo estando en noviembre y en Londres? Bajo a desayunar y conozco a Valeria, que trabaja para Yahoo, entre otras compañías. En una media hora me zampo una buena ración de tostadas, bollería, cafés y zumo, por si luego no nos daba tiempo para almorzar. Cosa que sucedería.
A las diez de la mañana tenemos previsto el pase de prensa de ‘Disney´s A Christmas Carol’ en el Empire Leicester Square, mismo sitio donde al día siguiente se proyectaría para el público. De nuevo, el transporte iba por nuestra cuenta, pero bastó un corto viajecillo en uno de esos autobuses rojos tan famosos (2 libras el ticket) para llegar. Resultó que el pase era a las diez y media, así que nos dio tiempo para dar una vuelta y respirar un poco la ciudad. Tras caminar un poco, me doy cuenta que soy el único que no lleva abrigo. Repito: el único individuo por las calles de Londres que no lleva abrigo. Vivir el invierno de Granada te prepara para cualquier cosa.
Diez y media. Empire Leicester Square. Las gafotas del 3D puestas. Un café cargadísimo recién ingerido aún moviéndose por mi tripa. Vale. ‘Cuento de navidad’. ¿Y qué tal? Bueno, os contaría ahora mismo qué tal la película, pero… mejor lo dejamos para una crítica, ¿de acuerdo? Mañana a más tardar la tenéis en portada, prometido.
Salimos del pase, noventa y cinco minutos después, y con bastante tiempo por delante hasta la rueda de prensa (en la que iban a estar Jim Carrey, Robert Zemeckis, Colin Firth, Bob Hoskins y Andrea Bocelli, que se encarga de una cancioncilla de la banda sonora), nos damos otro paseo por la ciudad. Pasamos por unas tiendas y hacemos alguna compra, nunca para nosotros (yo no puedo evitar adquirir una placa de un sitio llamado “The Cat Pub”, aunque no tengo ni idea de lo que es). Tras una buena caminata llegamos al Hotel Dorchester, donde tiene lugar el acto de presentación de ‘Cuento de navidad’ y las entrevistas.
Gracias a God, a la entrada del salón donde se produjo la rueda de prensa había unos pequeños sandwiches y chorradillas varias que entraron en el estómago con la misma facilidad con la que el Real Madrid es eliminado de la Copa del Rey. Al poco de sentarme, de nuevo activo, entraron, por este orden, Bob Hoskins, Jim Carrey, Robert Zemeckis y Colin Firth, más dos tipos que debían ser productores, porque a nadie les interesaba su presencia pero hablaban un montón, especialmente sobre lo maravilloso que era trabajar con Zemeckis. Carrey entró dando brincos y haciendo el payaso, con una barba que le haría irreconocible, si no fuera por sus inconfundibles ojos; se llevó toda la rueda de prensa bromeando, riéndose, y al final se dejó querer por los medios y los que estaban como locos por pedirle un autógrafo. Es un showman y se comporta como tal. Al menos, no engaña a nadie. Y es muy alto.
Desgraciadamente, no tuve oportunidad de entrevistarle en privado, cosa por la que, en principio, acepté hacer el viaje a Londres. Era el más solicitado, claro, y su agenda no tenía huecos salvo para los medios más importantes; ninguno de mis compañeros españoles logró tampoco poder hablar con él. Pero sí tuvimos unos minutillos para hacer unas preguntas a Zemeckis y Firth. Tres minutos cada uno, aproximadamente. Imaginaos lo que se puede decir en tan poco tiempo, con prisas por todas partes, un foco dirigido directamente a tus ojos (quizá para acelerar aun más la “entrevista”) y varios técnicos y ayudantes a tu alrededor, sudando porque no hay un segundo que perder, que hay mucha gente y pocos invitados.
Un lío, así no se puede hacer nada. Eché de menos la tranquilidad (relativa) con la que conté en Sitges, cuando lo mínimo eran diez minutos. Además, esta gente ya sabe que no hay tiempo, así que responden con una frase o dos, como mucho. Da igual. Todo se basa en que se hable de ‘Disney´s A Christmas Carol’, que la gente sepa de la película, y lo que se escriba y lo que se diga, es lo de menos. Pagan un dineral para que todos sepamos que se estrena esta cosa, pero no les preocupa que sus responsables hablen del producto, cosa que a mí me parecería intolerable; claro que a Zemeckis sólo parecía importarle que le elogiaran y que se hablara del 3D. Pero ya lo comprobaréis. En un próximo artículo os dejaré lo que me contaron el director norteamericano y el actor británico.
Aunque estaba cansado, o más bien estresado, la tarde del lunes la pasé de un lado para otro. Haciendo un poco de turismo por Londres, echando un vistazo al centro, bebiendo café y entrando en alguna tienda. Claro que allí oscurece antes de las cinco de la tarde y las tiendas empiezan a cerrar en torno a las seis. Encontré Harrods y me quedé en la sección de DVDs hasta las ocho (¡‘Equilibrium’ por cinco libras!). Vuelta al hotel, a cenar (en un japonés que había en la última planta, muy lujoso, cuya cuenta pagué con dinero de Mickey Mouse) y a dormir.
El martes 3 no tenía nada que hacer hasta la tarde, cuando estaba prevista una ceremonia de encendido navideño, en varias plazas de la ciudad, a cargo de los protagonistas de ‘Cuento de navidad’. Así que empleé la mañana en ver algunos de los típicos sitios que hay que ver en Londres, por hacer unas fotos. Me perdí en el Natural History Museum. El Big Ben no es tan grande como parece. Me habría encantado subir al London Eye, pero se me echaba el tiempo encima. Ah, y una hamburguesa del McDonald´s allí sabe igual que la de aquí. Los taxis van a toda leche, mala suerte si cruzas mirando el lado incorrecto (sí, casi me atropellan un par de veces).
A partir de las cinco, Leicester Square era una locura. Gente por todas partes, la mayoría nerviosos por los adornos navideños de Disney, conscientes de que Carrey y compañía iban a pasar por allí más tarde o más temprano. Los de seguridad contestaban preguntas a cada segundo, a la vez que intentaba poner un poco de orden. A las seis, era un lugar imposible. Y todavía no había empezado nada. A las siete me tuve que unir a la manada, para poder entrar en el Empire y asistir al pase con público. No me apetecía nada volver a ver la película, teniendo Londres para visitar, pero bueno, algo tenía que hacer, de lo contrario me habría sentido culpable.
Tras un rato agobiante, en el que comprobé una vez más que los adultos pueden ser, al menos, igual de imbéciles y maleducados que los más jóvenes, por fin nos dejaron pasar a lo que podríamos llamar “la zona privilegiada”. Esto es, un pequeño parque donde unos niños cantaban villancicos mientras los “famosos” (en Londres los debían conocer) iban caminando por una alfombra roja y los periodistas se desesperaban por hacerles alguna pregunta. A todo esto, unos gorilas muy cabreados nos animaban a correr y pisarnos unos a otros si era necesario por llegar cuanto antes al cine, mientras copos de nieve artificial se derretían dolorosamente en los ojos, dejándonos ciegos. Por fin, cruzado el parque del infierno, llegamos a la alfombra roja que conectaba con el Empire. Un montón de gente nos miraba, detrás de las vallas, como si fuéramos carne de televisión. Están locos estos ingleses.
Entramos y poco a poco la sala se fue llenando de gente. En la pantalla, un reportaje con imágenes de la película y declaraciones de Carrey y compañía, grabadas poco antes en la “zona privilegiada”. Nos dieron las gafas, un botellín de agua, unos caramelos y una chocolatina. Con más personas, me di cuenta que el asiento está hecho para flacos (menos mal que lo soy, pero lo paso mal igual que si fuera gordo). Por cierto, confirmo que el tema de la puntualidad en Londres es un mito. Creo que podía vivir allí.
Finalmente, mucho más tarde de lo previsto, entraron Bob Hoskins, Jim Carrey, Robert Zemeckis y Colin Firth (es curioso, la verdad es que yo estaba harto de verlos) y una chica les dejó un micrófono, pero sólo Carrey tenía ganas de hablar. Dijo un par de chorradas sobre el honor que suponía estrenar la película ese día y ante esa audiencia (notamos lametazos en el trasero), y otra vez que rodarla había sido maravilloso y que esperaba que nos encantara. La gente pitó cuando vio que nadie más iba a hablar, pero como Carrey seguía gritando frases mientras se marchaba (ya sin micro), al final aplaudieron.
También la película. Nada que ver con la prensa. Parece que el público, al menos el londinense, se lo pasa bien con ‘Cuento de navidad’. Así que ahí queda eso, por si queréis tomarlo. Por otro lado, tened muy en cuenta dónde sucede la historia y, sobre todo, que la mitad de la sala estaba ocupada por menores de once años. Abandoné Leicester Square a toda prisa, y di un tranquilo paseo por la zona, alejado de las masas. ¿Cuánto costarán esos adornos navideños por todo Londres? Bueno. Cené un sabroso sandwich de carne y cebolla y de postre una deliciosa “apple pie”, mientras escuchaba la banda sonora de la película, uno de los regalillos de Disney para la prensa (también una bufanda y el cuento de Dickens).
A la mañana siguiente, sin tiempo para nada más que otro enorme desayuno y el “checking out”, me dirigí al aeropuerto guiado por Valeria, que se conocía el camino como la palma de la mano. Un metro, un tren y en un rato estábamos en Heathrow de nuevo. Vuelta a Madrid. Y al día siguiente, a San Francisco. Pero eso es otra historia.
PD: Bocelli llegó cuando quedaban quince minutos para el final de la rueda de prensa. Habló en italiano, porque decía que en inglés no se manejaba bien; una intérprete nos explicó que estaba encantadísimo de haber trabajado con Disney. Un periodista le hizo una pregunta que en definitiva era seguir diciendo que todo había sido genial y un gran sueño. El moderador le pidió que hablara más. Y otra vez, todo maravilloso. ¿Qué hacía allí, si lo que interesaba era la película? Pues lo mismo que la prensa. Cumplir con un protocolo estrictamente controlado y ala, a casa. Mal vamos si lo único que hay que hacer es escuchar que todo es fantástico.
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