El bienestar. El bienestar y la seguridad de las chicas es importante, más en estos tiempos en los que algunos restan valor a la causa feminista y prosiguen en el empeño de continuar sus vidas como si nada hubiera cambiado en las últimas décadas, como si el mundo no necesitara preguntarse de forma reiterada si las chicas están bien, una vez asimilado cómo ha tratado el sistema machista y patriarcal a estas durante siglos y siglos.
Cuento estival con un triple juego de espejos
Tal pregunta es la que repetidamente se hace Itsaso Arana, guionista y directora de cine y teatro, que agrupa en una bucólica y encantadora casa molino a cuatro amigas actrices para ensayar una obra teatral (o un ensayo fílmico, un rodaje, unos apuntes cinematográficos... qué más da).
Itsaso —que se interpreta a sí misma, al igual que todas las maravillosas intérpretes que aparecen en la película: Bárbara Lennie, Irene Escolar, Itziar Manero, Helena Ezquerro— siente el deseo de crear una obra artística de interés, especial, bonita, que trate temas universales (como la muerte, la orfandad, la amistad, las relaciones de pareja), pero también se preocupa por las chicas, que estén bien, se sientan a gusto y así puedan compartir libremente sus historias personales, sus sentimientos. Porque ante todo está la sororidad; lo humano siempre en el centro.
Toda esta especie de sinopsis de la película es también la historia misma de la obra (de su concepción, de su rodaje, sus pretensiones...), y es que 'Las chicas están bien' es un bellísimo e inteligente ejercicio cinematográfico que desarrolla un triple juego de espejos: el de la ficción, el de la realidad y el de la obra de teatro que se está ensayando.
Un juego de espejos que Arana (directora en la vida real y en la ficción) no oculta, su intención no es sorprender al respecto, sino que muestra sus cartas desde el principio a través de originales títulos de créditos en el que ella va escribiendo y corrigiendo en un papel las diferentes posibilidades terminológicas con las que definir su película.
No obstante, esta decisión no impide que Arana vaya deslizando poco a poco dichas capas, consiguiendo así atractivas situaciones en este sentido. De esta forma, logra sumergir al espectador en una juguetona mezcla de escenas y diálogos en los que resulta difícil esclarecer si se trata de la realidad, la ficción o la obra teatral, logrando puntos álgidos como la ruptura de la cuarta pared. Y es que vida y ficción, ya sabemos, son lo mismo.
'Las chicas están bien' es un filme femenino y feminista, austero en su presupuesto y elevado en su humanidad y calidad cinematográfica. Una muestra de que el séptimo arte puede (y debe) afrontarse desde enfoques distintos a como suele hacerse. Ha comentado Bárbara Lennie que ojalá fueran todos los rodajes como este; las cinco actrices estuvieron realmente conviviendo a lo largo de dos semanas en la casa que aparece en el filme, con una sintonía y un bienestar entre todas encomiables.
La culpa de estos pequeños milagros la tiene Los ilusos films, productora creada por Javier Lafuente y Jonás Trueba que ha producido la mayor parte de las películas de este último. Ahora, Los ilusos se ensanchan y alumbran un largometraje no dirigido por el cineasta madrileño, aunque manteniendo el tono y la estética (siempre esa ligereza rohmeriana como gran referente) que poseen los filmes de este.
De todos los temas que aborda la ópera prima de Arana sorprende por su originalidad el referido a la sororidad que emerge dentro del mundo del arte (en esta ocasión del cine y el teatro), destacándose entrañables escenas en las que se confrontan el tándem formado por las actrices veteranas (Bárbara e Irene) con el de las actrices más jóvenes e inexpertas (Itziar y Helena). La confianza de las primeras con el nerviosismo de las segundas.
'Las chicas están bien' es una de las películas españolas del año
Además, el tratamiento de los personajes masculinos, sin rastro durante los dos primeros tercios del metraje, es muy singular, ya que ellos jamás trastocan el microcosmos creados por ellas, el sano y seguro espacio que han formado como grupo; pero lo mejor es que, sobre todo en el caso del personaje que interpreta Gonzalo Herrero (el único realmente que vemos en pantalla en más de una escena), tampoco desea desestabilizar la armonía de las chicas, sino simplemente convivir por un rato con estas.
El debut de Arana en la dirección, una de las cintas españolas más logradas de este año y que fue presentada internacionalmente en la Sección Oficial de Karlovy Vary, es un formidable cuento estival con vestuario y escenarios propios de la cuentística popular, con cartas escritas a mano, con un sapo y un príncipe que tiene poco de encantado y mucho de encantador, pero sobre todo, un cuento en el que las protagonistas femeninas no tienen nada que ver con las princesas de los cuentos de antaño.
Estas no discuten por un chico, la amistad de todas no se ve resquebrajada ni puesta en duda por la irrupción del personaje masculino, ellas se ayudan mutuamente y se abren en canal para decir lo que piensan en el momento en que lo piensan (cuánta importancia y qué difícil resulta), se aconsejan mutuamente y se valoran.
Mujeres libres, listas, que desean y son deseadas, que reivindican su espacio a través de los cuidados, de la ternura y que, ante todo, se preocupan por el bienestar de todas, preguntándose si están bien. Otro cine, tanto por dentro como por fuera.
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