Creo que no hay ninguna película de la que se haya hablado tanto últimamente por motivos negativos como de ‘Todo el dinero del mundo’ (‘All the Money in the World’). Todo parecía ir sobre ruedas para la cinta dirigida por Ridley Scott hasta que estalló el escándalo de Kevin Spacey. Se optó por eliminar su participación, volviendo a grabar todas sus escenas con Christopher Plummer ocupando su lugar.
El drama no acabó ahí, ya que tiempo después se supo que Mark Wahlberg había cobrado 1,5 millones de dólares por el rerodaje cuando Michelle Williams lo había hecho por el mínimo posible. La polémica llevó al actor a donar ese dinero y yo aún estoy esperando a que vuelva a saberse algo raro sobre ‘Todo el dinero del mundo’. Parece que se va a quedar en eso y lo que nos queda es un thriller competente pero sin demasiado brillo.
De lo extraordinario a lo convencional
La historia real que adapta ‘Todo el dinero del mundo’ es extraordinaria, ya que la historia del secuestro de John Paul Getty III es tan peculiar que cuesta imaginar que no pueda salir algo interesante de ahí. Ni siquiera el hecho de que el guion de David Scarpa introduzca una serie de cambios para que el peso dramático recaiga sobre su madre debería ser obstáculo para ello, pero lo cierto es que la película acaba resultando mucho más convencional de lo deseable.
Si uno se fija, la mayoría de llamativos detalles sobre todo lo que rodeó al secuestro y el pago del rescate están ahí, incluyendo la dureza del abuelo a la hora de negociar -incluso el hecho de solamente estar dispuesto a pagar la cantidad máxima que se podría deducir de cara a Hacienda-, pero el tratamiento de la misma resulta un tanto decepcionante. Uno de los motivos es que quizá se preste más atención a lo que no resulta tan interesante.
Por concretarlo, Plummer da vida a un anciano cuya vida gira de forma casi exclusiva alrededor del dinero. Eso le permite tener varios momentos para brillar, pero lo hace más por lo inesperado de su actitud que porque su actuación sea especialmente memorable. De hecho, creo que Spacey le habría dado mucho mejor ese toque de hijoputismo intrínseco del personaje que aquí no llega a alcanzar todo su esplendor en la pese a todo notable actuación de Plummer.
La aportación del reparto
Luego nos encontramos que van alternándose las escenas sobre el estado del secuestrado -efectivo Charlie Plummer, sobre todo a medida que tiene que ir haciendo frente a situaciones cada vez más dramáticas- con la investigación liderada por Wahlberg y el sufrimiento exhibido por Williams. Aquí se produce la decisión esencial sobre qué quiere ser la película al decantarse por potenciar más lo tercero cuando lo realmente distintivo de este caso era lo primero.
Por mi parte no puedo ponerle la más mínima pega a la actuación de Williams, que sabe ir modulando perfectamente los niveles de desesperación del personaje especialmente conseguido es el momento en el que descubre algo que podría ayudarla para descubrir poco después que no es el caso- en relación directa al desgaste que va sufriendo, tanto por el paso del tiempo como por las sucesivas noticias que va recibiendo.
En el caso de Wahlberg aporta consistencia, ese punto de equilibrio necesario para unir lo emocional con lo práctico, aunque lo primero vaya haciendo mella de forma progresiva en él hasta llegar a su punto culminante en una escena que no llega a tener toda la fuerza que Scott espera de ella. Por decirlo de otra forma, su personaje es el pegamento necesario para unir varios elementos. No es memorable, pero sí cumplidor.
El problema es que mientras veía la película lo que realmente me llamaba la atención era la singular relación que es establecía entre el secuestrado y uno de sus secuestradores. A ello ayuda lo suyo el estupendo trabajo de Romain Duris, quien es capaz de transmitirnos mucho más de lo que muchas escenas deberían. El motivo es que su progresivo afecto hacia Getty no está bien perfilado en el guion y es el talento interpretativo el que ha de compensar esos vacíos.
‘Todo el dinero del mundo’ cumple pero no entusiasma
A esto último ayuda el querer cubrir demasiados frentes en lugar de optar por uno de forma clara y que el resto funcione a partir del mismo. Y encima eso no es algo que suceda porque ‘Todo el dinero del mundo’ sea demasiado ambiciosa, sino porque confía más en la efectividad de escenas concretas que en cómo eso ayuda a construir un todo mejor. Algo que también se percibe en el trabajo de puesta en escena de Scott, muy inspirado de forma ocasional.
Hay escenas como el prólogo o el momento más duro del cautiverio de Getty que están narrando con un pulso firme que deja en evidencia a multitud de directores más jóvenes, pero luego Scott se deja llevar en multitud de ocasiones, confiando en que el talento de los actores y el cuidado acabado técnico -aunque a mí hay algo en su fotografía que no me terminaba de encajar- compensen el limitarse a ser eficiente en lugar de aportar mayor vigor a las imágenes.
En definitiva, ‘Todo el dinero del mundo’ dista mucho de ser una mala película, pero también se queda casi igual de lejos de resultar memorable. Tiene momentos inspirados, buenas actuaciones y escenas destacables, pero el conjunto se queda en una curiosa tierra de nadie en la que no te molesta haberla visto pero sí que te queda la sensación de que debería haber dado mucho más de sí.
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