De la maravillosa época del cine mudo debe de haber un montón de películas irremediablamente perdidas. Por citar dos ejemplos, tenemos la famosísima 'London After Midnight' de Tod Browning, de la que sólo existe una restauración realizada a base de fotos fijas, cosa que yo me niego a ver por mucho que me pese, asi que de momento (y supongo que por siempre) me tendré que conformar con su magistral remake, también de Browning, 'La Marca del Vampiro'. También tenemos el caso de 'Avaricia', esa monumental obra maestra de Erich Von Stroheim, que en una reciente restauración le fue añadido gran parte de su metraje perdido, pero con el mismo sistema de las fotos fijas. Verla así es un verdadero coñazo, asi que me quedo con la anterior versión, que es igual de impresionante. 'The Wicked Darling' fue encontrada por Holanda y hubo que desechar 15 minutos de metraje, probablemente por el mal estado en el que se encontraban. Así la cosa se queda en una película de 59 minutos de duración que sin esos 15 minutos pierde bastante. Recordemos que hablar de 15 minutos en aquella época sería como hablar hoy día de una hora más o menos. También hay alguna que otra foto fija, pero sólo en un par de escenas. 'The Wicked Darling' cuenta la historia de una mujer que se ve obligada a cometer robos para poder vivir. Un día se colará en una gran mansión, y conocerá a su dueño quién está a punto de irse a la ruína. Entre ambos surgirá una relación especial, pero el malvado jefe de ella le obligará a hacer cosas que no quiere.
El film adolece de una falta de ritmo pasmosa, evidentemente por la falta de metraje, pero es lo que hay, asi que en ese aspecto la película flojea bastante. Hay incluso un par de elipsis forzadísimas además de enormes y que desconciertan un poco, haciendo que el film avance a trompicones, demasiados. Por otro lado Browning, a quien le faltaban unos años para relizar algunas de sus inmortales obras, ya empezaba a despuntar con su excelente puesta en escena, siempre queriendo impresionar el público, y casi siempre lográndolo. Citar al respecto algunos planos excelentemente realizados, o la secuencia de la foto, de una dureza increíble, mucho más que si se realizara hoy en día. Son momentos únicos muy típicos en el cine de Browning y difíciles de olvidar.
El guión también se resiente un poco por la falta de metraje, sobre todo en lo que respecta al dibujo de los personajes. Priscilla Dean es la protagonista absoluta, y el hecho de aparecer prácticamente durante todo el metraje hace que sea el único que se salve de la quema. Porque en lo que respecta a todos los demás lo cierto es que están bastante descuidados, sobre todo el que interpreta el mítico Lon Chaney, actor fetiche de Browning. Chaney está como siempre impresionante en los momentos en los que aparece, que son menos de los que quisiéramos. Sus entradas y salidas de escena terminan descolocando al espectador, al igual que las del resto de personajes.
Una película floja, pues, lamantablemente dañada por esa falta de metraje antes mencionada, pero que sirve perfectamente para poder ver pequeños destellos de genialidad de un director que haría Historia y que se convertiría en uno de los imprescindibles del Séptimo Arte.