'Querer', la serie justa ganadora del Forqué, navega en Movistar Plus+ entre los bordes de una problemática aterradora con sutileza, inteligencia y personalidad propia

'Querer', la serie justa ganadora del Forqué, navega en Movistar Plus+ entre los bordes de una problemática aterradora con sutileza, inteligencia y personalidad propia

Pedro Casablanc y Nagore Aramburu hacen dos de esos papeles que permanecerán en el recuerdo de las series españolas a lo largo de los años

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Querer

Siempre se ha hecho así. Siempre ha sido igual. No hay por qué cambiar las cosas, porque siempre han funcionado bien, y ya a esta edad tampoco hay necesidad, ¿no? Los hijos siempre los cuidará mejor una madre, que sabe mejor lo que hace, y ya de paso que lleve las cosas de la casa y viva tranquila y feliz. Todos sabemos, jajá, lo que es vivir en pareja: a veces hay que aguantarse y tener sexo aunque no te apetezca para que no se enfade. Al fin y al cabo, te quiere. ¡Nunca te ha levantado la mano! Eso sería maltrato. No tienes de qué quejarte. Todo va bien. Todo es perfecto. Después de décadas de matrimonio, ambos sabéis lo que es querer.

O no

Todos reconocemos lo que pasa en 'Querer' porque se enraiza en una generación anterior al "me too", al "solo sí es sí" y a los avances sociales de las últimas décadas que solo unos pocos descerebrados (parte de ellos, imagino, en los comentarios de esta crítica) niegan que hayan sido para mejor. Una generación representada en una madre clásica, de clase bien, que después de sufrir abusos físicos y mentales durante décadas, decide dar un paso adelante y denunciar a su marido por abuso. Él, por supuesto, no entiende nada. Debe estar loca. ¿Cómo es posible que me acuse a mí de tener mal temperamento y de violarla por las noches? Si somos pareja, ¿cómo la voy a violar? El consentimiento viene dado de serie.

Puede que te veas reflejado (o a gente cercana a ti) en las aristas que deja una serie como esta, porque, más allá de algunos momentos concretos -y necesarios para desvelar la verdad tras las acusaciones-, vive en la sutileza, en los lugares comunes, en esos momentos que en solitario no dirían nada extraño pero puestos en contexto resultan aterradores. Una cena en familia hablando de quien no está, un hijo escuchando los supuestos orgasmos de su madre, una conversación en la playa en la que nadie parece recordar episodios violentos, la defensa a ultranza de un padre por verse reconocido en él. Meter la cabeza debajo de la tierra esperando que todo acabe. Elegir bandos como única manera de supervivencia.

Alauda Ruiz de Azúa vuelve a demostrar que es la directora con muchas cosas que decir que conocimos en 'Cinco lobitos' después de su affaire alimenticio con Netflix. 'Querer' es una serie de autor, somera, fría, compleja, seria y adulta, que confía en el espectador inteligente mucho más de lo que lo hacen la mayoría hoy por hoy y que, en lugar de machacar con un discurso constante, no tiene problemas en mostrar las caídas, las contradicciones y los errores dentro de la evolución de la propia Miren, uno de los mejores personajes de la historia de las series en nuestro país, tan complejo y aparentemente frío como difícil de interpretar. Esta no es una serie fácil en todos los sentidos: nace con vocación de crear conversación y debate, y lo consigue con creces.

El mal querer

'Querer' solo necesita cuatro episodios para convencer, y en ninguno de ellos cae en trampas de guion que habrían debilitado la experiencia. No vemos el pasado de los personajes al que se están refiriendo continuamente, ni tenemos la imagen de un futuro idílico, ni tan siquiera vemos la época feliz del matrimonio entre Miren e Iñigo, si es que existió. Todo transcurre en un rabioso presente en el que los matices marcan el devenir del metraje, dando un tono casi periodístico al trabajo. No se deja llevar por la tentación de hacer escenas grandilocuentes de llanto y sufrimiento, o por monólogos que poner como ejemplo en las galas de entregas de premios. Al contrario: incluso las acusaciones y los ataques de rabia más desaforados se dan dentro de un contexto apocado y reprimido.

Se nota que su creadora conoce bien el País Vasco, porque ha representado perfectamente cómo son gran parte de las familias vizcaínas (y ojo: lo digo como vizcaíno, no es un hablar por hablar). Si Javier Giner mostró los contrastes vascos y catalanes en la fabulosa 'Yo, adicto', aquí nos quedamos inmersos en esos silencios, esa agresividad contenida, ese callarse para no meterse en problemas, esa eterna felicidad de cara a la galería, esos momentos entre madres e hijos donde no hace falta hablar. Cierto es que en ningún momento podemos creernos que Iván Pellicer y Miguel Bernardeau sepan una palabra de euskera, pero es un pequeño trámite que pagar para entrar en un relato que hiela la sangre.

Y lo hace, además de gracias a su impoluto y perfeccionado guion, a dos actores de raza que dan rienda suelta a toda su capacidad interpretativa gracias a la impresionante delicadeza de sus papeles. Por un lado tenemos a Nagore Aranburu, a la que hemos visto en 'Patria' o 'Loreak' y que aquí hace suya a Miren: es imposible imaginar al personaje sin sus casi mecánicos movimientos, su obcecada persecución de la verdad, su valentía que deja entrever el miedo acumulado de los años. Por otro, a Pedro Casablanc, que pese a su origen catalán borda la personalidad del padre vasco conservador con una espectacular furia contenida que en ocasiones (el capítulo del juicio) incluso consigue hacer dudar a los espectadores sobre la veracidad de las declaraciones de Miren. Porque él mismo está convencido de que no ha hecho nada malo. De que ella está loca.

El único error de 'Querer' es caer, en ocasiones, en la lección moral con el personaje de la abogada de Miren, que parece encargada de dar las moralejas que ya deberían ser obvias con su mero visionado. Ni lo empaña ni lo convierte en una serie "hilo de Twitter", eso sí: la apuesta de Movistar Plus+ es tremendamente inteligente al hablar de los bordes de una problemática, aquellos de los que nunca se habla pero que existen. Y lo hace con sensibilidad, sutileza, reivindicación y consciente de que va a molestar a las personas que se vean reflejadas en ella. Una maravilla que ha empezado la temporada de premios por todo lo alto con los tres Forqué, un triunfo que tiene pinta de que volverá a repetirse más adelante. Y, por una vez, sin que nadie tenga dudas al respecto.

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