Joe Berlinger es capaz de lo mejor y de lo peor. Lo primero lo hizo con su doloroso 'Paraíso perdido: los asesinatos de los niños de Robin Hood Hill', que está disponible en HBO. Lo peor se lo reparten innecesarias secuelas como 'El libro de las sombras (BW2)' o 'Extremadamente cruel, malvado y perverso', una innecesaria continuación de su documental sobre la figura de Ted Bundy para Netflix. Su nuevo trabajo, 'Escena del crimen: Desaparición en el Hotel Cecil', se queda a medio camino.
El hotel de los líos
La nueva serie de Berlinger para Netflix es un jarro de agua fría todos los amantes del misterio que durante los últimos años no se hayan flipado con el famoso y escalofriante vídeo del ascensor del Hotel Cecil de Los Ángeles. En las imágenes somos testigos del extraño comportamiento de Elisa Lam, una joven de 21 años que se hospedaba en el conflictivo hotel angelino. El vídeo, viralizado y estudiado hasta la saciedad, era la punta del iceberg de un caso que a priori sería un triunfo asegurado para una miniserie documental.
El jarro de agua fría viene porque el trabajo es mucho más terrenal de lo que un aficionado al misterio intuye viendo el vídeo. Los amantes de lo sobrenatural y lo paranormal no van a tener mucho más que el vídeo. La investigación está detallada al máximo y no la realizaron los cazafantasmas. Unos cuantos agentes que participaron en el caso o que trabajaron los alrededores van dando detalles sobre la investigación de manera paralela a las pajas mentales de un puñado de youtubers que vivieron su minuto de gloria durante los días de la desaparición de la joven.
Como ya pasaba en alguno de sus trabajos anteriores, el realizador de 'Metallica: Some Kind of Monster' está a años luz de ser un cineasta sutil. Sus altibajos tonales son tan profundos como los emocionales de los personajes que pueblan el documental y el barrio de Los Ángeles donde está el hotel. Skid Row, la zona que la ciudad tiene reservada para miles de personas sin hogar, tiene su cuota de protagonismo aquí. Porque antes que otra cosa más "espectacular", estos cuatro episodios van bajando desde el cielo de la ilusión al fango de la cruda realidad más dolorosa.
Aunque no sea un plato del gusto de todos, sí hay ciertos valores muy interesantes en la propuesta. La disección de esa parte de la ciudad y la reconstrucción histórica de la leyenda negra del Cecil darían para un estudio aparte. Sus instalaciones, atiborradas de ex-presidiarios, asesinos, psicóticos y demás personajes con los que uno no sueña compartir ascensor corrían a sus anchas por los pasillos del hotel. "El retrete vertical", que decía la policía. Como nido de crimen y hogar de Richard Ramirez, por poner un ejemplo, el hotel ya merecería una serie exclusivamente sobre su historia.
La hora de la verdad
Por desgracia, las desventuras violentas y los casos de falsos periodistas asesinos en serie van dejando poco a poco más espacio a los testimonios de un puñado de flipados con demasiado tiempo libre y muchas ganas de una realidad a la carta. El caso Lam fue seguido por millones de personas que no dudaron en crear la sempiterna cadena de ciberdetectives de turno. Si en el ruidoso 'A los gatos, ni tocarlos: Un asesino en internet' aquello le servía de base para ir de la mano a la caza de un (presunto) asesino, aquí los resultados son mucho menos festivos.
Pero no todo tiene que ser malo por esa razón. A medida que los minutos avanzan el mensaje y los discursos van cambiando hasta que nos enfrentamos a un problema real, universal y muy de actualidad: internet y sus gentes. Mientras los profesionales se dejan la piel para resolver un posible crimen, los chiquillos de las camaritas y las sillas de jugar a la consola intentan convencer a todo el mundo de estar ante una historia más grande que la vida. Tal vez sea porque, a lo mejor, esa gente no sabe lo que es la vida. O no tiene la capacidad para valorarla.
Mientras el misterio se resuelve y va quitando todas las capas que lo cubren, estos personajes siguen con sus discursos hasta que Berlinger decide que, ya que la gran mayoría de true crimes lo están haciendo, se reserva información clave para la hora del cierre. Antes hablaba de lo poco sutil de su trabajo y creo que los cliffhangers de esta miniserie son el mejor ejemplo. Es curioso que a la hora de abordar el acoso online sea tan torpe con todas las horas de vuelo de sus responsables. No olvidemos que los primeros nombres que aparecen en los créditos de cierre son los de Ron Howard y Brian Grazer.
Al final lo que queda en 'Escena del crimen: Desaparición en el Hotel Cecil' es una tragedia, una historia muy triste sobre la fragilidad del ser humano y sobre los peligros de las informaciones y el entusiasmo desmedido en beneficio propio. Los testimonios de los testigos y personajes clave en la tragedia van posicionando a un espectador que sigue pensando si no sería suficiente con una de las cuatro horas de documental para contar esta historia de manera más eficiente. A veces es necesario que la realidad te estropee una buena historia. Aunque sea por decoro.
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