Cómic en cine: 'Men in Black', de Barry Sonnenfeld

Cómic en cine: 'Men in Black', de Barry Sonnenfeld
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Que el mercado estadounidense del cómic es un Universo en sí mismo es algo de lo que no es complicado apercibirse si uno se hace con cualquier ejemplar del Previews —el catálogo mensual que utiliza la industria yanqui para que las tiendas soliciten con tres meses de antelación los cómics que van a vender— y da cuenta de las muchas páginas que estos "listines teléfonicos" dedican a un vasto panorama editorial que va mucho más allá de DC, Marvel e Image, por citar a las tres "grandes".

Derivado de la impresionante cantidad de pequeñas empresas que mes a mes publican dos o tres títulos —y que sobreviven no se sabe muy bien cómo— el mundo editorial estadounidense está siempre sujeto a cambios en las propiedades de los derechos sobre ciertos personajes o a compras de un pequeño sello que tiene un producto más o menos atractivo, por parte de otros con mayor presencia mensual capaces de garantizar a los autores mejores dividendos por su trabajo.

'Men in Black', un cómic independiente

Men in Black comic

Y ese fue precisamente el caso de 'Men in Black', un cómic que dió alguna que otra vuelta antes de terminar adaptado al cine en 1997 y cuya andadura comenzó en una minúscula editorial canadiense llamada Aircel que, operativa entre 1985 y 1994, sirvió de primer trampolín de salida en 1990 a la creación de Lowell Cunningham y Sandy Carruthers, un título que en esta primera encarnación llegaría sólo a alcanzar tres números que, no obstante, servían para marcar el tono de la historia.

Idea que se le había ocurrido a Cunnigham tras una conversación mantenida con un amigo aficionado a la ufología, 'Men in Black' se hace eco de la leyenda urbana estadounidense de los hombres de negro, unos supuestos agentes gubernamentales en lo más alto de la cadena cuyas funciones pasan por acallar aquellas voces que clamen haber tenido un encuentro en alguna de las fases que marca la escala de Hynek.

Muy diferente a lo que terminaríamos viendo en los cines, el tono de la serie de cómics era bastante más violento, no limitándose los hombres de negro imaginados por Cunnigham tan sólo a la investigacíón de "hombrecillos verdes" sino a toda actividad de corte paranormal que pudiera darse en suelo estadounidense, utilizando el asesinato como arma disuasoria si así lo creían conveniente.

'Men in Black', a mayor gloria de Will Smith

Men in Black 1

Problemas económicos llevarían a Aircel a ser adquirida en 1988 por Malibu Cómics, sello bajo el que vería la luz una segunda miniserie de tres números y que, a su vez, sería adquirido por Marvel en 1994. Pero dos años antes de que ésto sucediera, Malibu ya había vendido los derechos de 'Men in Black' a Walter F. Parkes y Laurie MacDonald, los futuros productores que, junto a la vital intervención de Steven Spielberg y Amblin, serían los responsables de su adaptación cinematográfica.

Contratando a Ed Solomon como guionista para llevar a cabo una adaptación lo más fiel posible al material original publicado en los seis cómics que habían llegado a ver la luz en forma impresa, resulta curioso que el producto final firmado por Barry Sonnenfeld se parezca tanto a éstos como la Catwoman de Pitof a la Selina Kyle de las viñetas...que ya es decir.

No es que ésto último sirva para desacreditar el trabajo de Solomon considerando que los primeros borradores del libreto sí que se acercaban bastante a lo que se había podido ver editado, pero las constantes injerencias de fuerzas externas terminaron por provocar un total alejamiento de lo que el guionista pretendía inicialmente, y desde cambios en el color de piel del protagonista, hasta la completa eliminación de cualquier referencia a la actividad de los Men in Black que no fuera la de estar dedicados a la caza y captura de marcianos, la cinta adulteró tanto el producto, que al final terminó careciendo de una personalidad que podría haberlo convertido en algo más que el limitado divertimento que es.

Men in Black 2

Puesto en manos de Barry Sonnenfeld, que había encandilado a los productores con sus dos incursiones en el imaginario de la familia Addams, 'Men in Black' (id, 1997) se convierte en un circo de varias pistas del que Will Smith sirve de absoluto maestro de ceremonias: tras un prólogo que marca el tono bufo y desenfadado por el que se moverá la trama, la presentación del personaje de Smith corriendo por las calles de Nueva York tras un criminal que resulta ser un extraterrestre con "disfraz" humano, deja muy claro quién va a ser aquí el rey del mambo.

Tanto es así, que la siempre estimulante presencia de Tommy Lee Jones queda aquí sujeta a servir de "punch ball" de lo que se destina al personaje de Smith, aunque la natural sorna del actor y sus caústicas formas interpretativas consiguen ganarle la "batalla" a su compañero de reparto en no pocas ocasiones, conformándose K como lo mejor de 98 minutos que, si se pasan volando, es por mor de una acción que no da descanso alguno, algo de agradecer cuando el McGuffin que lo mueve todo es de una eficacia, como mucho, limitada.

Poniendo Danny Elfman el acento mediante su composición en el carácter burlesco de todo el conjunto, Rip Torn la necesaria nota sarcástica que unir a la de Lee Jones, y algún que otro chiste "inteligente" suelto —ese panel de los humanos que en realidad no lo son— el humor con el que compensar las típicas chorradas del Smith de los noventa, las sensaciones que 'Men in Black' dejó en su momento en el que esto suscribe nada tienen que ver con la gargantuesca taquilla que logró la cinta a nivel mundial.

Si de algo hablan esos cerca de 600 millones que el filme recaudó, y si en algo vuelven a incidir sus dos muy inferiores secuelas, es en que el público de hace diecisiete años abrazó sin arredros una propuesta que a servidor hizo limitada gracia en su momento y ha dejado similares sensaciones en el revisionado llevado a cabo de cara a esta entrada. Sigo pues sin entender qué pudo ver tantísimo público en un filme que, en términos coloquiales, me ha parecido siempre una "pamplina", todo lo bien facturada que queráis, pero una pamplina a fin de cuentas.

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