(El rodaje) se vió también entorpecido por recortes en el presupuesto y en todos los departamentos. Cannon tenía casi treinta proyectos en marcha al mismo tiempo y 'Superman IV' no recibió ninguna consideración especial. Por ejemplo, Konner y Rosenthal escribieron una escena en la que Superman aterriza en la Calle 42 y camina hacia las Naciones Unidas, donde da un discurso. Si hubiera sido una escena de 'Superman', la habríamos rodado en la Calle 42. Dick Donner habría coreografiado a cientos de peatones y vehículos y habría filmado a gente mirando por las ventanas siguiendo a Superman como si fuese el flautista de Hamelin. En su lugar tuvimos que rodar en un polígono industrial en Inglaterra mientras llovía, con poco más de cien extras, ningún coche y una docena de palomas para ambientar. Incluso si la historia hubiera sido brillante, no creo que pudiéramos haber satisfecho a la audiencia con esta aproximación. Christopher Reeve
Con el trabajo casi hecho por la extensa cita de Christopher Reeve que acabáis de leer, me dispongo a repasar hoy ese esperpento que fue 'Superman IV: en busca de la paz' ('Superman IV: quest for peace', Sidney J.Furie, 1987), última entrega de las aventuras del hombre de acero protagonizada por el intérprete que insufló vida al personaje en la gran pantalla y, sin ningún asomo de duda, el peor filme de toda la saga del último hijo de Krypton. Algo que argumentaremos desde diversos puntos de vista pero que se resume con una sola palabra: Cannon.
Aunque la tercera entrega de la cinta fue un éxito comercial, las generalizadas críticas negativas que recibió la cinta dejó claro a Reeve y los Salkind que poco más se podía hacer con el personaje; y ese hubiera sido el final de la vida cinematográfica de Superman durante los ochenta de no haber sido porque, cuatro años después del estreno del filme co-protagonizado por Pryor, dos primos llamados Menahem Golan y Yoran Globus convencieron a la pareja de productores para que les vendieran los derechos del hombre de acero.
Cannon andaba por aquél entonces inmersa en la intensa búsqueda de una franquicia con la que asentar aún más su surrealista modelo de producción, y la oportunidad que se les presentó con Superman era una de esas que no se podía dejar escapar. Y así, los israelíes firmaron un acuerdo con Warner, que incluía un adelanto por los derechos de distribución y Menahem consiguió atraer a Christopher Reeve con las promesas de hacer la película atendiendo a las ideas que pudiera aportar el actor, así como la garantía de que sería él quién dirigiría la posible secuela y el producirle un proyecto de esos "serios" que aportaran renombre a la compañía.
Convencer a Gene Hackman, Margot Kidder y al resto del equipo de producción sólo fue cuestión de talonario, el mismo método que los "Go-go-boys" intentaron usar con Richard Donner y Richard Lester para intentar colocarlos tras el objetivo y que no les funcionó ante la tajante negativa de ambos de mezclar sus caminos con la mala fama que los productores ya se habían granjeado a lo largo y ancho de Hollywood durante toda la década.
Con el veterano Sidney J.Furie en la silla de director, si hay algo que todo implicado en el rodaje de 'Superman IV' ha contado a quien ha querido escucharle es que las injerencias propias de los productores llegaron a tal punto que hicieron casi insostenible el sacar adelante la cinta. Pero si problemáticas fueron las constantes interferencias que Golan y Globus ejercieron en el día a día, aún más preocupante fue el hecho que Reeve expone en la cita introductoria: con la producción de tres decenas de filmes al mismo tiempo, el presupuesto inicial de 36 millones se quedó en unos ridículos 17 que justificaron la marcha de medio equipo creativo por disputas salariales.
Pero, sin ánimos de ser desconsiderado, el peor trance derivado de la cinta es el que nos quedó por pasar a los espectadores: tras un pase previo en el que los asistentes lo tuvieron difícil para soportar los algo más de 130 minutos que del primer montaje, se decidió eliminar cerca de tres cuartos de hora del mismo, librándonos a aquellos que veríamos el filme meses después de una trama que desaparecería por completo, la que rodeaba al primer clon de Superman.
Como lo habéis leído, el hombre nuclear que Lex crea para destruir de forma definitiva a Superman no es el primero al que el superhéroe tenía que hacer frente en la historia original ya que antes que a Luthor se le ocurriera la idea de mandar un cohete nuclear al sol, creaba un clon que hacía referencia directa al Bizarro que tanto ha aparecido en los cómics de DC, un personaje estúpido del que se conserva esta escena que, creo, habla por si sola:
Decía algo más arriba que Reeve tuvo su implicación en la escritura de una historia que después sería transformada en guión por obra y gracia de Lawrence Konner y Mark Rosenthal: la idea del actor, muy en sintonía con la época, consistía en poner a Superman en la tesitura de librar a nuestro planeta de la amenaza de las armas nucleares, algo que entraría en directo conflicto con la expresa voluntad de Jor-el de no intervenir en la historia de los hombres, una orden que ya había desobedecido en la primera parte.
Pero por más que la idea fuera original y pudiera haber dado mucho de sí en hábiles manos, el descontrol de la producción terminó poniendo en pie un filme completamente desarticulado, con un humor burdo que reduce a un rol de payaso a Lex Luthor —y no hablaré del sobrino que se sacan de la manga— y que domina una función desangelada y absurda a más no poder, sin ningún atisbo de talento en ninguno de los muchos rincones en los que podríamos llegar a apoyarnos para defender algo, lo que fuera, de la cinta.
Ninguna de las interpretaciones, ni siquiera la de Reeve —y dejare a un lado la de Mariel Hemingway—, ni la música compuesta a instancias de John Williams por Alexander Courage, habitual orquestador de Goldsmith o el propio Williams y compositor del tema original de la serie de 'Star Trek' ni, por supuesto, unos efectos especiales patéticos que parecen los descartes de las muchas pruebas que Donner hizo para lograr la verosimilitud de los vuelos en 'Superman' (id, 1978) logran superar la mínima barrera como para hacer que el interés del espectador no se quede aletargado durante los 90 minutos de metraje.
Minutos que incluyen momentazos como las uñas radioactivas del melenudo antagonista del filme, Superman reconstruyendo la Gran Muralla China con unos ¡rayos ópticos! que sustituyeron a la intención inicial —demasiado cara para rodar, según parece— de haberlo resuelto con su supervelocidad o el combate final, desarrollado a caballo entre la Tierra y la Luna y desprovisto de emoción o sentido del ritmo narrativo.
El filme se alza pues como un triste epitafio a una saga que comenzó de forma magistral y que, con la ausencia de Donner se fue hundiendo poco a poco hasta tocar fondo con este infumable e indigno sub-producto que ni siquiera logró recuperar su paupérrimo presupuesto. Poniendo fin la bancarrota de la Cannon a las intenciones de Golan y Globus de rodar una quinta entrega que habría firmado el temible Albert Pyun, sería la negativa de Reeve de repetir personaje la que pararía las intenciones de los Salkind, una vez los derechos regresaron a ellos, de insuflar nueva vida al personaje a través de 'Superman: the new movie', y los seguidores del personaje tendríamos que esperar casi veinte años para volver a ver volar al héroe en la gran pantalla.
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