Es posible que nunca se resuelva la eterna discrepancia en torno a los musicales cinematográficos, supuestamente algo a evitar si atendemos a fracasos como ‘Joker: Folie à deux’, pero también capaces de levantar pasiones como el fenómeno de ‘Wicked’. Aunque haya sectores muy reacios al género, este tiene su huella indeleble en la historia del cine, algo que queda evidente por cómo sigue referenciándose a ‘My Fair Lady’ en montajes o en otras obras.
Una dama especial
Uno de los grandes éxitos de la historia del cine musical y también del romántico, convirtiéndose en la película del momento al ganar 8 de los 12 Oscars a los que optaba, incluyendo mejor película y dirección. Ahora la película de George Cukor, con unos espléndidos Audrey Hepburn y Rex Harrison, cumple 50 años de su estreno en cines, estando disponible en plataformas de alquiler como Apple TV y Amazon.
El acaudalado y remilgado Henry Higgins se considera capaz de aplicar sus conocimientos de lingüista a cualquier persona pobre de las que pueblan el Londres de 1912. Como parte de una apuesta, acoge a la malhablada florista Eliza Doolittle, dispuesto a convertirla en una dama de alta sociedad en tiempo récord.
Adaptando la sensacional obra de teatro, que a su vez reinterpreta el mito del pigmalión, Cukor aplica toda la magnificencia visual del cine clásico para crear un musical de referencia para el cine de los sesenta. Es decir, esplendoroso, vitalista y también increíblemente largo. Y también con tendencia a carecer de tacto, simplificando a menudo cuestiones complejas.
‘My Fair Lady’ no se escapa a menudo de presentar la misma condescendencia que hace gala el personaje de Higgins, y su manera de endulzar una relación prácticamente abusiva es al menos cuesitonable. Pero también funciona en lo dramático, en lo musical y en el esplendor visual, haciendo gala de un increíble despliegue de vestuario y fotografía que todavía encandila.
También nos ofrece a Hepburn en uno de sus papeles de referencia, si bien le hicieron la puñalada trapera de buscar otra voz para sus secuencias de canto. Una jugada que prácticamente le costó el Oscar en un año donde su película lo ganó casi todo.
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