Es difícil ubicar a veces a alguien como Francis Ford Coppola, que puede ser visto tanto como un soñador como por un inconsciente. Su reciente odisea para vender ‘Megalopolis’ tiene mucho de gran visión finalmente realizada, pero también de maniobra comercial kamikaze que le puede estallar como otras veces en el pasado. Pero es la combinación de ambas lo que ha permitido tener una carrera inconformista.
De lo que no se le puede calificar nunca es de ser un iluso, de alguien que no asume las consecuencias de sus complicadas empresas. Es por ello que ha podido realizar a menudo grandes películas que han girado en torno a la obsesión, porque él mismo parece, aunque sea de manera subconsciente, querer hablar de cómo a veces el mismo abismo le ha devuelto la mirada de tanto observarlo. Una sensación que hace extraordinarias películas como ‘La conversación’.
Contra el imperio de la vigilancia
Innegablemente una de las mejores películas del director, y una de las mejores de la década de los setenta, situada entre sus dos magistrales entregas de ‘El Padrino’ pero sin quedar completamente oscurecida por ellas. Gene Hackman hace uno de sus mejores trabajos como protagonista en este fantástico thriller que cumple 50 años desde su estreno en cines (y que puedes ver en casa en formato físico o a través de plataformas de alquiler).
Hackman es Harry Caul, un experto en sistemas de vigilancia y de seguridad que emplea los más punteros inventos para escuchar y observar a los objetivos que le marcan los clientes que recurren a sus servicios como detective. Tras terminar un caso de un magnate que parece de lo más banal, investigando la infidelidad de su esposa y un empleado, empieza a sospechar que hay extraño detrás de todo y que puede venir a por él.
Dejando a un lado las grandilocuencias de la tragedia familiar y los claroscuros renacentistas, Coppola reorienta su estilo hacia una fantástica crudeza para servir a un fabuloso thriller paranoico. Un ejercicio de tensión que también resulta elegante, gracias en parte a una increíble banda sonora de David Shire que uno no se quita de la cabeza cuando termina.
‘La conversación’: paranoia imbatible
En el proceso de estilización, aunque parezca estar puliendo artificios, el director consigue entrar de lleno en la mente de alguien que muestra profesionalidad y metodismo, pero no puede evitar aterrarse al considerar que se inviertan las tornas y pase a ser el observado en lugar del observador. Una persecución que a menudo es psicológica, y empieza a dejar flotar cuestiones sobre la responsabilidad y la posibilidad de la privacidad.
Su final es uno de esas extraordinarios puñetazos en la boca del estómago por cómo muestra sutilmente la desolación, llenando la estancia de cinismo ante la imposibilidad de volver a sentirse a salvo o libre de ser perseguido. Hackman da vida a este personaje con una increíble contención, opuesta a la explosividad de su Popeye Doyle en ‘French Connection. Contra el imperio de la droga’, que le valió un Premio Oscar. ‘La conversación’ bien merecería unos cuantos, pero Coppola competía contra sí mismo con ‘El Padrino. Parte II’. Al menos el de sonido debería haber sido suyo.
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