(Atención, SPOILER, no sigas leyendo si no has visto la película.)
El viernes por la tarde, justo a la primera sesión, entré al cine a ver la última película de Ridley Scott, El Reino de los Cielos, no demasiado convencida de que me fuera a gustar, recordando Gladiator y sobretodo, la estela de Legolas que sigue a Orlando Bloom en películas de este tipo desde que actuó en El Señor de los Anillos. La cuestión es que, con dificultad, logré dejar de lado los prejuicios y me decidí a verla, y sin dudarlo, debo reconocer que me llevé una agradable sorpresa, puesto que me gustó más de lo que esperaba...
La película comienza con unos interesantes planos de lo que se supone es un entierro, al menos hasta que aparecen un grupo de personajes, liderados por Liam Neeson, que atraerán nuestra atención y serán la presentación del personaje de Orlando, Baliant, el hijo de Godofredo, personaje que interpreta Neeson (Curiosa la frase con la que se entera Baliant de que Godofredo es su padre...). Por cierto que hay que remarcar la interpretación de Orlando, puesto que ha logrado quitarse de encima, al menos en la mayor parte de la película, ese aire de sobrado que arrastraba desde Legolas.
Tras la presentación y una serie de hechos que marcarán, para bien o para mal, el transcurso de la película, comienza una interesante historia que nos llevará desde un lugar indeterminado de Europa (Que yo recuerde no se menciona) a Messina (En las costas de Italia), donde Baliant, tras ser nombrado caballero y nuevo barón de Ibelin por su padre moribundo, conocerá al que será su enemigo el resto de la historia, Guy de Lusignan (Interpretado por Marton Csokas), el prepotente marido de la princesa de Jerusalén. Desde ese momento, y conforme vayamos introduciéndonos en la historia, Baliant irá conociendo al resto de personajes que se relacionarán con él de una u otra manera, porque desde luego, si una cosa resalta de la película, son los personajes secundarios, que forman una serie de roles e historias interesantes y atractivas, dándole mucha más profundidad a la película y sobretodo, ayudando a que el personaje de Baliant vaya evolucionando.
Por una parte, en el bando de los cruzados, nos encontramos a personajes como el de Tiberias, interpretado por un genial Jeremy Irons, que no solo defiende un buen papel con su interpretación, sino también con el buen maquillaje que lleva en la cara (Fijaros en la cicatriz del ojo derecho), dándole a Tiberias toda la dignidad y carisma que este necesita. Por otra parte, y en el bando de los sarracenos, nos topamos de pleno con Ghassan Massoud, un actor totalmente desconocido en Occidente, pero no en Oriente, que ha defendido, sin duda de una manera increíble, un personaje tan difícil como atractivo: El de Salahadin (Saladino). Por lo visto, ha participado en otras produciones de origen árabe, aunque no he podido encontrar nada al respecto.
El resto del reparto, lo conforman buenos actores, tanto en un bando como en otro. Así, y en el papel del Rey Balduino, nos encontramos tras la máscara de plata a Edward Norton, que lo defendió, como viene siendo habitual en él, de una forma excelente. En el papel de Nasir, la mano derecha de Salahadin y amigo (Por llamarlo de algún modo) de Baliant, encontramos a Alexander Siddig, un habitual en Hollywood que seguro más de uno recordará de su intervención en Star Trek: Deep Space Nine.
En otro orden de cosas, cabe destacar el rumbo que toma la película durante las batallas, ya que si bien podían haberse decantado por un aspecto mucho más bélico alargandolas irremediablamente, han preferido quitarles un poco de protagonismo en favor de la historia, cosa que se agradece puesto que no les han restado nada de espectaculo y las han acortado de manera que sean intensas pero no le parezcan aburridas al espectador. En ellas, de hecho, queda bien patente que las guerras no las ganan los soldados, sino los buenos estrategas, y que un gran número de los primeros sin el segundo, no van a ninguna parte, tal y cómo sucede casi al final cuando Guy de Lusignan, ya coronado rey de Jerusalén, junto al templario Reinaldo, acuden para luchar contra Salahadin desoyendo los consejos de Tiberias y del propio Baliant. Es en esta batalla cuando tiene lugar un momento de verdadera grandiosidad del personaje de Salahadin, demostrando, no sólo su superioridad numérica, sino intelectual, y sobretodo, su conocimiento de la estrategia militar.
Otro de los aspectos que más me han gustado, y que no puedo olvidar mencionar, ha sido, ademas de la puesta en escena, la iluminación, especialmente de los momentos decisivos y de las batallas, otorgándoles un aspecto oscuro pero a la vez resaltando un cierto aire heroico muy interesante.
Por último, y quizá como el único asunto que me desagrada, es el momento en que Baliant visita sus nuevas tierras dándose cuenta de que están secas y áridas, porque ¿desde cuando los europeos inventaron el regadío? Desde luego, si no fuera por este punto (Que considero una inexactitud histórica muy grave), la película ganaría mucho más en cuanto a ambientación histórica.
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