La última temporada de ‘The Walking Dead’ está teniendo un recibimiento tibio y con críticas que cuestionan los pasivos movimientos hacia la guerra de los primeros episodios, pero lo cierto es que los capítulos pasan como un relámpago y la cantidad de momentos de calma y reflexión se reducen al mínimo. En la última entrega tenemos la respuesta casi inmediata al momento cliffhanger que cerraba el anterior y no es precisamente bonita.
Efectivamente, si visteis el capítulo 3, el final dejaba en una situación terrible a Ezequiel y su ejército. Tras una emboscada inesperada, su camino hacia las armas se ve interrumpida por un tiroteo en el que la mayoría son masacrados, aunque lo primero que hacen muchos antes de morir es cubrir y tapar con sus cuerpos a su rey. El resultado es desolador, con los soldados masacrados y mordidos por zombies que no tardan en transformarse.
El retorno del rey
Ezequiel sobrevive pero queda totalmente afectado, con lo que el resto del episodio se centra en el proceso que lleva a “su majestad” a la autoconsciencia, a la autopercepción de que es, como reza el título del episodio, ‘un tipo cualquiera’. En el transcurso, pues, se nos muestran algunos flashbacks sobre su origen como rey, su comunidad y lo que le lleva a posicionarse en contra los salvadores. Con suerte son breves y colocados en momentos clave, sin interferir en la trama principal.
El grueso del capítulo muestra las consecuencias de ese tiroteo y la jugada de Carol para parar a los salvadores que quieren llevar armas a un campamento principal. La situación de encerrona tiene un desarrollo rico en tensión para los dos personajes, en situaciones diferentes, pero ambos en peligro durante la mayor parte del episodio. La manera en la que cada uno lidia con el planteamiento va del Deux ex machina al uso de soluciones ingeniosas.
En cualquier caso, no hay un momento de respiro, pero a nivel de guion está claro que la escaramuza de Carol está mejor narrada que la de Ezequiel. A nivel personal, el actor que da vida al personaje me parece, ya desde la anterior temporada, poco creíble y, a menudo, ridículo. Por algo es posible que un episodio centrado en él enteramente tenga unos riesgos asociados para la credibilidad del mismo, y pese a mantener la dignidad, al actor le sobrepasa el gran conflicto.
Hacia la aventura de serie B
Ezequiel ha fallado a los suyos y tiene una gran caída de fe en sí mismo y el punto de inflexión requería algo más de profundidad. La actuación es un pequeño síntoma de otro detalle de la temporada. Sí que da la impresión de que esta temporada tiene algún problema de consistencia en los valores de producción. Pese al gran arranque a nivel de dirección, se ha establecido un nivel general de encuadres, edición y banda sonora que acerca ‘The Walking Dead’ a la serie B.
No serie B como algo peyorativo o que indique que tiene menos calidad, pero sí se notan recursos limitados y soluciones acorde a esos recursos. Y este abrazo a la serie B, no crean, tiene sus partes positivas. La acción es menos realista, la peripecia más próxima al cine de aventuras que al drama y hay una suspensión de la credibilidad que se tomará como una afrenta para los que disfrutan con el cariz grave de la serie, pero también significa una suelta de lastre desprejuiciada mucho más acorde al espíritu de un cómic.
¿No era esto una adaptación de un cómic? En este sentido se puede alegar que es involuntariamente camp, pero en mi opinión, está tomando un tono mucho más ligero que le sienta fenomenal. Incluso el gore es menos traumático y más juguetón, como si estuviera abrazando su verdadero ser como ficción de zombies que no trata de ser otra cosa. Por otra parte, el avance de las tramas, el ritmo y la acción es constante, por lo que, como poco, estamos ante la cara más divertida de la serie.
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