Con el transcurso de la temporada de premios, y multitud de artículos trufando la red con selecciones de lo mejor, lo peor, los grandes momentos e incontables categorías más, parece que no nos cansamos de hablar de lo que nos dejó el año 2017, ya en la gran pantalla ya, como es el caso de hoy, en la "pequeña".
Entre las incontables citas que nos propuso la televisión de 2017 es necesario rescatar 'Taboo', orquestada a mayor gloria de esa bestia de la interpretación que es Tom Hardy. Se trata de una producción de Ridley Scott creada por Steven Knight ('Peaky Blinders'), el propio Hardy y su padre, el escritor Edward "Chips" Hardy.
Emitida por BBC One en Reino Unido, por FX en Estados Unidos y por HBO en España, el formato a la Netflix de los ocho capítulos de 'Taboo' nos adentra en el Londres sucio, grisáceo y decadente de principios del s.XIX presentándonos a James Keziah Delaney, un hombre dado por muerto en el naufragio de un navío de la Compañía de las Indias Orientales que regresa a la capital británica justo en el momento en que su padre fallece para encontrarse con una herencia que servirá de constante McGuffin durante el desarrollo de la temporada: una pequeña porción de tierra en el nuevo mundo.
La EIC (East India Company)
Disputada entre intereses de la corona británica y el gobierno estadounidense mientras ambos libran la Guerra de Independencia, el estrecho que separa la actual isla de Vancouver de la isla de Nootka, es, debido a su situación geográfica estratégica, objeto de deseo por ambas partes en conflicto y aunque la Compañía de las Indias Orientales ha llegado a un acuerdo con la hermanastra de Delaney —interpretada por Oona Chaplin— será la negativa del protagonista a cederla la que inicie todo un mundo de intrigas destinadas a acabar, como sea, con la vida de Delaney.
Aunque ha sido criticada —no de forma excesiva, todo sea dicho— por su forma de dibujar a la citada compañía, es bien evidente que detrás de la enorme efectividad y solidez que 'Taboo' va adquiriendo conforme avanza la trama se encuentra la forma en la que Steven Knight y Hardy Sr. esbozan a una entidad que, en palabras del primero, "fue el equivalente en el siglo XIX de la CIA, la NSA, y la mayor y más maligna corporación en la tierra todas combinadas en un monolítico mojigato".
Colocar al frente de ella a Jonathan Hyde en un papel que, aunque en términos antitéticos con su Gorrión Supremo de 'Juego de tronos', no se separa tanto del personaje manipulador y ferviente defensor de un credo corrupto hasta la médula imaginado por George Martin; no hace sino reforzar la clara impresión que uno se lleva conforme 'Taboo' avanza de que una buena parte de los intereses de los creadores de la serie es que, en lo que a la compañía concierne, lo que se nos ofrezca a los espectadores sea una crítica nada velada del poder que ejercen las grandes corporaciones.
Ello queda puesto de manifiesto una y otra vez a lo largo de los ocho episodios, ya de forma directa por un hecho del pasado del protagonista que lo martiriza de forma recurrente, ya por las constantes intrigas y juegos de poder que aquellos que controlan la compañía ponen en marcha con o sin consentimiento de una corona que, en el momento en que transcurre la acción, se encuentra en manos del futuro Jorge IV, un príncipe regente de feroz apetito que, con el rostro de Mark Gattiss —el Mycroft de 'Sherlock'— es el personaje más caricaturesco y menos creíble de 'Taboo'.
Reparto sólido, Hardy visceral
Contrapunto del resto del reparto, que las apariciones de Gatiss sean hasta cierto punto cómicas, sirve como pequeño descanso del tono de insondable gravedad con el que queda revestido un conjunto cuyo fuerte, por encima de otras muchas virtudes, son unas actuaciones soberbias. Ya hemos citado a Jonathan Pryce y a una magnífica Oona Chaplin, pero por 'Taboo' desfilan otros nombres como los de Tom Hollander, Franka Potente o Edward Fox, quedando claramente expuesto en estos dos últimos el talante extremo que tanto caracteriza a la propuesta televisiva.
Un talante que, por descontado, es en Tom Hardy donde encuentra más brutal y visceral exponente. Para él, Delaney es "una mezcla entre un salvaje y un hombre de una ética inquebrantable", y lo cierto es que dicha definición sólo empieza a dar una idea de por dónde se mueve la estrella incuestionable de la serie y el foco principal de atención de todo lo que va sucediendo en ocho episodios que van de menos a más a una cadencia letánica pero imparable.
Reflejada de manera inmejorable en el rostro impenetrable de Hardy, la determinación por conseguir un objetivo que se muestra esquivo al espectador, manteniéndonos en constante duda constante de hacia dónde se dirige todo, es uno de los mayores atractivos que ofrece la interpretación del Bane de 'El caballero oscuro. La leyenda renace' ('Dark Knight Rises', 2012). Mezclada con matices de sensibilidad y debilidad, que Tom Hardy es el principal motivo por el que ver 'Taboo' es algo indiscutible, al menos a priori.
'Taboo', un microcosmos por descubrir
Y es que si algo queda claro durante el transcurso de los ocho episodios, y más aún al cierre de los mismos, es que 'Taboo' tiene (mucho) más que ofrecer que el pletórico recital delante del objetivo de ese atractivo y primitivo animal de la escena que es el intérprete británico. Un más que encuentra en su diseño de producción primer y obligado escalón en el que detenernos por cuanto lo que se logra aquí está a un nivel que nada tiene que envidiar a la producción cinematográfica histórica más rigurosa.
La reconstrucción del Londres de principios del XIX, en los tiempos previos a la era victoriana, llega a transmitir tal verismo que da la sensación en no pocas ocasiones de estar oliendo la podredumbre del Tamésis, de las casuchas herrumbrosas y los burdeles sudorosos de una ciudad en plena decadencia de la misma manera que lo pudimos hacer de mano en la espléndida 'El perfume', adaptación realizada por Tom Tykwer a partir del texto de Patrick Süskind.
Unido a un muy original diseño de vestuario, a una fotografía sucia y gris, a la espléndida labor de dirección de Kristoffer Nyholm y Anders Engström —ambos encargados de cuatro episodios cada uno— y a la ajustada partitura de Max Richter, es 'Taboo' una joya oculta del 2017 que, sepultada quizás bajo la gruesa capa de las más celebradas producciones televisivas del año —esas que han acaparado Emmys y Globos de Oro— merece ser rescatada, a ser posible, antes del estreno, en un futuro aún por determinar, de su segunda temporada.
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