El ampliamente postergado estreno de la sexta temporada de ‘La que se avecina‘ ha estado marcado por un éxito muy superior al de sus anteriores entregas. Las insistentes reposiciones en Factoria de Ficción de antiguos episodios seguro que algo han ayudado a que una de las ficciones españolas más longevas haya regresado con energías renovadas en un panorama cada vez más marcado por la segmentación de audiencias. El problema es que sus nuevos episodios también han confirmado uno de los grandes miedos que marcaron la temporada anterior: ‘La que se avecina’ se ha estancado.
Ya señalé en el texto en el que os comentaba cinco razones para ver ‘La que se avecina‘ que la serie había demostrado una capacidad de reinvención, en especial en la transición entre la segunda y la tercera temporada, para ajustar sus fallos, pero éstos reaparecieron en la quinta, donde los personajes empezaron a perder un poco el rumbo. Esto se compensó por el tirón de algunos de sus personajes y por la herencia recibida. No era especialmente molesto, pero sí una señal de que había que cambiar las cosas, algo que, al menos por el momento, no se ha hecho.
Un falso reinicio
La sexta temporada comenzó con un salto en el tiempo que hacía pensar en un reseteo de las tramas, pero a la hora de la verdad todo se concentró en el descontento de Judith ejerciendo como ama de casa y la broma recurrente con respecto a sus escasas dotes como cocinera con la forma de las cansinas lentejas que siempre hacía. Era simpático y la trama de las avestruces cigüeñas y todo lo relacionado con Amador en su pueblo, su unicejo y su reconciliación express con la Cuqui también funcionaba dentro de los márgenes habituales de la serie. Más escepticismo tenía con la crisis matrimonial entre Javi y Lola, pues ya en el primer episodio dejaba la sensación de poder convertirse en una tímida evolución de las matrimoniadas, con ellos interactuando de formas difíciles de creer en aras de la comedia. Se agradece lo de la serie en la que ella participa, pero van camino de quemarlo antes de tiempo al darle tanto peso.
Dicho esto, el primer episodio llenaba las ganas de los que queríamos volver a ver a todos los vecinos de Mirador de Montepinar, por lo que cualquier problema que uno viera quedaba en un segundo plano. Por desgracia, eso es algo que no ha cambiado en los sucesivos episodios, dejando la sensación de que la serie no quiere introducir cambios realmente drásticos o lo hace demasiado mal. El caso más significativo sería todo lo relacionado con la muerte del padre de Judith, una nota de dramatismo inusual al no ser una cosa repentina, sino que fue el eje del último episodio emitido. Esto sirvió para demostrar la versatilidad de Cristina Castaño como actriz, pero el darle tanto peso quitó casi toda eficacia cómica a lo organizado a su alrededor.
No ayudó tampoco la trama centrada en Amador, al cual sabemos capaz de cualquier cosa para conseguir sus caprichos, pero la trama del cromo de Iniesta ya era rizar demasiado el rizo, siendo capaz de ofrecer a un chaval 50 euros por algo en lo que una de las grandes motivaciones era la posibilidad de ganar una televisión. Personalmente, creo que Amador funciona muy bien en tramas disparatadas pero consecuentes con su personalidad, siendo el negocio online del capítulo anterior un buen ejemplo de ello. El problema es que esto otro, que hasta casi deja la sensación de ser una trama pagada por la empresa propietaria de los derechos de los cromos, ha coincidido con lo de Judith para dar pie a uno de los peores episodios de la serie, sólo salvado parcialmente por el nuevo intento de Recio por hacerse con la presidencia de la comunidad.
A la deriva
No seré el primero en dudar de la utilidad de Vanessa Romero en la serie, pero en esta sexta temporada parecía que iban a darle más sustancia a su personaje por el odio hacia los hombres que siente tras su fallido escarceo con Javi. El problema ya no es que no se haya desarrollado, sino que, y con una excusa muy pobre, han tardado muy poco en darle su uso habitual para aconsejar a Javi, un sinsentido de mucho cuidado. Tampoco termina de saber explotar ciertas apariciones como la de Matthew, hermano cuñado de Judith, el cual resultó terriblemente insoportable cuando se ponía a dar saltos y reaccionar muy exageradamente, pero sí que se le veían posibilidades cuando tenía que ser el aliado en la sombra de Enrique.
También se ha podido detectar una tendencia a eternizar las tramas, algo que se ha sabido llevar siempre con acierto en algunos casos (el eterno tira y afloja entre Amador y la cuqui), pero que no debería ser la política a seguir si se quiere evitar la sensación de agotamiento. Una de las cosas que tengo más claras es que deberían romper de forma definitiva y cuanto antes la relación entre Judith y Enrique, muy acertada sobre el papel por la capacidad del segundo para ejercer como neutralizador racional de la personalidad alocada de la primera, un poco lo que siempre ha pasado, salvando las distancias, entre Antonio Recio y él, pero que aquí no ha cuajado. Si eso, que retomen la importancia del bar como centro de negocios absurdos para intentar emparentarlo con otra chica, o directamente que desistan con su vida personal, siempre un lunar más allá de las bromas que otros personajes podían hacer al respecto.
Los regresos que no terminan de llegar
Una de las cosas más promocionadas de esta sexta temporada era el regreso de varios personajes como los interpretados por Adriá Collado y Antonia San Juan (¿estarán reservando su vuelta para el inevitable momento en el que Javi y Lola se reconcilien?) o el paso de Fernando Tejero por la serie. No es que me vuelva loco por estas cosas, pero sí que ayudarían a romper la dinámica de monotonía en la que ha entrado la serie. Cierto que hemos podido ver ya a Paz Padilla o Santiago Urrialde, pero eran apariciones que, gustaran más o menos, no suponían ningún cambio de importancia que afectase a los protagonistas. De hecho, ambas acababan siendo poco más que un refuerzo en todo lo relacionado con el matrimonio de Enrique y Judith.
Además, iniciativas como la de Alberto Caballero preguntando a los fans cuáles eran sus personajes episódicos olvidados para tenerlo muy en cuenta a la hora de elegir a los que van a regresar es loable, pero también se puede ver como una concesión y una posible falta de ideas. Espero que no sea así y ‘La que se avecina’ pronto supere este bache, pero no las tengo todas conmigo.
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