En el post informativo —en el que por supuesto se puede soltar cualquier tipo de apreciación personal, por mucho que algunos se queden desnudos— sobre la taquilla americana del pasado fin de semana, dije algo que a tenor de las reacciones en los comentarios de dicho post, si lo llego a decir en una sala llena de ese mismo tipo de gente, probablemente me habrían linchado —y no precisamente de forma rápida—, alegando sabe dios qué motivos.
Dije que para mí —lo avisé entre guiones para aquellos que aún no saben que cuando hablo doy mi opinión y no la de otra persona— que la trilogía de ‘El señor de los anillos‘ está sobrevalorada, un término que por cierto no quiere decir que sea mala pero el diccionario no es precisamente el libro más visitado por estos lares. Un avispado lector, cuyo nombre no recuerdo —el handicap de escribir en un lugar tan visitado, es que vosotros os quedáis con mi nombre, mientras que todo lo contrario ocurre para mí, salvo muy honrosas excepciones y alguna que otra muy desagradable—, enseguida se dignó, lo cual le honra, a buscar frases dichas por un servidor al respecto del tema en cuestión en textos pasados. Repito, pasados.
Muchos aprovecharon para subirse al carro de los insultos fáciles y rápidos, antes de que este humilde editor —sí, es sarcasmo— ejerciese su derecho de baneo, cosa que no he hecho porque el paso del tiempo me ha dotado de una piel de elefante que resiste cualquier ataque verbal —físicamente no resistiría ni media hostia—, y porque es muy aburrido. Contestarles a todos uno por uno sería un camino largo y angosto, así que esa es la razón de este post, la de explicar que la tan comentada frase responde a algo tan obvio y lógico como un cambio de opinión. Efectivamente, cuando vi las tres películas en el momento de su estreno me gustaron bastante, sobre todo la tercera que a día de hoy me sigue apasionando —soy defensor a ultranza de la versión extendida, que la mejora con creces—, y así las recordé durante mucho tiempo, algo que quedaba patente en los comentarios que soltaba de pasada en otros textos —y por los cuales no he sido criticado, ya que evidentemente hablo bien de ellas. Ahora, si es al revés, enseguida se salta con post informativos y alguna que otra memez más—, hasta que hace poco decidí revisar la trilogía en bloque por evidentes motivos. Y ahí ocurrió lo que no creía iba a pasar, y que sin embargo es de una lógica aplastante.
Mientras mi acompañante, que no había visto la trilogía de Jackson —aquí me imagino que muchos se rasgarán las vestiduras porque además de intolerancia practican la ignorancia— se entregaba al film con inusitada ilusión, una poca más de la que un servidor sintió cuando, con 31 años, las vi en el cine, y que sin duda esperaba repetir en el revisado. Pero me olvidé de que no hay nada seguro, salvo la muerte. Me olvidé de que hay que dudar de todo, salvo de la seguridad en uno mismo, y me olvidé de que habían pasado más de diez largos años en los que mi cinefilia cambió a pasos agigantados. No podía creer que lo que pasaba delante de mis ojos era un festival sin personalidad a base de set pieces, algunas de ellas muy bien orquestadas, pero cuyo crescendo dramático es casi inexistente y los personajes no pasan de clichés, o que el equilibrio ético /estético de Jackson simplemente no existe.
He apreciado que Jackson parece basar el presumible impacto de su obra en las comentadas set pieces alrededor de las cuales construye el resto de hechos. También, una vez más, que lo que funciona en un libro no tiene porqué funcionar en una película debido a las distintas herramientas narrativas. Ni siquiera los personajes centrales tienen densidad, y si los secundarios tuvieran más minutos en pantalla —lo cual no deja de ser una ironía en unas películas insufriblemente largas— estos se harían sin problema con la función. No deja de venirme a la mente la parodia de Kevin Smith en ‘Clerks 2‘ (id, 2006) en la que se resumía de forma magistral la trilogía de Peter Jackson y con la que ahora estoy de acuerdo. No pasa casi nada de interés en su trama por muchas bifurcaciones que esta tenga. El director se centra en su gran diseño de producción —aquí absolutamente nada que objetar, estamos ante un deleite visual de primera categoría— pero falla en lo esencial: el drama de los personajes, porque el director nunca ha estado dotado para tal cosa.
En cualquier caso este post no es para hablar sobre los fallos o virtudes que yo le veo a las comentadas películas, sino para subrayar algo esencial, el paso del tiempo y como este influye de forma poderosa en nuestra percepción del arte. Todo aquello cuanto hayamos vivido, nuestra educación, nuestra cultura, absolutamente todo lo que nos viste como personas, influye en nuestras opiniones. Y si nosotros con el tiempo cambiamos como personas, para bien o para mal, es evidente que lo que pensemos sobre ciertas cosas también. Y no pasa absolutamente nada por ello, nada grave me refiero. Es aceptar nuestro lado más humano, aquel que absorbe todo cuanto ve, y que al lado de nuestras experiencias vitales, marcan nuestra personalidad. Se trata de madurar, de crecer, pero bajo ningún concepto de ser incoherente o contradecirse. No estoy diciendo en ningún momento que esas películas sean malas, sino que mi opinión sobre ellas ha cambiado, algo que creo tengo derecho a hacer. Y creedme si os digo que en el momento de sufrir dicho cambio no me alegraba, pero ese es otro tema.
Considero vital, por esta y otra razones, el ejercicio de revisión en una obra de arte transcurrido cierto tiempo. Y no sólo para recrearse de nuevo en una película que en su momento nos maravilló, que suele ser la principal razón, sino para ver cómo las encajamos cuando pensamos de otra forma y el cine asimilado desde entonces ha hecho mella. Podría poner más ejemplos —y por favor, no me pidan que lo explique porque me sentiría verdaderamente idiota, les creo a ustedes capaces de entender algo tan sencillo y lógico— de films que me gustaron y ahora aborrezco, y viceversa, o que simplemente me gustaron un poco y ahora me gustan más, o menos, o bastante, etc. Sin ir más lejos, revisaba la semana pasada ‘300’ de un tal Zack Snyder —vale, pulla innecesaria—, film que me gustó sin apasionarme en su momento, y que ahora no sube de bodrio lamentable —prometo regalar mi DVD edición coleccionista si alguien lo quiere porque en mi casa ya no merece estar—. Si ustedes prefieren que yo siga diciendo que me parece —repito, ME PARECE— buena solo para contentarles, aunque no piense así sobre la película, se equivocan conmigo —en realidad se equivocan con cualquier persona que tenga la decencia de admitir que sencillamente ha cambiado de parecer—. Y si lo que quieren es una opinión/crítica objetiva —una expresión que es una falacia enorme, ya que ambos términos se contradicen— entonces creo que la guía del ocio es un lugar mejor que este para regodearse de forma onanista en dichas “opiniones”.
En 1995 veía cierta película dirigida por Michael Mann. Al Pacino y Robert De Niro eran sus principales protagonistas. Por aquel entonces el film me dejó frío, sin más, no comprendía la admiración hacia dicha obra. Hoy, tras varios visionados con el paso del tiempo, la considero una obra maestra. Tras lo explicado, ¿necesito decir por qué? Claro que no, porque hablo bien de la película, ¿no? También le di siete oportunidades nada menos que a cierta película de Quentin Tarantino, cuyo título no necesito decir. Siete oportunidades a lo largo de casi 20 años, tiempo más que suficiente, pero mi opinión al respecto sigue intacta, como también lo sigue en infinidad de películas. Y así podría seguir poniendo ejemplos hasta que me hartara, o a ustedes les entrase el sentido común en este tema. Pero ¿para qué? Hace tiempo que opiniones sólo me importan las de personas muy contadas, y he oído verdaderas estupideces, como también las he dicho, pero no es el caso.
Ya saben ustedes como me llamo, donde escribo —afortunadamente no solo aquí—, y a mis 42 años les digo que mi opinión sobre la trilogía de Peter Jackson ha cambiado desde aquellos meses de diciembre en los que las disfruté en la oscuridad de una sala de cine. He cambiado de opinión sobre una película, como puedo hacerlo sobre otras muchas cosas. Se llama crecer. Por favor, las piedras a cualquier sitio menos a los ojos, sería mi perdición. Gracias y buenas noches.
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