Hay gente que no disimula en absoluto cuando va a 'First Dates'. Cristina no se cortó en poner mala cara cuando apareció Enrique, que le pareció más "un señor de pueblo" y no el malote que venía buscando.
Decepción a primera vista
Cristina viene desde Zaragoza, tiene 52 años y es operaria de montaje: "Soy abuela, la más feliz del mundo. Pero a la vez soy mujer, muy cañera, extrovertida y sensible". Buscaba "un hombre de los pies a la cabeza": "Follador, feo o guapo me da igual, que fume y tenga vida a sus espaldas".
Enrique tiene 57 años, es de San Mateo de Gállego (Zaragoza) y celador, aunque también está opositando. Nada más verle, Cristina tuvo claro que no le gustaba físicamente y no escondió su expresión de desagrado: "Yo quería un machote". A él le pareció maja pero tampoco era su tipo.
Enrique se las ingenió para decir de forma ambigua que todavía vivía con su expareja en la misma casa. También le explicó que estaba opositando para asegurarse la plaza de celador, y a Cristina no le interesó demasiado: "Me gustan malotes".
"Este señor es de pueblo, por eso no se saca la oposición, porque es cerrado de mollera" reflexionó ella después de que Enrique le dijera que llevaba años paseando los apuntes, empezando, abandonando y volviendo a retomar las oposiciones.
Al hablar de relaciones anteriores, Cristina reveló que en la última había sido "la otra", ya que salió con un hombe casado. A Enrique "ni le pareció bien, ni le pareció mal", y contó que no había tenido hijos porque "no había tenido tiempo".
Cristina le veía muy paradito y se reafirmó cuando le oyó hablar de sexo y pasión: "No tiene ni medio polvo, el pobre". Cuando la cosa pasó a sus preferencias en la cama, ella prefirió cortar la conversación de raíz, porque aquello no iba a ningún lado. Efectivamente, ninguno de los dos quiso repetir en una segunda cita.
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