Es obvio que cuando quieres hacer una gran superproducción en Hollywood tienes que estar dispuesto a aceptar que la productora en cuestión imponga una serie de cambios en lo que esperabas que acabase siendo tu película. A veces no es más que una mera forma de reducir el presupuesto que sería necesario o adecuar algún personaje a un actor concreto que el estudio ve ideal para la futura carrera comercial de la cinta en cuestión, pero también hay casos mucho más sangrantes como el de ‘Prometheus‘ (Ridley Scott, 2012).
Estamos ante el que seguramente sea el estreno más polémico de este pasado verano, habiendo quedado demostrado que desata amores y odios en una proporción similar, pero lo que acabamos viendo tiene mucho más que ver con los deseos de Fox que con la intención inicial de Ridley Scott.
En una reciente entrevista, Jon Spaiths nos ha desvelado la realidad acerca de esas lagunas de guión que tanto han dado que hablar desde el estreno de ‘Prometheus’. Lo cierto es que Spaiths no tenía ningún tipo de experiencia como guionista cuando Ridley Scott decidió que era el indicado para escribir lo que estaba pensado que fuera una simple precuela de la excelente ‘Alien, el octavo pasajero‘ (Alien, Ridley Scott, 1979), una forma de cerrar el círculo con una película más y quedar tan amigos con Fox. Sin embargo, en la productora pensaron a última hora que ‘Prometheus’ era la ocasión ideal para crear una nueva franquicia que les proporcionase pingües beneficios, algo que daban por sentado que no iban a volver a encontrar con ninguna nueva aventura de la teniente Ripley. ¿Su decisión? Contratar a Damon Lindelof para introducir una serie de cambios en el guión de Spaiths.
Hay que estar bastante ciego para no reconocer que todos los fallos que se mencionan en el divertido vídeo (y alguno más que se dejan) son completamente ciertos, pero el problema es que la gran mayoría de ellos fueron por las modificaciones a modo de mercenario del propio Lindelof. ¿Cuál fue la máxima que recibió antes de ponerse a meter mano en el libreto de Spaiths? Alejar la película todo lo posible del universo Alien, sin importar demasiado si para ello había que hacer algunos cambios incongruentes o introducir situaciones tirando demasiado hacia lo absurdo, pues el rodaje tenía que empezar lo antes posible.
Para que os hagáis una idea (llegan los spoilers de ‘Prometheus’), la sala repleta de urnas misteriosas que desprenden un líquido negruzco que ha generado mucho debate era en realidad una estancia repleta de huevos de Alien. Además, de uno de ellos tenía que salir uno de los míticos facehuggers que era el que iba a infectar al personaje interpretado por Logan Marshall-Green, el cual moría poco después (su cabeza explotaba) cuando estaba a punto de copular con Noomi Rapace. La infección de ella venía motivada por el hecho de que David (Michael Fassbender) era un personaje mucho más oscuro y maligno, trabajando mucho más en su interés por la cultura de los ingenieros y volviéndose finalmente contra Rapace cuando ella intentaba detenerlo. ¿Cómo? La ataba y está jugueteando un rato con un facehugger antes de lanzarlo contra ella, la cual queda infectada en el proceso.
El problema es que en la versión final no hay explicación alguna que justifique que David decida infectar/envenenar por las buenas a Marshall-Green con la polémica sustancia negruzca. Sin embargo, la cosa va a más en lo referente a la secuencia de Rapace intentando deshacerse de la criatura que habitaba en su interior, la cual no quedaba atrapada en la millonaria maquina médica, sino que era expulsada al exterior, mientras que ella se quedaba dentro, inconsciente y con la máquina curándola durante ocho largas horas. El Alien se dedicaba en ese rato a atacar cruelmente al resto de la tripulación. Sin embargo, eso no cuadraba con las exigencias de Fox, así que Rapace se recupera milagrosamente de su operación y el Alien pasa a ser un extraño pulpo que se queda allí atrapado. Sin comentarios.
Es obvio que se trabajó mucho en la apariencia que debería tener el Alien en una precuela, para lo cual se diseñaron hasta ocho versiones diferentes para mostrar en ‘Prometheus’ los orígenes del mismo y sus diversas fases evolutivas. Todo eso acabó en la basura cuando Fox decidió romper con la famosa franquicia, dejando, eso sí, una breve aparición al final de la película de lo que se conoce como Proto-Alien. Esta criatura, fruto de una extraña combinación genética, es el claro punto de unión con ‘Alien, el octavo pasajero’, pero también una muestra de cobardía por parte de la productora al no decidirse a abandonar de forma definitiva la conexión de ‘Prometheus’ con la misma.
Que los cambios hayan resultado apasionantes o sean la fuente de lo que ha acabado convirtiendo a la película en un bodrio es algo aparte, pero si algo me quedó claro cuando se hizo público que Ridley Scott había declinado el ofrecimiento de hacer un montaje del director (algo muy habitual en él), es que ‘Prometheus’ no es la película que realmente quería hacer (quizá por eso quiso hacerla más personal intentando incluir una conexión directa con ‘Blade Runner‘ finalmente descartada), habiéndose centrado en resolver la papeleta lo mejor que ha podido. Habrá que ver si acaba dirigiendo la secuela ya confirmada, pero no las tengo todas conmigo cuando ya en su momento se mostró reticente a ponerse al frente de la primera entrega.
No es que ‘Prometheus’ sea el único caso en el que ha sucedido algo así, ya que también recuerdo unas declaraciones de Kevin Smith en la que decía que el productor de la película sobre Superman que él iba a escribir le exigió incluir una araña robótica gigante en la misma. ¿Los motivos? Le gustaba tanto la idea que no dudó en reaprovecharla para la olvidable ‘Wild Wild West’ (Barry Sonnenfeld, 1999). Y es que sé que es un tanto ingenuo pedir libertad total cuando estás al frente de una producción que cuesta más de 100 millones de dólares, pero en Hollywood deberían hacerse mirar lo de incluir cambios en los guiones por motivos puramente comerciales. O como mínimo dar más tiempo para conseguir insertarlos en la trama de una forma congruente con la misma. Tampoco es pedir tanto, ¿verdad?
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