Tenía yo pensado hablar sobre el libro que recientemente le han publicado a Guillermo del Toro, en torno al ínclito Alfred Hitchcock, titulado 'Hitchcock por Guillermo del Toro' (en el que vemos al realizador mexicano caricaturizado como uno de los famosos pájaros del genio, posado en su puro), pero lo cierto es que se me han quitado las ganas leyendo, finalmente, la contraportada del mismo. El ensayo no está mal del todo, con algunas blandenguerías propias de un hombre cuya mayor virtud no es la escritura, precisamente. Pero leyendo la contraportada me entran ganas de escribir sobre otro asunto, mucho más importante que este librito.
En la contraportada se afirma, sin el menor rubor, que si hay un director ahora mismo cuya brillantez sea venerada por todos, ese es Guillermo del Toro. Toma ya. Ahí queda eso. Eso me ha hecho reflexionar, y al mismo tiempo ponerme a escribir de una vez. Tengo clarísimo, cada vez más, que la característica más importante en un director no es ni la dirección de actores, ni la atmósfera, ni la sugestión. La característica más importante, que también lo es de las grandes películas (porque lo más importante, le pese a quien le pese, en una película, es el director...), es la más invisible de todas: el ritmo. Precisamente la cualidad de la que carece, de forma incontestable, el sobrevalorado director mexicano.
Recuerdo las palabras del gran Andrei Tarkovski (uno de esos artistas a los que no me cansaré de aludir en blogdecine, por mucho que algunos me tengáis por un pelmazo) con las que afirmaba que el ritmo en el cine no existe, como muchos creen equivocadamente, gracias al montaje, sino a pesar de él. Yo, bajo mi punto de vista personal e intransferible, no puedo estar más de acuerdo. Todos esos realizadores que intentan imprimir ritmo (véase los Scott, Bay, Wachowski y el resto de la panda de los "frenéticos") a base de cuarenta cortes de montaje por minuto (o más...) en realidad lo que intentan es lograr un ritmo que cada plano por separado no tiene. Es decir. sus planos están muertos, no existe el tiempo en ellos, y se procura organizar un tinglado supuestamente intenso, cuando lo más que se consigue es mucho jaleo para nada.
La película supuestamente más frenética, con más ritmo de Del Toro, debería ser 'Blade II', pero lo cierto es que ni ahí supo imprimir el ritmo necesario. La secuencia con el blood-pack, ese equipo de vampiros asalvajados, comienza bien y parece que va a ofrecer algo, pero enseguida todo se viene abajo. La verdad es que muy pocos directores pueden sostener una película. Algunos, como el propio del Toro, lo enmascaran con grandes conocimientos de diseño de producción, o de caracterización o de efectos especiales. Y ya sé que para muchos eso es lo importante. Pero en mi opinión le piden muy poco al cine. Siendo pelmazo de nuevo, pues muchos conocen ya mis debilidades, recuerdo a 'Aliens': ¿cuántos directores en el mundo pueden filmar sus últimos 45 minutos? ¿Tres? ¿Dos?
Repasemos esos 45 minutos brevemente: traición de Burke con la subsiguiente intensísima secuencia de los "estrujacaras", sin casi tiempo para respirar emboscada de los alienígenas y tiroteo, huida por los conductos de ventilación, masacre, rapto de Newt, regreso a salvarla, enfrentamiento con la reina, nueva huida, enfrentamiento con la madre en la nave nodriza. Ahí es nada. Cameron que es (y Ford estaría de acuerdo conmigo, no como dijo algún lector, y si no lo está me daría exactamente igual) uno de los mejores directores de la historia, lo sostiene sin aparente esfuerzo. Estoy harto de observar como directores intentan sostener con presencia de ánimo admirable pero estéril un castillo de naipes que se desbarata a los 20 minutos. Y esto es porque no tienen ritmo.
Para ilustrar lo que digo, podriamos echar un vistazo al siguiente vídeo:
Yo aquí no veo mil cortes, ni virtuosos y frenéticos movimientos de cámara. Sin embargo, nadie me negará que es una secuencia tremendamente dinámica y llena de ritmo. Y hay dos grandes planos (un campo/contracampo, realmente) aderezados con breves insertos de planos detalle. ¿Qué establece aquí el ritmo? Los actores, los diálogos, el sonido, la distribución de los personajes en pantalla, la situación límite. ¿Se imagina el lector esta secuencia filmada por Zack Snyder, o por Tony Scott? Pues hubiera sido muy diferente. Sobre todo porque no habría tenido ritmo. Yo establezco así mis jerarquías entre directores. Un 99,9999 % que no son capaces de lograr un ritmo, aunque engatusan a sus espectadores a base de maquillajes, atmósferas de ensueño, y un 0,000001 % que, si bien no son aceptados quizá por una gran masa de espectadores, porque su mayor virtud es invisible en este medio de expresión visual, son los verdaderos artistas.
Por eso no es fácil, creo yo, darse cuenta. Se ve, pero no se ve. Está ahí, agazapado. Pero a poco que el cinéfilo que lea estas líneas sepa sincerarse consigo mismo, observará que quizá algunos de sus directores favoritos no son más que escenógrafos, hábiles creadores de humo, incapaces de ordenar "temporalmente" los elementos de su puesta en escena, más que "plásticamente". Hay grandes directores de actores, como Mike Nichols (sobre una de sus películas escribiré en breves), que son incapaces de establecer un ritmo, un sostenido, una tensión. Quizá a los que no les hayan convencido mis ideas, pueda acercarse mejor a ellas cuando lea ese texto.
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