La noche del pasado sábado se despidió el Festival de Cine de Cartagena, el FICC, hasta el año que viene, con la ilusión de que habrá una 43ª edición y la satisfacción de haber hecho bien las cosas. Fue un hasta luego en una fiesta de clausura donde quedó claro que el cine, a pesar de todo, sigue siendo importante. Como entretenimiento pero también como estímulo intelectual y emocional. Verlo, sentirlo, pensarlo, hablarlo. Quedó igualmente patente que la ciudad de Cartagena tiene a un equipo de cinéfilos que van a dejarse la piel por mantener vivo el certamen, por tratar de que siga siendo un evento relevante en la Región de Murcia, superando todas las dificultades y las limitaciones que surgen cada año.
Se han proyectado buenas películas, se han premiado valientes cortometrajes --como 'Los flamencos' de Tomás Peña (arriba en la imagen)--, animando a realizadores que por el momento apenas disponen de ese campo de expresión, se ha rendido un justo homenaje a un compositor de la provincia como Roque Baños y se han organizado actividades para implicar a los más jóvenes, tratar de inculcarles el amor por el cine. Que es un objetivo maravilloso, algo que debería hacerse en las escuelas. Es cimentar el futuro, empezar a crear espectadores exigentes. No simples consumidores de lo made in Hollywood. Darles la oportunidad de aprender y ver otras películas, descubrir a otros autores, otras formas de ver el mundo.
Ése fue uno de los puntos clave que se tocaron en una mesa redonda que tuvo lugar el viernes tras la proyección de 'Alabama Monroe' ('The Broken Circle Breakdown', Felix Van Groeningen, 2012), sobre el premio Lux y el futuro del cine europeo. Esther Baeza, Alberto Frutos, Mara Mira, José Antonio Planes Pedreño y un servidor estuvimos charlando una hora ante unos focos cegadores y un público joven sorprendentemente atento e interesado. De esas veces que piensas "vaya, hay esperanza". Con la excusa de una potente película aún en nuestras entrañas discutimos las dificultades a las que se enfrenta el cine europeo para competir con el estadounidense, y si una de las soluciones no era quizá jugar con sus mismas armas.
Yo me opuse (me opongo). No deberíamos copiar sus esquemas, seríamos peores. Hay que exprimir lo que somos, lo particular. ¿No os aburre ver siempre las mismas caras, oír el mismo idioma, las mismas bromas, los mismos finales y tópicos? Estoy convencido de que 'Alabama Monroe' sería un éxito de taquilla con la distribución adecuada, de la que suelen gozar las producciones norteamericanas apoyadas por las majors --o sus filiales "independientes"--. Los fenómenos como, por ejemplo, 'Intocable' ('Intouchables', Olivier Nakache, Eric Toledano, 2011), no deberían ser tan raros, hay películas tan buenas o mejores todos los años. Accesibles pero de una calidad superior a la mayoría de lo que sale de Hollywood. Igual me equivoco, pero creo que la gente quiere ver buen cine, el que emociona, el que se te pega a la piel y te invita a pensar sobre sus imágenes tras abandonar la sala. La experiencia.
La cuestión es que los señores de la industria de Hollywood tienen el dinero para convertir sus estrenos en acontecimientos imprescindibles y acaparar las salas con sus frutos. Libre comercio, ejem. No hay demasiada alternativa. El DVD, el Blu-ray, la copia digital, el videoclub virtual, el pirateo --bajar películas que no podemos ver en salas ni comprar en tiendas, ¡qué crimen!--. Si la gente no sabe que hay una película belga extraordinaria y/o no la proyectan en su ciudad, no se ve. Se ve la nueva entrega de la franquicia que toque esa semana. Una lamentable anécdota que dio mucho que hablar estos días: 'Diamantes negros' (2013), lo nuevo de Miguel Alcantud, director nacido en Cartagena, reservó su estreno en la Región de Murcia para presentarla primero en el FICC. Cuando se ha querido llevar a las salas, la respuesta ha sido que no hay espacio, que hay que proyectar 'El Hobbit 2'. En todas las sesiones posibles, la misma película.
Ése es el apoyo a los creadores españoles. Reforzado por ciertas actitudes bochornosas que de cine nacional saben poco o nada. Y en este caso, la película es buena, para colmo. Durante una entrevista que publicaré próximamente me decía Alcantud que habría sido interesante comprobar las consecuencias de un ministro declarando públicamente: "igual el problema del jamón español es que no es de buena calidad". Sí, habría sido divertido. Mientras, en Francia se preocupan por el sector y ahí están los resultados. Por suerte, todavía quedan en España festivales de cine como el FICC, que rescatan películas que merecen la pena y que no llegan a la cartelera o pasan desapercibidas por las oscuras maniobras de los que llevan el negocio. Gracias por seguir ahí.
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