'Un gato en París', la textura de lo clásico

'Un gato en París', la textura de lo clásico
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En las nominadas a mejor película de animación hemos tenido una doble sorpresa. Por un lado nuestra ‘Chico & Rita’ que pone a Fernando Trueba otra vez a las puertas del premio, y por otro ‘Un gato en París’ (‘Une vie de chat’, Jean-Loup Felicioli & Alain Gagnol, 2010), film francés que junto al mencionado se enfrentan a tres empresas titanes de la animación en plan David contra Goliath. No tengo ningún reparo en decir que ojalá una de estas dos cintas se llevase el gato al agua, nunca mejor dicho. Significaría un gran triunfo de lo tradicional, o clásico, o como queráis llamarlo, contra las modernas técnicas de animación. Pero tampoco meemos fuera de tiesto, que al fin y al cabo en el campo de la animación, algunos de los logros actuales dejan literalmente con la boca abierta. Sólo necesito decir una palabra para demostrarlo: Pixar.

Pero este año la compañía de la que han salido joyas como ‘Up’ (id, Peter Doceter, Bob Peterson, 2009) se ha quedado sin nominación a los Oscars, y eso que ‘Cars 2’ (id, John Lasseter, Brad Lewis, 2011) me parece superior a algunas de las que optan al premio. En cualquier caso así hay más emoción, si es que tal sentimiento puede darse en la ceremonia de los Oscars, a la hora de entregar el galardón. De esa forma podemos soñar con el hecho de que una pequeña maravilla como ‘Un gato en París’ se lleve la dorada estatuilla para Francia, país que por cierto podría llevarse más de un premio pues ‘The Artist’ proviene de allí (coproducción con Bélgica). La ópera prima de Jean-Loup Felicioli y Alain Gagnol destaca sobre todo por la frescura de su historia, llena de encanto y en la que no se renuncia a los homenajes, tan de moda hoy día.

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La trama entra de lleno en el más puro Film Noir, con historia de amor y todo. Un gato, de nombre Dino, lleva una doble vida en la ciudad de la Torre Eiffel. Por el día es el cariñosos compañero de Zoe, una niña que no pronuncia palabra, y cuya madre, una policía, está obsesionada con atrapar al asesino de su marido, uno de los ladrones más conocidos y temidos de la ciudad. Por las noches, Dino tiene una muy curiosa aficción; es el compañero de Nico, un ladrón de buen corazón que comete robos. El destino, uno de los principales elementos del cine negro, hará que todos los personajes se encuentren, cambiando para siempre sus existencias. Una premisa que da para mucho en la poco más de una hora que dura la película. Hasta en eso recuerda al cine clásico. Y es que ‘Un gato en París’ también se enfrenta a la dichosa manía actual de que las películas tengan una duración excesiva; obsévese, si no, lo larga que es la por otro lado estupenda ‘Rango’ (id, Gore Verbinski, 2011).

Con una animación que recuerda en algunas cosas a Picasso, de trazos simples, y colores planos, la película enseguida atrapa por el peculiar cariño con el que todo está tratado. Puede que el film camine por algún que otro lugar trillado, al fin y al cabo, la originalidad hoy día es prácticamente una utopía, pero tanto su trama como sus personajes están perfilados con inteligencia la primera, y desprenden un gran carisma los segundos. En su desarrollo argumental podemos encontrar sentidos homenajes a ‘Atrapa a un ladrón’ (‘To Catch a Thief’, Alfred Hitchcock, 1955), por cuanto Nico es un experto en saltar de tejado en tejado buscando sus objetivos; a ‘La noche del cazador’ (‘Night of the Hunter’, Charles Laughton, 1955); e incluso a la mejor película de Quentin Tarantino, como por ejemplo el instante en el que la banda de villanos se pone nombres. Hay instantes de acción, con un muy bien ritmo interno, instantes emotivos, como todo el trauma de la pequeña Zoe o su relación con el gato, y cómo no, momentos para el amor. Podemos decir que ‘Un gato en París’ lo tiene todo, y en tiempo récord.

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Me sobran los momentos en los que el film se pone surrealista, con esa visualización por parte de la madre de Zoe del villano de la función, como metáfora a su obsesión y los temores que despierta en ella, todo para después pasar rápidamente a un segundo plano cuando durante todo el metraje es su única motivación para actuar. Por la contra, hay secuencias que demuestran una gran imaginación, como la escena de suspense en absoluta oscuridad, en la que los personajes se distinguen por finas líneas blancas para que el espectador no pierda las referencias espaciales de unos personajes con respecto a otros. Detalles tan sencillos, y enormemente efectivos, como ése, más la belleza con la que es retratada la noche francesa, hacen de ‘Un gato en París’ todo un festín para los ojos.

Así pues, toda una delicia, y cuyo reconocimiento por parte de la Academia de Hollywood es ya esa nominación. El premio sería toda una sorpresa, ya que creo que tiene todas las de ganar la historia de cierto lagarto en el Oeste. Pero nunca se sabe, estas nominaciones me parecen las más extrañas en años, hasta significa la vuelta de Billy Cristal a lo mejor que ha hecho nunca. En cualquier caso, espero que la presencia del film francés en la mayor fiesta que se realiza sobre el Cine sirva para dar a conocer un trabajo lleno de sensibilidad y buen gusto, una declaración de amor en cierto modo a los viejos tiempos. Y al igual que en la más que probable triunfadora de la noche de los Oscars, proviene del viejo continente.

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