‘FlashForward’ era, probablemente, la serie más esperada de esta temporada. ABC la nominó como “la sucesora de ‘Lost’” y fui entonces cuando empezó su lenta muerte. Tras un episodio piloto que daba muchas esperanzas, la serie cayó en picado en los 10 capítulos siguientes, con tramas insulsas y personajes aburridos que hacían al espectador abandonar una serie atascada en el “quiero y no puedo”.
El parón invernal de casi cuatro meses prometía mejorar los guiones, pero para cuando lo consiguieron ya era demasiado tarde. La gente se había cansado, y retomar una serie no procedimental sin haber visto los capítulos anteriores no tiene mucho sentido. Un batacazo tras otro cada semana y el ligero repunte de su competidora ‘V’ fueron definitivos para mandarla al cajón de los fracasos. Y a pesar de todo, ‘FlashForward’ merece mucho la pena.
Un piloto muy prometedor
6 de octubre, 11 de la mañana (hora de EEUU), el mundo entero se desmaya durante dos minutos y diecisiete segundos, trasladando sus mentes seis meses en el futuro y permitiéndoles ver lo que pasaría el 29 de abril de 2010. La catástrofe mundial fue extrema, con 20 millones de personas fallecidas y un misterio que habría de ser resuelto por el FBI.
Ahí entra en juego Mark Benford (Joseph Fiennes, para muchos uno de los culpables del fracaso de la serie), quien en su flash forward se vio trabajando en un proyecto denominado ‘Mosaico’ investigando las causas de lo que había ocurrido. Por un lado, pretendía encontrar explicación a este desmayo y, por el otro, intentar prevenir un nuevo ataque.
Se nos presentaban otras encrucijadas de índole más personal, como la del propio Mark con su mujer Olivia o la de Bryce con su cáncer y la chica asiática que le salvaría del suicidio. Todo ello unido al hecho de que había, al menos, una persona despierta durante el desmayo, nos dejaba todas las cartas sobre la mesa para comenzar a teorizar sobre qué demonios había pasado.
Luego llegó el sopor
No se puede calificar de otra forma la primera parte de la temporada: sopor. Absoluto aburrimiento por parte del público y dejadez absoluta de los guionistas, que se tomaron demasiado en serio las comparaciones con ‘Lost’ y pensaron que, sólo con eso, ya lo tenían todo hecho. Los personajes empezaban a cansar y el poco o nulo avance de la trama se tornaron críticos para la bajada de audiencia que se avecinaba.
Cientos, miles de veces vimos el flash forward de Mark en su oficina, aún no sé si en un intento de recordárselo a la gente que no lo había visto o simplemente por rellenar huecos a una serie que no avanzaba ni para atrás. Lo único interesante de cada capítulo se reducía a dos minutos al comienzo y diez segundos al final, donde habitualmente colaban un cliffhanger que ni de lejos solventaban en el capítulo siguiente (¿de qué conocía Charlie a D. Gibbons?).
¿El resto? Relleno, absoluta morralla televisiva basada en sentimentalismos baratos que hacían odiar cada vez un poquito más a cada uno de los personajes. Ninguno de ellos se planteaba interesante, y ninguna historia resultaba lo bastante atractiva para mantener a la audiencia. Unos anillos que protegían a la gente de los desmayos, un agente que se suicida para demostrar que el futuro puede cambiar y una hija desaparecida que, casi de repente, aparece de nuevo. En esto se resume, básicamente, la primera parte.
La recuperación llega tarde
El doble capítulo de regreso ofreció más respuestas que todo lo dicho hasta entonces, y a partir de ahí la cosa no hizo más que subir de nivel. La revelación de que Simon Campos era el Sospechoso Cero y de todo lo que había detrás de este hecho se tornó definitivo en el argumento, y todo giró en torno a él a partir de entonces; un personaje que, a pesar de todo, no llega a enganchar demasiado (la sombra de Charlie va a ser muy larga).
Capítulos espectaculares, escenas de acción a lo grande, giros de trama y nuevos personajes dieron a la serie un soplo de aire fresco que, a los que siempre mantuvimos la esperanza de mejora, nos sirvió para no dejarla. Janis resultó ser agente doble, y luego triple, trabajando para tres organizaciones a la vez, mientras D. Gibbons (el malo menos terrorífico de cuantos he visto) comenzaba a jugar con todo el equipo del FBI.
El secuestro del agente Noh y la maratón de Mark para salvarle es, a mi juicio, uno de los mejores capítulos, manteniendo la tensión durante todo el episodio y, finalmente, salvándose casi por los pelos de morir a manos de su compañero de trabajo, tal y como ya habían predecido. El futuro, por tanto, podía cambiarse, pero una vez escrito, resultaba muy difícil deshacerse de él, como hemos podido ver en el último capítulo.
Un final demasiado abierto
Y el 29 de abril llegó. Bryce consiguió a su chica asiática, Aaron por fin recuperó a su hija Tracy (aunque al otro lado de la pantalla esta historia era la más prescindible), Janis realizaba su ecografia, resultando ser finalmente un niño, Olivia y Lloyd terminaban juntos en el dormitorio de ella, sin consumar el amor, y Mark estaba en su oficina a punto de ser asesinado. Los flash forwards parecían cumplirse, aunque con ligeros retoques.
Pasado el momento, Mark descubre que habrá otro desmayo global, y que ocurrirá en apenas 12 minutos después de traspasar el futuro que durante seis meses habían estado esperando. Simon trató de pararlo en el acelerador de partículas (o lo que quiera que sea esa cosa kilométrica), pero ya era demasiado tarde. El mundo entero volvió a desmayarse y a ver su futuro.
Y es en este final donde se desvirtúa toda esta segunda parte. Yo, como seguidor fiel, he sentido que me han tomado el pelo a base de bien. Al otro lado del Atlántico hay quien lo califica como “uno de los peores finales de la televisión”; yo no diría tanto, pero desde luego que un final así no satisface a nadie. Nuevas visiones para todo el mundo, esta vez más alejadas en el futuro (¿2015?) y Charlie ya hecha toda una mujer diciendo: “Lo han encontrado” (a Mark, supongo). Tras ello, una explosión del edificio del FBI que nos deja sin saber si Mark ha muerto o no.
Evidentemente esto es un final de temporada, no un final de serie. Como lo primero, está sobresaliente, pero como lo segundo es una auténtica tomadura de pelo. Supongo que guionistas y productores confiaban en la renovación de la serie, pero viendo los datos por debajo de los cinco millones que la serie venía cosechando no era muy difícil hacerse a la idea de que ‘FlashForward’ estaba muy muerta.
Aun así, revelaron que habían rodado dos finales, uno abierto por si la serie renovaba y otro cerrado por si era cancelada; si éste es el final cerrado, desde luego no me quiero ni imaginar el abierto. Y hasta aquí llega la historia de la serie, una historia muy corta y con demasiados altibajos. Ni siquiera SyFy, que se rumoreó que podría hacerse cargo de la serie, podrá salvarla. Seguro que, para la siguiente, se pensarán un poco más lo de llamar “sucesora” a cualquier serie que plantee un mínimo misterio. Para los más fans y los que ni puedan vivir sin las respuestas, siempre queda la opción de comprar el libro. Descanse en paz.
En ¡Vaya Tele! | ‘FlashForward’ gana en calidad lo que pierde en audiencia
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