If you don’t know who I am then maybe your best course would be to tread lightly…En ‘Breaking Bad’ nadie se anda con chiquitas. El octavo episodio de la quinta temporada nos dejó con el cliffhanger de aquello que desde el mismísimo primer episodio de la serie nos preguntábamos. ¿Cómo se enteraría Hank? ¿Cuál sería su reacción? Con un año para solidificar esas teorías que llevaban gestándose otros tantos, algunos podían teorizar que Hank lograría mantener la calma. Mantener al enemigo cerca hasta poder acorralarle. Otros podrían haber considerado que le pondría las cartas sobre la mesa, protegiéndole a cambio de información.
Pero no. Después de somatizar el disgusto, Hank se pone manos a la obra. Sin reservas. Heisenberg le ha jodido y tiene mucha sangre en sus manos. Pero Walter está donde está por muchos motivos, y no tarda en atar cabos y enfrentarse a su cuñado. Ya está. El juego del gato y el ratón ha comenzado pero, ¿quién es el gato y quién el ratón?
Hay muchas cosas que ha dejado claras este primer, esperadísimo y fabuloso episodio: Walter se cree el gato pero se ha convertido en lo contrario. Está envuelto en un nido de persecuciones de las que no va a salir con vida. Por mucho que Walt ponga su cara de cordero degollado, Jesse sabe que sólo intenta dejar pulcro su patio de atrás (¿oísteis ese cortacésped rugiendo a lo lejos durante toda la secuencia?). Ya no cree ninguna de sus mentiras, esa mirada descorazonadora de Aaron Paul lo deja bien claro.
Jesse sigue hundido en la miseria, se siente inferior a una sucia cucaracha, y decide lanzar fajos de billetes en un intento por recuperar su humanidad. Cuidado con él porque no tiene nada que perder. Hank sí. Puede perder a Marie, ya ha perdido a un amigo y un cuñado, puede perder su trabajo y caer a los infiernos por perseguir a alguien que ya está en su última milla. 'Breaking Bad' es una historia de caídas pero ahora mismo a quien queremos ver levantarse (al menos yo) es a Jesse.
También la República Checa está cabreada porque Todd (ya volverá para liarla parda) anda jodiendo el sello de calidad del cristal azul, y Lydia, otra cuya cabeza está en la guillotina si no consigue que Walt vuelva al trabajo, no va a tirar la toalla tan pronto. Skyler no tiene el horno para bollos pero sí las uñas afiladas. Y si después del ascenso triunfal (y descenso moral) éste león se convirtiese en ratón y lograse escapar de todos los gatos, ahí está el cáncer. Una mirada agria al gota a gota de la quimio nos deja ver que la cuenta atrás ha comenzado. Esa que ha ocultado de su familia (de nuevo; vuelta a los inicios), esa por la que de verdad ha convertido eso que le dice a Jesse de “el pasado es el pasado” en su mantra. Seis meses considerando cuál es la mejor ubicación de los ambientadores de coche en el mostrador. Eso sí era vida, y no esa puerta de garaje que se le cierra a las espaldas, no ese tan merecido puñetazo.
Qué secuención ese final, ¿eh? Dean Norris jamás ha estado tan memorable en la serie, con esa confusión, desprecio y esa rabia remezclados y contenidos. Walter empieza con su pantomima de tipo honrado para pasar a las sutilezas y acabar convertido en Heisenberg. Una transformación completa en tan solo unos minutos ,y una secuencia con una tensión y una intimidad escalofriantes.
Y del final al principio. A ese fastforward que tantas cuestiones levanta, donde el hogar de los White está desolado. La vecina deja caer la compra como si hubiese visto un fantasma (¿Walter ha fingido su muerte, o es sólo la consecuencia de la exposición del pasado que quería dejar atrás?). Hello, Carol.
Brian Cranston se ha puesto una vez más tras las cámaras para dirigir en este episodio, y es en esta primera escena en la que deja claro, con planos algo obvios pero efectivos, que puede que esto siga siendo breaking bad (al fin y al cabo, uno no regresa a ese cementerio de recuerdos a por el ricino para hacer el bien, ¿o será para él mismo? Incógnitas), pero esos espejos reflejan también a un breaking Walt, capaz de volver a la boca del lobo, metralleta en maletero, por... ¿qué?
Pero ese avance del futuro no es el único que nos regala el regreso de la temporada final de la serie. Quizá los amigos colgados de Jesse sean eso, unos colgados, pero yo no me tomaría a la ligera esa historia sobre el concurso de comer tartas de -tulaberries- arándanos del Enterprise. Por si os resulta más fácil establecer posibles conexiones (Checkov-Walt), poco han tardado en sacar una versión animada de la historia.
Es difícil vaticinar qué nos espera en estos siete episodios restantes, pero Vince Gilligan y el resto de guionistas han dejado claro que, aunque haya buena ración en este capítulo, no van a ser siete semanas de tensión contenida. La olla a presión ha explotado. No puedo esperar a ver quién sale escaldado.
Have an A1 day.
En ¡Vaya Tele! | Cuatro finales posibles para 'Breaking Bad'
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