Es una lástima que una propuesta tan autoral, con tanta ambición por aportar algo a temas delicados y muy actuales y con unas cualidades excepcionales pase tan desapercibida como le ha ocurrido a ‘American Crime’. Esta historia con una narrativa tan especial, tan intensa y tan dramática no tenía cabida en un canal como ABC, aunque he de confesar que con la visibilidad de la que gozan actualmente las series en general, me sorprende que no haya cuajado más entre los espectadores gourmet.
En la primera temporada, Timotty Hutton y Felicity Huffman interpretaban a los padres de Matt Skokie, un joven que aparece muerto en su casa junto a su mujer gravemente herida. Inmediatamente la policía busca culpables y cierra el cerco de sospechosos en Héctor, un ladronzuelo mejicano de poca monta, Tony, un adolescente hispano hastiado de su padre sobre-protector, y Carter, un yonqui negro que lleva una vida de palizas y drogas junto a su rubísima y colgadísima novia, Aubrey.
En aquella primera entrega ‘American Crime’ dejaba claro que lo que menos le interesaba era ir en busca de la verdad; abría las puertas a un drama de personajes donde la resolución del crimen nunca era el objetivo. Era la colisión de puntos de vista, de las formas de ver el mundo, de las verdades –públicas o íntimas- de sus personajes lo que movía la trama y creaba los conflictos, sobre todo en torno a dilemas y prejuicios raciales.
Una antología social
La recientemente estrenada segunda temporada –que es independiente de la primera aunque comparte bastantes caras entre su reparto- vuelve a encarar temas sociales de gran relevancia en la actualidad, como son el acoso sexual, la sexualidad en la adolescencia, la orientación sexual o el sexo consentido. Repite el debate del racismo y añade una capa mucho más prominente de clasicismo y elitismo.
Esta vez el detonante de la historia recae en una fiesta desenfrenada que celebran los alumnos (y jugadores del equipo de baloncesto) de una escuela privada de élite. Taylor, un joven de clase media que no acaba de encajar en el grupo, es presuntamente drogado y violado por alguno de estos chicos. Mientras la madre de Taylor intenta por todos los medios que el suceso no pase desapercibido, la directora del colegio y el entrenador del equipo intentan lidiar el asunto con discreción. Cuando empiezan a aparecer los dedos acusadores, se ven involucradas las familias de estos niños ricos, y la raza y la clase toman un papel importante en cómo reaccionan unos y otros.
‘American Crime’ empuja desde el primer momento al espectador a un universo donde estos dilemas se presentan de forma natural pero intensa. Es un drama donde el alivio cómico no tiene cabida. No existen secuencias o situaciones que no desarrollen su ambicioso intento de afrontar los conflictos desde todos los prismas relevantes y con la mayor fidelidad posible a los perfiles que ha creado para el relato.
Estimulante estilo visual y narrativo
La intensidad es tal que apenas existe el plano contra plano. La realización está al servicio de las reacciones y emociones de los personajes ante lo que está sucediendo; nada es trivial y nunca se pone el foco en un elemento secundario. La edición está medida al milímetro para que el espectador nunca se pierda un gesto, una reacción o una evolución emocional de ninguno de los protagonistas. Es por esto que muchos diálogos constan de planos cortos sostenidos raramente interrumpidos por la imagen de un interlocutor irrelevante (y en caso de existir, suelen ser escorzos, planos de perfil o planos detalle de manos, labios u objetos).
La combinación de este estilo visual con un ritmo pausado en el que los silencios son importantes y las situaciones se toman su tiempo para respirar, nos deja ante unos capítulos densos que exprimen al espectador. Es un relato exigente pero altamente gratificante ya que John Ridley, su creador, tiene muy claro el tipo de historia que quiere ofrecer y, sobre todo, cómo quiere presentar su reflexión. No cae en maniqueísmos y desenvuelve su percepción apoyándose en detalles y sutilezas. En lo que sus personajes dicen pero también lo que no dicen; en cómo callan, en qué palabras emplean para expresarse sobre ciertos temas, en cómo se dirigen a unos y otros. Es una delicia contar con un relato tan cuidado y que lleva el concepto “de autor” a la mejor acepción posible.
Otra de sus grandes cualidades es el reparto. Esta carga dramática tan intensa sobre los personajes no sería sostenible sin unos actores a la altura que acusaran cada intención con solvencia y credibilidad. Estamos hablando de largos primeros planos donde en ocasiones se ven forzados a pasar por varios estados de ánimo. Todos los intérpretes tienen su momento para brillar, y hasta los más jóvenes –cuya apariencia inicial puede engañar fácilmente- están a la altura de las circunstancias cuando sus personajes son llevados al límite.
Gran reparto, excepcional desarrollo narrativo, estimulante tratamiento visual y, en definitiva, un imprescindible drama social que no deja indiferente, que invita a la reflexión y que consigue jugar constantemente con prejuicios, ideales y posiciones tanto de los protagonistas como del espectador. De lo mejorcito en ficción ahora mismo.
En ¡Vaya Tele! 'American Crime' cierra temporada dejando poso por su relevancia temática y la ejecución de sus ambiciones
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