La verdad es que al que no se le erice el pelo con este arranque, tiene horchata en las venas. Por supuesto que aparecen los rasgos sentimentaloides tan propios de la casa, como el acaramelamiento entre Mufasa y la madre de Simba (y eso que creo que hasta un niño de 10 años sabe que un león tiene varias leonas), pero esto es más que espectacular: el adjetivo que mejor le cuadra es majestuoso, muy acorde con el tono shakesperiano de reyes y traiciones que va a presidir la historia. Primero fue un reino marino, luego un cuento con esencias centroeuropeas, a continuación un mundo árabe y místico, y ahora lo que obtenemos es el esplendor del continente africano.
Cuando se conocieron los primeros detalles sobre esta producción, de alguna forma todos sabíamos ya, meses antes de su estreno, que iba resultar un éxito de público grandioso, del mismo modo que cuando un año después se estrenó ‘Pocahontas’, muchos nos olimos el desastre. Pero es que ‘El rey león’, una producción tan cuidada, se merecía ese éxito. Sin ser una película tan magistral como ‘Aladdin’, posee secuencias que pertenecen ya, por méritos indiscutibles, a la antología del mejor cine de animación de todos los tiempos.
Una de las máximas virtudes de esta historia reside en la decisión de sus responsables de centrar la trama en una sola idea: la pérdida del destino por el deseo de poder de otros, y la recuperación de ese destino superando antiguos temores. A parte de esto, no hay ninguna otra trama ni subtrama. Y ésta resulta muy profunda psicológicamente, y muy creíble. Es una de las pocas películas Disney, o quizá la única (ahora mismo no estoy seguro), en la que el paso del tiempo se emplea de forma notable a la hora de establecer los cambios internos de un personaje. En este caso, Simba sufre un trauma terrible desde la infancia, que le alejará más de su derecho al trono de la selva (por decirlo de alguna manera) que el propio Scar.
Y es que es esta una película muy cruel emocionalmente hablando. Simba no sólo pierde a su padre muy joven, sino que Scar le tortura con gran habilidad, manipulando su amor hacia su padre, y haciéndole sentir una culpabilidad terrible. Es impresionante la forma en que se regodea, teniendo en cuenta que poco después planea matarle. Cuando ví esta película yo era un adolescente, y sentí un estremecimiento sincero en el momento en que a Simba le cae una lágrima ante las acusaciones de Scar. Ahora, quince años después, siento idéntico estremecimiento.
Pero no sólo eso, sino que secuencias tan cinemáticas como la de la estampida que provoca la muerte de Mufasa, poseen una belleza y una perfección insólita en su planificación y ejecución. Todos los elementos de la secuencia están animados con el similar mimo y destreza, y los movimientos de cámara (como ese desasosegante del zoom sobre Simba cuando ve lo que se le vine encima) demuestran el tremendo esfuerzo realizado. Sorprende que tanto Roger Allers como Rob Minkoff, directores de la cinta, no hayan hecho nada posterior que merezca la pena señalar, lo que indica, probablemente, que fue producto de un equipo soberbio de profesionales.
Se le puede achacar su previsibilidad, o que sus caracteres no son tan variados ni tan bien caracterizados como en ‘Aladdin’. Salvo Simba y Scar, que son dos oponentes fascinantes, el resto de personajes no tienen gran entidad. Ni los cachondos Pumba y Timón, ni las hienas (más cachondas todavía). Tampoco Nala. En general son o muy buenos o muy malos, sin razones más allá de la propia supervivencia en el caso de las hienas, cuya venganza final queda muy creíble. Pero sobre todo queda creíble la sencilla forma en que el mandril le hace comprender a Simba que del pasado se puede aprender, pese a que sea imposible cambiarlo, y que eso es algo positivo.
En suma, una grandiosa producción animada, que da fé de la ambición del estudio por ofrecer un espectáculo absoluto, cuidando todos los detalles, y que da por terminado un corto pero apasionante ciclo que ha quedado como la última época de oro de un estudio que si no llega a ser por la existencia de Pixar, quizá ahora mismo estaría cerrado por derribo. Después de este ramillete de realizaciones, Disney bajó mucho el listón, y repitió el esquema hasta la náusea. En un próximo post, que cerrara esta serie, analizaremos las películas posteriores a ‘El rey león’, de las cuales muy pocas tienen algo interesante.
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Gran Ciclo Disney: ‘La sirenita’
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