La última película de terror de 2024 llega a punto para tomar las uvas, ya que, el 31 de diciembre, SkyShowtime estrena por fin en España 'Apartamento 7A', la precuela de 'La semilla del diablo' dirigida por Natalie Erika James. Ambientada en el Nueva York de 1965, la película explora el destino de la bailarina Terry Gionoffrio, interpretada por Julia Garner, que es la chica que vive en el apartamento de al lado de Rosemary en la película de Polanski, y cuyo destino está claro desde el principio para todos los que han visto el clásico.
2024 ha sido un año en que la autonomía corporal de las mujeres y los embarazos traumáticos han estado presentes en muchas películas y series de terror como 'Alien: Romulus', 'American Horror Story: Delicate', el episodio 'Rebirth' de 'Tales From the Void', 'Baby Ruby', 'Inmaculate', el final de 'Bitelchús Bitelchús', e incluso (su ausencia) de forma inversa en 'El baño del diablo', pero lo curioso es que es el tema principal en las dos precuelas de dos de los grandes clásicos de terror satánico sobre el nacimiento del anticristo, esta y 'La primera profecía'.
Sea o no una coincidencia, esta presencia constante de los temas del embarazo y el parto como fuente de horror tiene un contexto clave que en el caso de ‘Apartamento 7A’ resulta casi más interesante que las conexiones con la película de Polanski. Las inherentes transformaciones físicas y psicológicas para la mujer proporcionan un terreno fértil para el género, y al distorsionar y pervertir el proceso natural del proceso de gestación hay consecuencias perturbadoras porque reflejan la pérdida de control y autonomía corporal, que ya estaba en ‘La semilla del diablo’ y se ha colado en sagas como ‘Alien’ (1979).
El cuerpo femenino siempre ha sido un lugar de invasión y explotación favorito para el género, pero hay razones por las que su vuelta esté siendo agresiva y constante, la primera, claro, porque hay más mujeres escribiendo y dirigiendo películas de terror, con nuevos temas y preocupaciones, o al menos nuevas perspectivas frente a estos. La siguiente es la revocación de la decisión del Tribunal Supremo en el caso Roe contra Wade (1973), que fue una sentencia histórica que reconoció el derecho constitucional de la mujer a decidir abortar. Esta decisión supuso un importante paso adelante para los derechos reproductivos y la autonomía corporal en EE.UU.
La onda expansiva en la cultura de un retroceso social
Sin embargo, la reciente derogación de la norma ha encendido el debate sobre el control que ejerce sobre el cuerpo femenino las estructuras sociales y jurídicas, con implicaciones gravísimas para la salud, que afecta especialmente a comunidades marginadas. Por ello el género no duda en mostrar escenas desgarradoras y gráficas no sólo del parto, sino también de los efectos secundarios del embarazo, como los ataques de náuseas matutinas en ‘Apartamento 7A’ en la que Terry Gionoffrio se nos revela como una joven bailarina coartada por una lesión que rompe su sueño y es acogida por una pareja de ancianos, Minnie y Roman Castevet, que le ofrecen un apartamento sin pagar alquiler.
Su misterioso embarazo empieza a revelar las manipulaciones y el control de quienes la rodean, introduciendo el problema de los vientres de alquiler y cómo la explotación de la gestación subrogada afecta a mujeres vulnerables, haciendo que el caso de Terry sea diferente del de Rosemary, ya que juega con la idea del pacto, desplazando las angustias y temores que durante mucho tiempo se han asociado al embarazo en el cine de terror con un factor de culpabilidad, sorteado aquí con una mirada funesta a la situación social o el desamparo de la protagonista.
De este modo, cada una sirve de reflejo de las ansiedades culturales de sus respectivas épocas. A finales de la década de 1960, el pánico satánico estaba en pleno apogeo, alimentando los temores sobre sectas y las prácticas ocultistas, con lo que la idea en ‘La semilla del diablo’ es la paranoia de estar en el centro de una conspiración. Mientras que ‘Apartamento 7A’ indaga en la corrupción de la inocencia en un contexto en el que la vocación es una fuente de sacrificio y precariedad, donde la estructura socieconómica es capaz de comprar cualquier cosa, incluida el sufrimiento orgánico, el traspaso de derechos básicos como la propia maternidad.
Más interesante de lo que parece
Al situar las dos obras en un universo compartido, se sugiere que las fuerzas del mal descritas en ‘La semilla del diablo’ siguen acechando los derechos reproductivos de la mujer, sea cual sea la posición social. Cuerpos que son manejados por fuerzas externas, la vulnerabilidad de mujeres sometidas a restricciones sociales y legales y la incertidumbre del parto como elemento de horror futuro. El edificio de apartamentos de ambas es un microcosmos de un mundo más amplio, aunque los espacios reducidos amplifican la sensación de aislamiento y claustrofobia, haciendo a Rosemary y Terry más susceptibles a las fuerzas malévolas que las rodean.
Natalie Erika James utiliza estilo visual distinto a la original, más decadente, nada ostentoso y caracterizado por escenarios oscuros y ocres, con sombras, perspectivas distorsionadas y un diseño sonoro inquietante que crea una sensación de desasosiego y tristeza. Es una pena, sin embargo, la banda sonora, que le hace parecer una obra mucho más genérica y le impide postularse como una compañera que mire al menos a la cintura de la obra de Polanski. Queda así como un apéndice interesante a aquella, que contrariamente a lo que se comenta, no es un remake encubierto.
Entre otras cosas porque las situaciones de ambas mujeres son muy diferentes, lo que crea una tensión muy distinta. 'Apartamento 7A' no es una mala película de terror envuelta en angustias contemporáneas como la erosión de la intimidad en la era digital, el gaslighting o el aprovechamiento de las expectativas en carreras artísticas en plena era MeToo. Acaso a veces se percibe como una trágica elegía a Terry, con sus aspiraciones e ilusión succionadas por el poder, siendo una de las conclusiones más oscuras y tristes del cine de terror de este año, una digna hermana pequeñita de ‘La primera profecía’, que plantea una elegancia en la dirección que tampoco debería ser desdeñada así como así.
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