A pesar de tener una actitud que tiende a lo optimista en lo que respecta a la industria cinematográfica, y de esforzarme para ver los muchos destellos de luz que iluminan cada temporada de estrenos, en ocasiones es muy complicado no caer en la reflexión superficial y unirse a clamores populares como el que señala a una presunta muerte de la creatividad en un Hollywood que, por mucho que algunos se empeñen en negar, lleva décadas siguiendo la misma dinámica.
Uno de los últimos casos que nos invitó a llevarnos las manos a la cabeza en un gesto de desconcierto y casi cinismo fue el anuncio de 'Twisters': una suerte de secuela legado de la 'Twister' de 1996 dirigida por Jan de Bont que contaría con Lee Isaac Chung —autor de la celebrada y multipremiada 'Minari. Historia de mi familia'— como máximo responsable. Una combinación de proyecto y cineasta de lo más chocante que, contra todo pronóstico, ha terminado teniendo todo el sentido del mundo.
Y es que el regreso de los tornados a la gran pantalla, sin prácticamente vínculos directos con la cinta original más allá de algún guiño puntual para muy cafeteros, no sólo se ha alzado como un entretenimiento palomitero estival casi perfecto; también ha conseguido capturar como muy pocos la esencia del blockbuster de los 80 y, especialmente, de los 90, de un modo que creímos imposible de replicar después del logro alcanzado por 'Top Gun: Maverick' el pasado 2022.
Tornados con corazoncito
'Twisters' tiene —y es— todo lo que cabría esperar de una película que parte de una premisa tan sencilla como enfrentar a dos grupos de cazadores de tornados radicalmente opuestos en un punto caliente de estos fenómenos meteorológicos. Huelga decir que, a nivel formal, esta producción valorada en unos 200 millones de dólares hace gala de unas escenas de acción, unos niveles destrucción y unos efectos visuales y especiales a la altura de las circunstancias y de las exigencias de una disaster movie de primer nivel.
No cabe duda de que la experiencia que ofrece es tan intensa como divertida, ganando enteros con un diseño y una mezcla de sonido atronadores y con una inesperada apuesta por lo tangible —que, obviamente, convive con lo digital en una simbiosis envidiable. Todo esto, junto a la magnífica fotografía en 35mm de un veterano como Daniel Mindel, hace casi imperativo —y más que recomendable— un visionado en pantalla grande que quedaría justificado únicamente por sus salvajes 20 minutos finales.
Sorprendentemente, la magia de 'Twisters' no radica en su sentido del espectáculo ni en su despliegue técnico, sino en el mimo proyectado sobre los protagonistas y la narrativa. Tanto el trío principal como varios de los secundarios están tratados con cuidado, poseen unos arcos dramáticos bien definidos y se elevan como unos grandes compañeros de viaje a los que ir descubriendo poco a poco —con cambios de perspectiva incluidos—, confirmando una vez más que el núcleo de todo buen largometraje se encuentra en sus personajes.
Y aquí es donde, precisamente, se nota que Lee Isaac Chang ha sabido edificar su mirada sobre los cimientos de blockbuster quintaesencial. La cinta, además de tener sus dosis de comedia ligera y de huir de la solemnidad impostada —pese a tomarse a sí misma un pelín más serio de lo necesario en algunos momentos—, muestra una gran sensibilidad cuando se zambulle en los pantanosos terrenos de lo melodramático —de los que sale triunfante— y a la hora de capturar algunos planos realmente hermosos y casi poéticos en medio del caos y la destrucción. La combinación, desde luego, es de lo más peculiar.
Es de justicia subrayar que 'Twisters' se enfrenta a algún que otro problema en lo que respecta a la exposición oral repleta de cháchara científica que se evapora de la mente del espectador nada más ser escuchada y con el uso de algún que otro diálogo que peca de obvio; pero cuando a todo lo expuesto sumamos las interpretaciones de Daisy Edgar Jones y de un Glen Powell que se reafirma como la gran estrella del momento, el disfrute está completamente asegurado.
¿Nos acordaremos de 'Twisters' dentro de unos meses? Probablemente no, pero los niveles de escapismo y espectáculo que nos sirve en bandeja de plata durante sus dos ajustadas horas de metraje harán que vuelva a nuestra mente con una buena dosis de nostalgia cuando, dentro de treinta años, Hollywood decida poner en marcha una 'TwisTRES' —me van a perdonar el chiste malo— con la que volver a escandalizar a los cinéfilos desencantados... y volver a llevarlos a su redil.
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