¡Qué maravilla 'El sol del futuro', la nueva película de Nanni Moretti! Disculpen comenzar la crítica con una exclamación tan vehemente, pero, en un Festival de Cannes en el que algunos de los autores veteranos han presentado películas sobre la imposibilidad de hacer cine, por el motivo que sea, la propuesta de Moretti es de las más luminosas vistas en las salas de Cannes. Es una película henchida de vida.
A diferencia de Jean-Luc Godard, Víctor Erice o Michel Gondry, quienes, como Moretti, han abordado en sus últimas piezas obras que hablan de películas que no tuvieron la oportunidad de ver la luz, 'El sol del futuro' ofrece en su conclusión una brecha de esperanza: el cine como un arte comunitario, que acerca a las personas y con el que caminar hacia el futuro con una sonrisa en la cara.
En su nuevo filme, el italiano nos habla de cine, de amor y desamor, y también la utopía del comunismo, emancipada de su legado dictatorial. Todo eso en tan solo 96 minutos hilvanados en un entramado intertextual (el Partido Comunista italiano, Kiewlovski, Scorsese, Fellini, Netflix) que le otorga, como sucede en las obras de Moretti, un carácter vodevilesco repleto de encanto.
'El sol del futuro': yo quiero verte danzar
¿De qué va exactamente 'El sol del futuro'? Moretti vuelve a ponerse en la piel de un cineasta a punto de rodar una película que irá afrontando sucesivas crisis, profesionales y personales, a medida que la historia avanza. Su matrimonio de 40 años con Paola (Margherita Buy) está en la cuerda floja y todo son trabas en su nuevo filme, sobre el Otoño húngaro, cuando en 1956 los estudiantes de ese país se sublevaron contra Stalin.
Planteada como una autoficción que juguetea con los resortes del relato (se rompe la cuarta pared, los escenarios del set (de Cinecittà) y los de la realidad se confunden, etc.), la vida y su cacofonía se filtran poco a poco en la película –por si no tuviéramos suficientes capas narrativas– y se reivindican ante cualquier tentativa de nostalgia. Moretti, sí, es un nostálgico pero también alguien que se resiste a quedarse inmovilizado en el pasado.
De ahí que la película sea por momentos ¡un musical! Siempre avanzando, siempre en movimiento. En este sentido, hay dos escenas musicales absolutamente arrebatadoras que suceden en el set de rodaje: la primera al son de 'Sono solo parole', de Fabrizio Moro, y la segunda, también en el rodaje y con la icónica 'Voglio vederti danzare', del añorado Franco Battiato. ¿Cómo no saltar de la butaca para, en efecto, ponerse a bailar en la sala de cine junto Moretti?
'Il quarto stato', versión Moretti
¿Es 'El sol del futuro' el testamento fílmico del italiano? ¿Una obra que concluye una supuesta trilogía morettiana formada también por 'Caro diario' y 'Abril'? No hay duda del ánimo conclusivo de la propuesta, que divaga sobre el final de todo lo que le da sentido a la vida (de Moretti), pero aún es pronto para elucubrar al respecto.
De lo que sí estamos seguros es de que el cineasta, antes de caer por el precipicio de la angustia, apuesta por celebrar sus filias. Sus fobias también desfilan por la pantalla (en sendos gags sobre la ética del cine y sobre Netflix), pero aquí la neurosis se transmuta en alegría, en una joie de vivre de la que, comprobando el estado del mundo, diría que andamos necesitados.
Es emocionante observar cómo el cineasta realiza ese subversivo gesto que se rebela contra el pesimismo, la muerte de las utopías y el resquemor. Su magnífica secuencia final sirve justamente para refutar la idea de que el individualismo más cruel está tomando posiciones. Con una hermosa recreación circense del cuadro 'Il quarto stato', de Giuseppe Pellizza da Volpedo, que reúne a actores y actrices del universo del cineasta, se despide Moretti. Íntegro, entrañable, festivo.
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