Si algo hace a Sitges un certamen tan especial, eso es la capacidad para asombrar al respetable con una selección de largometrajes de lo más ecléctica y, por qué no decirlo, arriesgada. Una variedad que nos permite año tras año, entre sesiones entregadas al jolgorio y a la experiencia colectiva, descubrir pequeñas joyas capaces de derretir corazones de las formas más grotescas imaginables.
Esta 52 edición, la primera gran sorpresa, titulada 'Dogs Don't Wear Pants', no se ha hecho esperar, aterrizando el primer día de festival en el encantador cine Prado tras arrasar —más que merecidamente— en el Fantastic Fest con una propuesta de lo más peculiar, que encuentra su gran virtud en un cóctel genérico a medio camino entre el drama, la comedia negra y el romanticismo más tórrido y retorcido.
Una "feel good (and bad at the same time) movie"
Durante sus magníficos y muy ajustado 105 minutos de metraje, 'Dogs Don't Wear Pants' no teme en combinar un carácter lúdico y cómplice con el espectador —las risas, algunas nerviosas, están aseguradas— con una densidad temática que ahonda en conceptos como el duelo o la fina línea que separa el amor y la estabilidad emocional del dolor, todo ello sumergiéndose en el aún desconocido mundo del sadomasoquismo.
Si el nuevo trabajo de J-P Valkeapää logra abrirse paso hasta el corazón, dejando huella y una dulce sensación en el paladar una vez concluye su turbio y sombrío relato, es gracias a una pareja protagonista tan redonda sobre el papel como trasladada a la pantalla. Juha y Mona, esclavo y dominatrix, ambos rotos y atormentados, transpiran humanidad, calidez y una necesidad de afecto que, en combinación con las soberbias interpretaciones de Pekka Strang y Krista Kosonen, se traduce en una empatía y comprensión instantáneas.
La espléndida dirección del realizador Finlandés, con un tempo dilatado que no tiene prisa alguna por hacer avanzar la narración sin prestar el suficiente tiempo a sus personajes y con ese delicado y enrevesado tono propio de las producciones nórdicas, termina de redondear una de esas rarezas que enmarcar y reivindicar como una de las grandes cintas de 2019 que no aparecerán en las listas de fin de año.
'Dogs Don't Wear Pants' es tórrida, sexy, visualmente notable y artísticamente intachable. Una auténtica delicia que te agarra del cuello y te asfixia con su densa atmósfera y sus jugueteos con el género mientras te susurra al oído que todo irá bien y que hay espacio para el amor cuando todo parece estar perdido. Una "feel good —and bad at the same time— movie" en toda regla.
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