‘Siete almas’ es el nuevo intento de Will Smith por ganar el Oscar, algo que por motivos lógicos no va a conseguir esta vez, ya que no lo han nominado. Además, esta película es la segunda colaboración del actor con Gabriele Muccino, tras la interesante ‘En busca de la felicidad’, en la que por cierto Smith sí estaba de Oscar. Y es que el intérprete de ‘Independence Day’ es mejor actor de lo que aparenta, siempre más contenido que otros colegas suyos, como el insufrible Martin Lawrence, cuando se trata de hacer comedia. Cuando cambia al drama, llega realmente a sorprender, y tenemos como ejemplo el film antes citado, o esa rareza, totalmente reivindicable, titulada ‘Seis grados de separación’, probablemente lo mejor que ha hecho nunca Fred Schepsisi.
Con ‘Siete almas’, tanto Smith como Muccino intentan ir más allá de lo que llegaron juntos con anterioridad. Y los resultados son correctos, sin más, interesantes, si cabe, pero dañados intensamente por la extraña decisión de su director de moverse entre el melodrama grave (mucho dolor, mucho amor, decadencia y muerte), y la tragedia (existencialismo mezclado con búsqueda espiritual). Una mezcla que descompensa la película, además de un Will Smith demasiado serio.
La película cuenta la historia de un agente del fisco que sin motivo aparente decide ayudar a siete desconocidos, sobre los cuales intenta adivinar si son buenas personas merecedoras de su ayuda. Dañado por un inmenso dolor que le corroe el alma, y con la ayuda de un amigo de la infancia, llevará a cabo un plan tan arriesgado como inverosímil. Mientras tanto, por el camino, se acercará demasiado a un chica que necesita un trasplante de corazón, con la que intimará más de lo debido.
Esta historia nos es presentada de forma no lineal, con altas dosis de suspense en lo que se refiere a las intenciones del protagonista central. Éste es uno de los aciertos del film, pues la historia hubiera sonado a chorrada ñoña filosófico mistizoide en caso de haberla presentado en orden, un riesgo bien esquivado por Muccino aunque sólo a ratos. Consigue que un film que sobrepasa las dos horas no se haga aburrido, aunque se muestra demasiado evidente filmando en preciosistas encuadres a algunos de sus personajes (sirva como ejemplo el episodio protagonizado por Elpidia Carrillo), algunos de ellos más unidimensionales de lo que cabría esperar.
De lo que no hay ninguna duda es de que ‘Siete almas’ es un vehículo para el lucimiento absoluto de su estrella, Will Smith, y esto no tendría demasiada importancia si el actor hubiera estado como tantas otras veces, o sea, bien. Servidor se sorprendió de lo lindo encontrándose con un trabajo muy por debajo de lo que este actor nos tiene acostumbrados. Debido probablemente a la seriedad de la propuesta, Smith se pasa precisamente de eso, de serio. En una historia en la que no hay ni el más mínimo ápice de comedia, el actor se muestra demasiado trascendental, con caras mirando al infinito, siempre el borde de la lágrima, y a punto está de ponerle rostro al término “estreñimiento”. Para más inri, el carácter mesiánico de su personaje no ayuda lo más mínimo, lo que lo aleja considerablemente de las comparaciones hechas con el cine de Frank Capra, que siempre rodeaba a hombres corrientes y normales enfrentados a problemas de gran envergadura.
Hay mucha más verdad y sinceridad en alguno de los personajes secundarios, como el que está interpretado por una inspirada Rosario Dawson, que transmite mucho mejor su dolor y agonía. Esta preciosa actriz (su aparición en ‘Alejandro Magno’ aún turba mis sueños más profundos) le gana la partida a Smith por goleada. En naturalidad, sencillez, espontaneidad, lejos de todo el efectismo manipulador que envuelve al personaje de Smith, y por ende, conecta mucho mejor con el espectador.
Con todo, ‘Siete almas’ es un film llevadero, con muchos puntos de interés, como todo lo concerniente a la redención y el precio a pagar por algo mal hecho (éste, un arriesgado elemento en la trama, ya que conecta con el carácter mesiánico antes comentado, y corre el peligro de no resultar creíble al aplicarlo en un hombre aparentemente corriente). También tiene sus momentos inspirados en cuanto a lo emotivo, y en lo que respecta a que el film pueda ser tachado de ñoñería lacrimógena, es una ñoñería bien recibida. Y es que hay veces en las que hay que dejarse arrastrar por un producto aceptable como éste, y tirar de los cleenex si es necesario. Yo no lo necesité. Casi.
Ver 11 comentarios